Los medicamentos, ¿un bien de lujo?
Las alertas, las roturas de stock, las subastas y el precio explican el creciente problema de desabastecimiento de las farmacias
Cada vez es más frecuente que cuando un ciudadano necesita un medicamento se encuentre con que no es posible adquirirlo en la farmacia porque simplemente no lo tienen. Esta circunstancia, que antes era puntual, se puede dar en el 50% de los casos en comunidades autónomas como Andalucía, afectadas por un sistema de fijación de concesiones de determinadas moléculas. En otras como la madrileña, la situación mejora, aunque puede rondar hasta el 10%. Ambas cifras son alarmantemente altas. ¿Por qué ocurre esto? Cuatro son las causas por las que un medicamento autorizado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) no llega a las farmacias.
La primera de ellas es que la comercialización haya sido suspendida temporal o permanentemente por la Aemps debido a una alerta farmacéutica que aconseja dejar de distribuirlo. En segundo lugar, por un problema puntual de rotura de stock o de producción del fabricante. La tercera causa es que en esa comunidad se use un sistema de subastas. Voces supuestamente autorizadas muchas veces quedan en evidencia al demostrar que solo actúan desde una perspectiva macroeconómica. Recientemente, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Social (Airef) ha aconsejado un sistema de subastas a nivel nacional con pequeñas correcciones, algo que choca a quiénes conoce en profundidad el modelo y la asistencia farmacéutica y a los que han calculado adecuadamente costes indirectos como el de la falta de adherencia.
La cuarta y última causa de esta escasez de medicamentos es su precio. No un precio mayor, sino uno más ajustado es probablemente uno de los motivos principales que explican por qué en España no hay medicamentos que sí encontramos en otros países de nuestro entorno. Y es que el precio de los medicamentos está intervenido. Es decir, viene fijado a nivel central. La parte positiva de esto es que el mismo medicamento cuesta lo mismo en el Paseo de la Castellana de Madrid que en el pueblo más recóndito de España. Sin embargo, tiene una lectura perversa sobre la que descansa cierta inoperancia política. La gestión de la factura asistencial farmacéutica no pivota en torno a la eficiencia, sino a un modelo de continuas bajadas de precio de los medicamentos. Lo que se paga está fijado, no es recurrible y cada vez es menor. Como ejemplo el omeprazol, que en los 90 costaba cerca de 30 euros y hoy 2,42 euros. Se ha demostrado que lo que aporta valor no es solo la materia prima y la venta, sino cómo de complicado es descubrir ese fármaco y hacer que se incorpore a nuestro organismo y cómo de complejo es ponerlo a disposición del paciente. Los que fijan la norma desconocen la cadena y el proceso en su totalidad. Además, el productor ya no es local, ni nacional, sino internacional, lo que hace que se abastezca primero donde se paga un precio más ajustado a la realidad del país.
¿Y qué hace el sector farmacéutico frente a esto? Prácticamente nada. Es el momento de exigir soluciones. Hasta ahora algunas de las herramientas que se relacionan con esta problemática pivotan en torno a avances tecnológicos. La Organización Farmacéutica Colegial puso en marcha un sistema de información sobre el suministro de medicamentos a las farmacias comunitarias conocido como Cismed, que permite saber el alcance del problema para poder tomar decisiones coordinadas con organismos como la Aemps. También el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid incorporó el Sistema de Información de Desabastecimientos de Madrid (SIDeM). Desde nuestra organización, hemos promovido la creación de una herramienta, Luda Farma, para farmacias y pacientes, que permite a ambos localizar un medicamento concreto de manera inmediata y por orden de cercanía en las farmacias que forman la red. Hoy son a nivel nacional cerca de 1.500 y solucionan 400 impactos de medicamentos en desabastecimiento o falta de suministro al mes. Cualquier farmacia puede adherirse de manera gratuita.
No obstante, estas herramientas no deben ocultarnos una realidad. La situación actual es inadmisible. Todas estas soluciones se deben coordinar, pues no se trata sino de mejorar la eficiencia de los recursos que, por ser escasos, hacen que sea imperativo el uso de las nuevas tecnologías conjugado con una toma de decisiones más ajustada a la realidad. Rememos, pero todos juntos.
Rubén Martín es Vicesecretario y primer vocal de la Asociación de Farmacéuticos de Madrid (Adefarma) y profesor de la Facultad de Farmacia