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Demografía

La emancipación tardía, barrera para la fecundidad y el crecimiento económico

Un 25% de las mujeres españolas no podrá tener hijos por el retraso de la maternidad

Las cifras de la población europea en 2018

Por segundo año consecutivo, el saldo vegetativo en la Unión Europea es negativo, de tal forma que mueren más personas de las que nacen. Si no fuera por la compensación que aporta la inmigración, el Viejo Continente estaría perdiendo población. España es uno de los 16 países de la UE donde las defunciones superan a los nacimientos. ¿Debe esto preocuparnos? Sí y no.

Los expertos aclaran que se trata de un proceso natural propio de la pirámide poblacional europea que hace que las generaciones más llenas de gente estén llegando al final de su vida y que las que llegan a la edad de ser padres sean mucho más pequeñas. Lo que sí resulta más preocupante, en cambio, es la progresiva caída en el número de hijos que cada mujer podría tener. Y es que la preferencia por los dos hijos es generalizada en el conjunto de la UE, pero ni siquiera los países en el podio de la fecundidad llegan a alcanzarlos.

“No debemos obsesionarnos por el balance entre muertes y nacimientos, es una tendencia que va a seguir así en los próximos 30 o 40 años por el gran tamaño de las generaciones del baby boom y que difícilmente se podría revertir por mucho que aumente la fecundidad”, aclara el director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona, Albert Esteve. A ello se suman los nacimientos a la baja, porque las generaciones de los 70 y 80 fueron mucho menos numerosas, lo que hace que haya menos personas en edad potencial de ser padre o madre.

“En sí tener una población más pequeña no tiene por qué afectar al crecimiento económico del país, siempre que el nivel de productividad y los salarios sean altos”, añade el jefe del Departamento de Población del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, Diego Ramiro Fariñas. Pero sí hay que repensar todo el ciclo vital, diseñado para vivir 70 años cuando en breve superaremos los 90, prosigue.

Menos del 20% de los menores de 30 años ha logrado emanciparse

“Aunque parezca contraintuitivo, el aumento de la esperanza de vida es el principal antídoto al envejecimiento”, sostiene Esteve, ya que eso hace que la gente mayor sea en realidad cada vez más joven. Un cambio que, insiste, debería servir para reajustar todo el sistema y redibujar los límites de la edad sin poner “esa frontera tan abrupta a los 65 años”. Algo que no necesariamente supone aumentar la edad de jubilación, pero sí ser imaginativos para hallar fórmulas flexibles para mantenerse activos más tiempo y permitir una mejor transición entre la vida activa y la inactiva. Porque para el sostenimiento del sistema, aclara, el problema no es tanto el aumento de las defunciones como el descenso de la población activa.

Pero lo más preocupante, subrayan estos demógrafos, es que no se tienen todos los hijos que se podrían tener. “La preferencia por los dos hijos es muy estable y compartida por todos los países europeos, pero no hay ninguno que consiga alcanzarla”, apunta Esteve. España, con una tasa de fecundidad de 1,3 hijos por mujer –la más baja de la UE, solo por detrás de Malta– se encuentran a 0,7 de ese objetivo. Pero incluso Suecia y Dinamarca, que están más cerca (con tasas cercanas a los 1,8 hijos por mujer) y con políticas de ayuda a la maternidad muy desarrolladas, han visto caer ligeramente su fecundidad en los últimos años. Algo que Esteve achaca, en parte, al encarecimiento de la vivienda en estos países.

Para conseguir aumentar la fecundidad, uno de los aspectos “vitales” es la emancipación temprana. “Pero eso no se puede dar si no se tiene seguridad para salir del hogar familiar, ya sea de forma subvencionada por el Estado –como en los países del norte de Europa– o autofinanciada por tener un trabajo estable, bien pagado y vivienda asequible”, prosigue Esteve.

Un elemento que se ve de forma clara en España. Su baja tasa de fecundidad coincide con una emancipación muy tardía. Según los últimos datos del Consejo de la Juventud de España (CJE), dependiente del Ministerio de Sanidad, menos de uno de cada cinco jóvenes menores de 30 años (19%) logra independizarse, la cifra más baja de la última década.

La preferencia por los dos hijos es generalizada en toda Europa, pero ni siquiera los países con mayor fecundidad logran tenerlos

La dificultad de acceso a una vivienda que no deja de encarecerse en las principales ciudades del país se suma a la contundente realidad de precariedad laboral: la tasa de temporalidad de este colectivo se sitúa en el 55%, y su salario medio apenas superan los 11.000 euros anuales. Imposible, así, hacer planes de futuro.

Todo ello condiciona que la edad a la que se tiene el primer hijo sea “de las más altas del mundo”, apunta Esteve, en concreto, 30,9 años en 2017, según los últimos datos de Eurostat, una cifra que no ha cesado de crecer desde la crisis. Pero además, ese retraso conlleva que un 25% de las mujeres no conseguirá ser madre, ya que la fertilidad cae sustancialmente a partir de los 35 años, y que las que sí puedan serlo tendrán muchas menos probabilidades de tener un segundo hijo, explica Fariñas.

“Para tener hijos hay que tener confianza en el futuro, y si en España no se tiene cierta estabilidad casi hasta los 40 años, ya puede ser demasiado tarde para plantearse formar una familia”.

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