La UE, ya no EE UU, es la referencia de la lucha antimonopolio mundial
Países con geografías, lenguas y culturas muy diferentes gravitan hacia el enfoque legal de Bruselas
Las leyes antimonopolio modernas se inventaron en Estados Unidos. Pero es Europa la que ahora actúa como autoridad mundial en materia de regulación de la competencia. EE UU está perdiendo la contienda.
El Departamento de Justicia va a dotar de personal su unidad de plataformas online para investigar las infracciones de la legislación antimonopolio cometidas por gigantes de la tecnología como Facebook, Apple, Alphabet y Amazon, pero seguirá rezagado respecto a su homólogo de la UE.
De hecho, es Bruselas la que lleva años manteniendo estas y otras firmas de EE UU bajo control con su enérgica aplicación de la legislación antimonopolio. Desde 2017, la Comisión Europea ha multado a Google, por ejemplo, con casi 10.000 millones de dólares por infringir las leyes antimonopolio de la UE. Pero más allá de pedir cuentas a las empresas estadounidenses, se ha convertido en la autoridad mundial en regulación antimonopolio.
Hasta la fecha, más de 130 países han adoptado una ley nacional antimonopolio, la mayoría de los cuales reflejan lo que ha establecido Bruselas. En un nuevo estudio publicado en el Journal of Empirical Legal Studies, los autores de esta columna, junto con Alexander Weaver, analizaron las leyes antimonopolio de 125 países durante más de 50 años, y las compararon con las leyes antimonopolio de EE UU y la UE.
Primero, buscando similitudes lingüísticas: si los países copiaron fragmentos clave de las leyes de EE UU o de la UE al redactar sus leyes antimonopolio. En segundo lugar, al considerar si las disposiciones sustantivas de esas leyes reflejan más fielmente las disposiciones de las leyes de Estados Unidos o de la Unión Europea.
Ambos análisis demostraron que países con vínculos geográficos, lingüísticos y culturales muy diferentes gravitan abrumadoramente hacia la UE. A título indicativo, importantes líderes regionales en materia de legislación antimonopolio e importantes mercados emergentes como Brasil, China, India, México, Rusia, Sudáfrica y Corea del Sur cuentan con leyes más similares en sustancia a las de la Bruselas que las de Washington.
Esta disminución de la influencia estadounidense es sorprendente. Las normas antimonopolio modernas se formularon por primera vez en EE UU, y sus facultades de Derecho han seguido estando profundamente influenciadas por el movimiento jurídico y económico. Estados Unidos también fue el artífice de la creación del principal foro para el diálogo mundial sobre regulación antimonopolio, la Red Internacional de Competencia.
Sin embargo, la UE está presionando más para que sus normas se extiendan por todo el mundo. Ha promovido activamente su modelo regulatorio a través de acuerdos comerciales, haciendo que el acceso a sus vastos mercados de consumo dependa de la adopción de una ley antimonopolio. El hecho de poder ofrecer acceso a un mercado de más de 500 millones de consumidores le confiere una enorme influencia. Estados Unidos ha sido mucho más reacio a utilizar los tratados comerciales como instrumentos para exportar su modelo antimonopolio.
El enfoque de Europa también es atractivo por otros motivos. Las leyes que tienden a ser más estrictas tienden a ser adoptadas por los Gobiernos que quieren mantener su autoridad regulatoria. Además, la UE ofrece una plantilla de regulación detallada que es fácil de copiar sin necesidad de demasiados conocimientos técnicos. Las normas de Bruselas ya están disponibles en francés, español y portugués, lo que facilita aún más su adopción en África y América Latina.
El poder de la UE se muestra en destellos, como cuando la Comisión impone multas récord a gigantes tecnológicos estadounidenses o cuando proveedores de datos de todo el mundo presentan nuevas políticas de privacidad que cumplen con los requisitos de la Bruselas.
Pero el análisis académico revela un proceso mucho más arraigado de influencia. El predominio mundial de la UE en materia de defensa de la competencia ilustra la capacidad de una sola jurisdicción para atraer a su órbita a países con características muy diferentes, creando un impacto regulador que supera con creces sus fronteras económicas, lingüísticas y políticas.
Todo esto son buenas noticias para una Unión Europea asediada, pero no para EE UU. Aunque todavía alberga las teorías económicas más sólidas que subyacen a las leyes antimonopolio modernas, las teorías e ideas por sí solas no determinan cómo se luchan y se ganan las carreras regulatorias globales.
Cuanto más desregula a nivel nacional Estados Unidos, bajo la administración del presidente Donald Trump, y da la espalda a los acuerdos comerciales mundiales y a la cooperación en materia de regulación, más débil se vuelve su capacidad para dar forma a los regímenes de otros países.
El ataque sin precedentes a las reglas del comercio mundial y a las alianzas tradicionales bajo la administración Trump no hará más que acelerar estas dilatadas tendencias. Cuando los reguladores de EE UU pasan a un segundo plano, el ejemplo de la cuestión antimonopolio muestra que la UE está dispuesta a intervenir y redactar las normas para los mercados mundiales, ella sola.
Anu Bradford, Adam Chilton y Katerina Linos son profesores de Derecho en la Columbia Law School, la Universidad de Chicago y la Universidad de California en Berkeley, respectivamente.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías