Jan Mulder: “El arte, como los taxistas, tiene que transformarse”
El empresario peruano y coleccionista de arte expone con motivo de Arco parte de su colección en Madrid
Forma parte de una de las familias empresariales más notables de Perú, dedicada a la distribución farmacéutica desde hace más de siete décadas. A su currículo como ejecutivo le une su faceta como coleccionista de fotografía, afición que le viene desde su infancia, cuando su padre recogía estampas familiares con su cámara Rollei. Desde entonces, Jan Mulder (Lima, Perú, 1949) fue alimentando su curiosidad hacia esta disciplina artística, hasta el punto de que cuando su familia le envío a Estados Unidos a estudiar Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Boston, decidió cambiar, al año de estar allí, de carrera y cursar Fotoperiodismo.
Actualmente compagina su labor como director de la junta de Química Suiza, director del Centro de la Imagen en Lima y del centro cultural El Ojo Ajeno, y expone hasta el 27 de marzo, en la Casa de América de Madrid, la muestra Estratos de un paisaje, una selección de 108 obras de 35 artistas de su colección de fotografías, enmarcada dentro de la programación especial sobre Perú, país invitado en ArcoMadrid 2019, que se celebra del 27 de febrero al 3 de marzo.
- R. ¿Por qué decidió cambiar su formación e inclinarse por la fotografía?
- R. Porque siempre tuve afición, y después de un año estudiando Administración de Empresas, decido pasarme a la Facultad de Comunicación porque entendí que era lo que más me podía aportar. Hubo malestar en la familia por el cambio de carrera, pero siempre he creído que cada uno tenía que aprender lo que quisiera. Gestionar una empresa tiene que ver con la visión y el liderazgo, y con la fotografía desarrollé mi criterio y un gusto por las imágenes. Sin embargo, cuando terminé mis estudios me dediqué a la empresa familiar y descuidé un poco esta afición, que retomé en 2002 cuando comencé la colección. He tenido suerte porque el negocio familiar estuvo bien manejado y vi oportunidades para hacerlo crecer, entrando en las cadenas de farmacia hasta que vino un competidor [Interbank] y nos compró el año pasado.
- R. Ese es el fin de muchas empresas familiares.
- R. Sí, pero sigo estando en el directorio de esta compañía, orgulloso de ver cómo una empresa de 79 años pasa a formar parte de una gran corporación y sigue desarrollándose. Lo hemos hecho porque es una forma de seguir creciendo, no por dejadez; además, la siguiente generación ya ha emprendido en otros negocios, como el electrónico. Ahora estoy en fase de jubilación, pero no puedo quedarme en casa leyendo un libro o viendo Netflix, aunque cada vez estoy más centrado en mi etapa cultural. Creo que he cumplido en el desarrollo de la empresa, y es bueno diversificarlo. Las generaciones mayores diferenciamos entre la formación europea, más basada en obtener buenas notas, de la estadounidense, mucho más enfocada a lograr al éxito.
- R. Pero, al final, ambas buscan el éxito, ¿cómo se consigue este?
- R. Es parte de una ambición personal, es una visión, son factores que intervienen y que hacen que algo salga bien. Es disciplina, orden… En nuestra empresa, en 1976 éramos 950 personas, que con la crisis que vivimos en la época del presidente Alan García [en la segunda mitad de los años ochenta] bajamos a unas 700 personas, y después con la expansión a Ecuador y Bolivia alcanzamos las 2.000 personas, que a día de hoy son 12.500. El éxito se consigue con gente talentosa e identificada con los valores de una compañía.
- R. Ha pasado de ser una empresa familiar a una multinacional; ¿qué diferencias ha notado?
- R. Es distinto, en una multinacional está la misión establecida, y he visto a muchas empresas familiares exitosas, por ejemplo, la alemana Wella, que fue vendida a una multinacional como Procter & Gamble, estar a punto de desaparecer porque no se le supo sacar provecho. Al final, acabaron vendiéndola y ahora forma parte de un grupo francés.
- R. ¿La fotografía es una vía para entrar en el coleccionismo?
- R. Es una vía si se tiene una visión de dónde se quiere llegar. Se puede tener fotografía como parte de una colección de arte o una colección de fotografía. Es una disciplina que refleja tanto el mundo real como el abstracto, es entorno natural, es historia…
- R. Sin embargo, se ha considerado una disciplina menor.
- R. Tengo un amigo, que forma parte del patronato del Museo del Prado, que me decía que una fotografía no es arte, ya que en el Prado no hay fotografía, hasta que el año pasado decidió coleccionar fotografía. Es una técnica reciente, pero en el siglo XIX empezó a reemplazar al retrato, y los autores tuvieron que transformar su actividad y convertirse en artistas contemporáneos. Esto sirve también para la huelga de taxistas que ha habido en España. Todo se transforma. Un taxista ha comprado una patente que hoy no tiene valor. Cabify se inventó en España, está en muchos países, y ha venido para quedarse. Nunca una máquina de escribir hizo huelga por la llegada del ordenador. Ocurre lo mismo con el arte, que se transforma como tienen que hacerlo los taxistas, aunque hay arte que evoluciona más que otro. En mi colección tengo 1.700 fotografías y 16 vídeos, pues el vídeo es una parte de la tecnología que va evolucionando. El secreto está en cómo se sepa aprovechar. Ahí está Bill Viola.
- R. ¿Concibe el arte como inversión?
- R. Hay personas que compraban arte a modo de especulación, pero hoy es más complejo porque es difícil adivinar si un artista que cuesta cien mañana costará mil. No he vendido nunca, y tendré que hacerlo para renovar la colección.