Los expertos piden a la Administración debatir “con argumentos" sobre las alternativas al tabaco
Profesionales del ámbito científico y sanitario rechazan que los efectos de los dispositivos de tabaco calentado o de los vapeadores sean equiparables a los de los cigarrillos tradicionales
A principios de septiembre, coincidiendo con la vuelta de las vacaciones veraniegas, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social lanzó una campaña informativa en medios de comunicación para alertar sobre los negativos efectos del tabaquismo en la salud, principalmente entre los más jóvenes.
El eslogan elegido fue El tabaco ata y te mata, y según explicó entonces el ministerio, el objetivo era “concienciar de que el tabaco siempre es perjudicial, se consuma como se consuma. Las pipas de agua, los cigarrillos electrónicos, el tabaco calentado o los vapeadores también crean adicción y son perjudiciales para la salud”.
Unos argumentos que han provocado la reacción de parte del sector tabaquero, llegando a calificar la campaña de “engañosa” al equiparar las fuentes alternativas al tabaco a los efectos que este provoca entre sus consumidores. El ministerio defiende su mensaje y lo mantiene vivo en todos los soportes de comunicación, en un momento en el que también se plantea cómo regular este tipo de alternativas.
Sobre la aparente confusión suscitada entre el tabaco tradicional y sus nuevas alternativas, además de toda la actualidad que rodea a estas últimas, trató el desayuno organizado por CincoDías, en colaboración con Philip Morris, con profesionales del ámbito sanitario y científico.
El número de fumadores en España se calcula en unos diez millones. El porcentaje de la población entre 15 y 64 años que fuma diariamente es del 34% del total, según la encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (Edades), que también cifra en 50.000 las muertes que fumar provoca al año. En la actualidad se calcula que medio millón de personas recurren al cigarrillo electrónico en España en sus distintas modalidades. Sobre la mesa, el debate sobre si este es una herramienta para dejar de fumar o, al menos, para reducir el daño entre quienes lo han probado todo y no han podido.
“Lo que tiene que hacer un fumador es dejar de fumar”, afirma Antonio Gosálvez, jefe de la unidad de fertilidad y reproducción asistida del Hospital Quirón. “El fumador lo es por un comportamiento emocional, no vamos a conseguir de un plumazo que una persona cambie esa emoción y deje su adicción”, añade.
“Lo ideal sería avanzar hacia una sociedad donde nadie fume, nadie beba, y todos tengamos hábitos de vida saludables”, explica, por su parte, el jefe del servicio de neumología del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid), José Miguel Rodríguez. “Mientras tanto nos encontramos con un problema: que hay un tercio de la población que sigue fumando. De ese tercio hay una parte que adora hacerlo, y otro que quiere dejarlo, que acude a las consultas para ello y que no puede”. Es en esos casos cuando se analizan las alternativas para “intentar reducir el daño que el tabaco provoca en el organismo”. A las clásicas como los chicles de nicotina se suman ahora los dispositivos de tabaco calentado o los cigarrillos electrónicos.
Los primeros sí contienen tanto nicotina como tabaco, pero a diferencia de los cigarrillos habituales, no lo quema. Es en el encendido, a más de 800 grados de temperatura, cuando se liberan la mayor parte de las sustancias tóxicas, mientras que en el tabaco calentado la temperatura ronda los 300 grados, lo que reduce la liberación de esas sustancias.
Los cigarrillos corrientes se encienden a más de 800 grados de temperatura, liberando la mayor parte de sustancias tóxicas
“El humo de los dispositivos de tabaco calentado contiene, de media, un 95% menos de sustancias tóxicas y la misma nicotina comparándolo con el del cigarrillo convencional”, señala, por su parte, Ángel González Ureña, catedrático de Química de la Universidad Autónoma Madrid (UAM).
Este, junto a Antonio Sierra, exviceconsejero de Sanidad de Canarias, participó hace unos días en una reunión con la subdirección general del Ministerio de Sanidad. “Intentamos debatir científicamente, pero no hubo ninguna posibilidad de plantear una discusión argumentada que se refiriera a las alternativas al tabaco”, relata. Para González, se trata de una “negación de la evidencia científica” que explica por dos motivos. “Por ignorancia de los que tienen que tomar decisiones en estos temas; y porque hay una fuerza arrolladora para no aceptar la evidencia, con el mantra de que, como un 5% sí contiene sustancias tóxicas, también es peligroso, como si lo fuera al 100%”.
Otra de las alternativas que más peso han adquirido en el mercado son los cigarrillos electrónicos o vapeadores. Estos no contienen tabaco pero sí nicotina, además de sustancias como propilenglicol, glicerina o saborizantes en su composición.
Estos han sido objeto de la polémica después del fallecimiento de 33 personas y 1.479 casos de enfermedades pulmonares graves en EE UU relacionadas con estos dispositivos, según los últimos datos actualizados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), una agencia dependiente del Departamento de Salud el gobierno estadounidense.
Este, junto a la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), han vinculado estos casos, en sus investigaciones preliminares, a la presencia de tetrahidrocannabinol (THC), el componente psicoactivo de la planta del cannabis, en la composición de los líquidos utilizados. Según esas investigaciones, la presencia de THC solo puede ser explicada por una modificación de los líquidos usados para vapear fuera del mercado legal.
“Se ha falseado la presencia de sustancias no controladas en las cargas. El problema es grave pero tiene una solución: que los aromas no se permitan”, apunta Ángel González. “Los usuarios de estos dispositivos deben comprar sus recambios en centros de máxima confianza”, recuerda José Miguel Rodríguez.
