La inteligencia artificial ya toma el papel y la pluma
Proliferan en el cine las empresas que ofrecen analizar guiones en base a algoritmos
Un espacio cerrado, tal vez una nave intergaláctica; tres personajes, dos hombres y una mujer, todos ataviados con ropa de tonos metálicos y estilo futurista y vinculados entre sí por lo que parece ser un triángulo amoroso, y un libro, Sunspring, que es el que da título al corto de nueve minutos (disponible en YouTube), emite rayos láser a la cara de quien lo abre. Estos son algunos de los ingredientes que dispuso el algoritmo de Benjamin, una máquina de inteligencia artificial atiborrada de clásicos de la ciencia ficción, al generar en 2016 el primer guion de cine no humano. También, todo hay que decirlo, creó diálogos surrealistas tan ininteligibles y disparatados que ni tan siquiera cobraron sentido tras los denodados esfuerzos de los actores y el director, Oscar Sharp, por ofrecer a los espectadores algo de significado. Pat Cadigan, guionista, crítica de cine y maestra del ciberpunk y la ciencia ficción, se apresuró a ponderar tras ver el resultado: “Les doy a los productores la nota más alta si prometen no volver a hacer algo así nunca más”. Si quiere generar algo más que estupor, Benjamin deberá mejorar en el futuro.
Para ello tiene tras de sí a toda una incipiente industria que busca aplicar la inteligencia artificial y su capacidad de reconocer patrones al arte: se busca el productor y el cineasta perfecto, el que garantiza el éxito en cada obra. El pasado mes de junio, durante una de sus conferencias en la escuela de negocios IMD, en la ciudad suiza de Lausana, el profesor Amit Joshi, experto en inteligencia artificial, ofrecía alguna clave al respecto: “Netflix acaba de gastar más de 10.000 millones de euros en 2018 y prevé gastar 12.000 en 2019, más que toda la industria de Hollywood junta. ¿Por qué arriesga tanto? Seguramente, porque ese riesgo no es tal”.
El gigante audiovisual ha reconocido en varias ocasiones que, a diferencia de las productoras tradicionales en las que las decisiones las toman unos pocos directivos, ellos tan solo se limitan a estudiar las preferencias de sus cerca de 460 millones de usuarios.
Lo hicieron, por ejemplo, en 2013, cuando comprobaron que sus clientes consumían de forma masiva House of cards, una entonces no muy conocida serie británica de los años noventa sobre los entresijos de la política. Se dieron cuenta, además, de que estos mismos espectadores adoraban las películas de Kevin Spacey. Pues visto y hecho. Netflix pagó la friolera de 90 millones de euros por los derechos y la producción, unió ambos elementos en una coctelera y el resultado, el House of cards estadounidense, no solo ganó varios premios Emmy y Globos de Oro, sino que se convirtió en todo un fenómeno de masas que supuso el primer gran golpe sobre la mesa de Netflix con un producto salido de sus cocinas. Desde entonces, guardan absoluto silencio sobre el secreto de su éxito, su algoritmo, aunque se sabe que cuida de cada detalle, como las imágenes que acompañan a cada contenido.
Pero la mezcla entre tecnología y cine va más allá del puro análisis de datos. Más cerca de ideas como Benjamin, Scriptbook, una empresa belga, presume de contar con un sistema de inteligencia artificial al que le basta con escanear un guion para predecir si una película va a tener éxito o no con mucho más acierto que un humano. Según comentó su fundadora, Nadira Azermai, en el festival de cine de Karlovy Vary de 2018, si entre 2015 y 2017 Sony se hubiese dejado guiar por su sistema, la productora habría evitado sufragar 22 de las 32 películas que no obtuvieron beneficio en este periodo.
Otro ejemplo es Cinelytic. Con un funcionamiento distinto, aunque un fondo parecido, la empresa opera, entre otras cosas, con resúmenes de películas y con todos los datos que generan los futuros lanzamientos –características clave, género, estrategia de lanzamiento, presupuesto, entre otras– para predecir el éxito de una producción y multiplicar por 20, según estiman, la velocidad a la que los profesionales pueden trabajar. Tobias Queisser, consejero delegado de la empresa, detalla el fondo de su idea: “Creo que el avance de Netflix y su uso de datos para la toma de decisiones marcó a la industria. Pensamos que la proporción ideal para la toma de decisiones es de alrededor del 60% o el 55% de instinto creativo y experiencia, y un 40% o un 45% de análisis de datos. Ahora mismo, hay productoras en las que el 90% de las decisiones son viscerales. Solo es cuestión de tiempo que tecnologías como la nuestra sean la norma”. Aunque prefiere no dar nombres, Queisser reconoce que están trabajando ya con algunas de las productoras más importantes de Hollywood.
Carlos López, guionista ganador de dos premios Goya, se muestra más escéptico sobre las posibilidades de la inteligencia artificial en el cine: “Seguro que en un futuro podrán escribir guiones, pero se equivocarán como lo hacemos los humanos. Un ordenador puede analizar decenas de miles de guiones y tener en cuenta con precisión estadística los gustos del público y, pese a todo, que la película fracase. Así ha sido siempre”.
Tampoco lo ve claro Ángela Armero, guionista de series españolas de éxito como Hospital Central y Velvet: “Que se haya podido hacer Sunspring no garantiza que el resultado de la inteligencia artificial vaya a ser brillante”, explica, a la par que compara el cine con lo que ha sucedido ya en otros ámbitos: “Hace tiempo que los call centers de todo tipo de servicios están automatizados y desde luego han desplazado a buena parte de los operadores telefónicos, pero su interacción sigue siendo muy frustrante. Escribir guiones es, en buena medida, generar problemas y luego solucionarlos de una forma u otra. La inteligencia artificial puede predecir muchas posibilidades, pero la autenticidad de un narrador humano me parece más difícil de emular”.
La dramaturga Pilar G. Almansa va incluso más allá en su crítica y presenta una enmienda a la totalidad del modelo Netflix: “Las plantillas me aburren. Yo Netflix me lo pongo para dormir. A tantos metadatos hay que meterles un filtro porque la gente no es tonta, no hay que infravalorarla. Cuando algo tiene una mirada, se nota”. Por ahora, a tenor de lo demostrado por Sunspring, el duelo final entre los protagonistas de esta historia, los guionistas y las máquinas, tendrá que esperar.
El modelo Netflix
Un rodillo. Con 151 millones de suscriptores, lo que, con una media de tres usuarios por cuenta, arroja unos 453 millones de clientes, Netflix gastó más de 10.000 millones de euros en abastecer a sus espectadores con más de 80 producciones propias. En 2019 está previsto que redoble la apuesta, con una inversión de más de 12.000 millones que se repartirán en 90 estrenos producidos por la plataforma. Disney, un monstruo que aglutina Lucasfilm, Marvel, Pixar y Fox, apenas va a lanzar 10 películas, mientras que Warner, el estudio que más se aproxima al ritmo de lanzamientos de Netflix, se va a quedar en los 23 estrenos.
Horas bajas. Por primera vez desde hace ocho años, Netflix perdió clientes en Estados Unidos, tal y como quedó reflejado en la cuenta de resultados presentada el pasado 31 de julio. En concreto, 126.000 clientes se han dado de baja tras la reciente subida de tarifas y la pérdida de series icónicas como Friends y The office. A nivel internacional, la compañía sumó 2,7 millones de nuevos suscriptores entre abril y junio, la mitad de los 5,5 millones que logró hace un año y bastantes menos de los 5 millones proyectados. El beneficio neto se ha situado en los 271 millones de dólares, un 30% menos que en el mismo periodo del año anterior.