Por un nuevo modelo de formación para el trabajo
No se necesitan parches financieros ni meras decisiones tácticas, sino estrategia y ambición
Las cifras no resultan nada alentadoras. Una de ellas: el 14% de las ofertas de trabajo actuales no existía hace 15 años. Otra: el 70% de los trabajadores que se incorporen al mercado laboral en los próximos años desempeñarán tareas aún no inventadas. Otra más: el 60% de los graduados universitarios europeos considera que el sistema educativo no les capacita adecuadamente frente a la revolución tecnológica. El reto que la sociedad española tiene ante sí es mayúsculo.
El periodo de mayor estabilidad institucional que se abre en España debería ser aprovechado por los actores políticos, empresariales y sociales para poner en marcha aquellas reformas que garanticen que nuestro país afronta con éxito el siglo XXI. Por nuestra propia experiencia, somos conscientes de que el actual modelo de capacitación y reciclaje de todas aquellas personas trabajadoras o en búsqueda activa de empleo exige importantes cambios si quiere ser realmente efectivo en este nuevo contexto. Asumiendo nuestra responsabilidad con el futuro del empleo, al inicio de una nueva legislatura desde el sector de la formación queremos promover y contribuir al debate público sobre cuál debería ser la formación más adecuada para potenciar la empleabilidad, la competitividad y la creación de riqueza.
Para empezar, y dada la propia naturaleza del tejido productivo español, el compromiso con la capacitación y el reciclaje laborales debe tener necesariamente un ámbito prioritario de actuación: las pequeñas y medianas empresas. Y, entre estas, las micropymes, que, con plantillas menores a los diez trabajadores, son con frecuencia las más ignoradas por las iniciativas públicas y privadas sobre formación para el empleo. Mejorar la capacitación de los empleados de las pymes es contribuir a resolver el problema de competitividad que ha lastrado históricamente a la economía española.
La revolución tecnológica debe estar también mucho más presente en la formación para el empleo. Las competencias digitales, decisivas para el trabajo en el siglo XXI, deben tener un peso mucho mayor en los currículos que se diseñen y es esencial que se incluya también el desarrollo de la teleformación, con certificados propios de profesionalidad.
Pero si una correcta definición de los ámbitos de actuación es fundamental (pymes, teleformación, competencias digitales), no menos importante son los tiempos. El diseño de las convocatorias por la Administración debería hacerse a partir de una comprensión adecuada tanto de los ciclos de financiación e inversión de las empresas prestadoras de servicios de formación y de los empleadores. Frente a las actuales convocatorias anuales, las ayudas públicas deberían articularse a través de convocatorias plurianuales. No queremos parches financieros ni decisiones meramente tácticas, defendemos la estrategia y la ambición: se debe realizar también una planificación intersectorial y sectorial con objetivos a largo, medio y corto plazo, y que incluya medidas y propuestas de mejora del propio modelo.
Estos horizontes de actuación más dilatados, lejos de reducir la capacidad de control de la Administración sobre la ejecución de los fondos, deberían llevar asociados estándares de control más rigurosos. Puesto que son las propias empresas y trabajadores quienes en última instancia financian gran parte de la formación para el empleo a través de sus cotizaciones, no debemos cejar en la exigencia de mayor transparencia y en la inclusión de instrucciones de seguimiento y control homogéneas, que sean publicadas con carácter previo al inicio de los programas formativos.
Pero, más a largo plazo, creemos también que el futuro del sector debería venir definido por una transición desde un modelo de ayudas públicas mejorado, como el actual, hacia otro más consensuado en el que las empresas prestadoras de la formación obtengan el reconocimiento necesario. La transparencia, la innovación y, sobre todo, la adaptación continua a las cambiantes necesidades formativas deberían ser aspectos centrales. Debemos poner al trabajador y a sus necesidades mucho más en el centro. No faltan propuestas que doten de contenido al modelo del futuro, siendo el cheque formación una a explorar a través de experiencias piloto.
La formación de nuestros trabajadores es una palanca central, si no la más importante, para conseguir situar a España en la vanguardia económica del siglo XXI, y la colaboración entre los poderes públicos y el sector de la formación para el empleo resulta esencial para garantizarlo.
Estamos convencidos de que el nuevo contexto de cambio técnico acelerado, lejos de una amenaza, puede representar el trampolín desde el que consolidar el importante progreso realizado por nuestro país durante décadas recientes en la formación de los trabajadores españoles. Trabajemos juntos por ello.
Juan Antonio Sánchez / Pedro Pablo Rey/ Jorge Azcárate son presidente de Aegef / Cecap / Anced