Tanto tabaco calentado como cigarrillos comparten la presencia de nicotina, cuyo impacto en la salud también es objeto de debate. “La nicotina es tóxica y adictiva”, aseveraba la directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio, en la presentación de la campaña “El tabaco te mata y te ata”.
“La nicotina es adictiva pero no es en sí toxica, lo que lo es la forma de extraerla, quemando el tabaco”, rebate Antonio Gosálvez, de Quirón. “La nicotina no es ni siquiera adictiva per se si la persona no tiene la vulnerabilidad para ser adicto”, describe Néstor Szerman, jefe de servicio del centro Salud Mental Retiro, dependiente del hospital Gregorio Marañón de Madrid.
“No todos somos igual de tendentes a caer en adicción, como no todos los fumadores son adictos. Pero a los que lo son les tenemos que dar lo que necesitan para vivir más y mejor, y es nicotina. Es la solución, no el problema. No es una sustancia que produzca muerte celular, no hay ninguna evidencia. Es un tema controvertido, pero no existen evidencias”, señala, añadiendo: “Cada paciente metaboliza la nicotina de manera distinta. Necesitamos un alto espectro y tener distintas dosis para los distintas herramientas que tenemos. Las opciones terapéuticas deben ser amplias, variadas y basadas en la nicotina”.
Reducción del daño
“Las autoridades nunca se han negado a cambiar a un fumador de los cigarrillos a un chicle de nicotina. Si quisiéramos que el fumador fumara menos tendríamos que poner más nicotina, el efecto sería mayor y reducirían el número de cigarrillos”, agrega Antonio Gosálvez.
Para Antonio Sierra, una de las claves sería potenciar las unidades de deshabituación del tabaco, “pero hay que manejar estas alternativas”. Este explica que el concepto de reducción del daño es antigua, con ejemplos como la pipa o el llamado snus, el tabaco que se consume vía oral, sin encender o calentar, y que goza de una amplia popularidad en países del norte de Europa como Suecia. “Hay alternativas, y no hay evidencia de que los cigarrillos electrónicos produzcan efectos dañinos a corto plazo”, añade.
Ángel González, catedrático de la UAM, apuesta por desarrollar políticas que fomenten la investigación científica y poder pasar de una reducción del daño del 95% al 100%. “Fomentar proyectos que en un plazo de pocos años puedan dar con un cigarro sin daño, o que en el vapor solo tuviese nicotina”.
Pese a lo defendido por Sanidad, los participantes afirman que la nicotina no es tóxica en dosis normales
Los participantes en el debate insisten en que la mejor solución para evitar el daño en el tabaco es dejarlo. En ese sentido, el Ministerio de Sanidad anunció a finales de septiembre que subvencionaría los tratamientos con vareniclina, cuya marca comercial de referencia es Champix . “Se financia un medicamento para dejar de fumar sin saber si eso de verdad va a conseguir ser eficiente y va a conseguir bajar la tasa. Mi impresión es que no. Va a hace que mucha más gente intente dejar de fumar, pero dudo que eso se traduzca en una medida eficiente”, desarrolla José Miguel Rodríguez.
La duración del tratamiento con Champix alcanza las 12 semanas. En opinión de los expertos, un tiempo insuficiente. “Al año de dejar el medicamento el 80% vuelve a fumar”, opina Néstor Szerman. “Es una herramienta para que el que quiera dejar de fumar pueda hacerlo”, añade Antonio Gosálvez.
Antonio Sierra, que tilda de “irresponsable” la actitud de los poderes públicos en la cuestión de la reducción del daño, cree que, de cara al futuro, estos “no podrán parar lo que el conocimiento científico ha transmitido a la sociedad, que es que el uso regularizado de estas alternativas reduce el daño para la salud”.
¿Una fiscalidad progresiva ligada al daño?
Propuestas. El jefe de la unidad de fertilidad y reproducción asistida del Hospital Quirón, Antonio Gosálvez, habló de una “doble moral” a la hora de analizar la fiscalidad del tabaco. Alrededor del 80% del precio final de los cigarrillos corresponde a impuestos especiales e IVA, pero su consumo se ha restringido por las autoridades en la mayor parte de los espacios públicos. Sobre el tratamiento fiscal que deben tener las alternativas al tabaco, Gosálvez propone “que las sustancias menos tóxicas paguen menos tasas”, y aproximarlo a la progresividad de las bebidas alcohólicas, que pagan distintas tasas según su graduación.
Adicción. Uno de los problemas con los que se ha topado el vapeo en EE UU es con millones de menores de edad consumiendo estos dispositivos. “Hay estudios que muestran que la mitad de los jóvenes que empiezan a vapear lo hacen sin nicotina. Lo hacen por sabores, por cuestión social...”, analiza José Miguel Rodríguez, jefe del servicio de neumología del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares. “Los jóvenes que vapean sin nicotina te están mostrando el motivo real por el que están empezando. Ese será difícil que sea adicto al vapeo. Es la nicotina la que hace la adicción, por eso el cigarrillo sin nicotina sería un fracaso”, añade Antonio Gosálvez.
Comité. Ángel Gonzalez, catedrático de Química de la Universidad Autónoma Madrid, afirma haber sugerido la creación de un comité a nivel nacional que reúna “a científicos de este país, así como una serie de medidas que vayan apoyándose en las investigaciones y desarrollos tecnológicos. No he conseguido respuesta. Mi propuesta es que quien esté a cargo del Ministerio de Sanidad debería hacerle un poco de más caso a los científicos y a los expertos, que los hay, y muy buenos”.
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