Bonos de transición: para empresas marrones con vocación verde
Están destinados a ramos con un elevado volumen de emisiones
Dar un importante empujón a la financiación de la lucha contra el cambio climático y, por tanto, la reducción de emisiones de carbono mediante la adaptación de las compañías. Ese es el principal objetivo de los denominados bonos de transición, un nuevo tipo de deuda cuyo impulso está capitaneando desde hace unos meses por la gestora Axa Investment Managers.
Estos, a diferencia de los fondos obtenidos a través de las emisiones de bonos verdes, que se destinan a financiar proyectos respetuosos con el medio ambiente, servirían para “proporcionar recursos financieros a aquellas compañías que son marrones en la actualidad, pero que tienen la ambición de afrontar su transición a verde en el futuro”, explican Yo Takatsuki, responsable de investigación ESG, y Julien Foll, analista de inversión responsable de Axa IM. También podrían servir para aquellas compañías que todavía no tienen proyectos suficientes como para justificar una emisión de bonos verdes, añaden.
Axa IM impulsa un debate que el sector ha acogido favorablemente
Lo cierto es que, observa Justin Kew, responsable de sostenibilidad en Carmignac, “todas las empresas se verán beneficiadas, especialmente los sectores que se caracterizan por su elevado volumen de emisiones, como los de petróleo y gas, materiales, bebidas, industria, fabricación de automóviles, agricultura o producción de acero, entre otros”. En realidad, continúa este experto, “todas las compañías necesitan efectuar una transición en los ámbitos de la producción y el consumo de energía”.
Takatsuki resalta que han logrado su objetivo de promover dentro de la industria el debate sobre la financiación de la transición a una sociedad baja en carbono y, efectivamente, esta clase de emisiones se ve con buenos ojos por parte de los inversores, los bancos o las empresas. No obstante, el principal temor es que se puedan dar malas prácticas y que los recursos no se destinen finalmente para transformar la industria, como en ocasiones ha ocurrido con los bonos verdes.
El peligro es que los recursos no se dediquen a transformar la industria, sino solo a limpiar la imagen de las compañías
“Se han dado casos de greenwashing, en referencia al dudoso destino de los recursos captados”, admite Javier Garayoa, director de Spainsif, confiado en que dé sus frutos el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles que la Comisión Europea puso en marcha en 2018 y que tiene como una de sus prioridades dar transparencia al destino de los recursos captados por los bonos verdes.
Efectivamente, desde Axa IM creen que el mercado de los bonos verdes ha crecido rápidamente a lo largo de la última década y esperan que se desarrolle aún más; sin embargo, creen necesario “vigilar con cautela que la presión para incrementar la emisión de bonos no dé como resultado un descenso en la calidad de este mercado”, apunta el responsable de investigación ESG.
En marcha
Pioneros. Según Luis Zumárraga, responsable de mercados de deuda y derivados para Iberia de Barclays, su entidad ha sido la primera en lanzar bonos de transición a escala europea. Se refiere a una emisión lanzada en febrero y que supuso “500 millones de euros destinados a proyectos para reducir el carbono y las emisiones y financiar proyectos de energía renovable o eficiencia energética. La transacción en Europa tuvo una excelente acogida, con casi cinco veces de sobresuscripción y participación de cerca de 200 inversores”.
En ese contexto, “el concepto y la realidad que contemplan los bonos de transición tiene sentido, en la medida en que los requerimientos para las emisiones de los verdes [que está desarrollando la Comisión Europea] son muy exigentes y quedarían fuera muchos proyectos que, sin ser lo suficientemente limpios, son necesarios para que se pueda dar una transición hacia una sociedad de bajo carbono”, añade Javier Garayoa, director de Spainsif.
También Justin Kew considera que este tipo de emisiones constituyen una buena manera de marcar el cambio, “pero también brindan a las empresas la oportunidad de probar nuevos modelos de negocio antes de implementarlos a gran escala. De hecho, si las compañías modifican su modelo de negocio demasiado rápido cuando los clientes no están aún preparados, podrían caer en saco roto con gran rapidez”.
Para garantizar que estos bonos logren sus objetivos y evitar que esos recursos se empleen en otros fines o que simplemente sean una forma de que los emisores limpien su imagen, “quizá convendría que los estándares fueran obligatorios y no voluntarios, como son ahora”, propone Scott Freedman, gestor de Newton, parte de BNY Mellon Investment Management.
En cuanto a la gestión responsable, “implica que los bancos lleven emisores al mercado y que las gestoras de activos analicen tanto los títulos individuales como los países y las empresas que emiten estos bonos”, insiste Freedman.