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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España no debe quedarse atrás en la carrera mundial de los sandbox

Reino Unido aspira a convertirse en la capital de la innovación financiera y hay iniciativas en una veintena de países

El mundo de la innovación, en todas sus variantes, se desarrolla habitualmente en un contexto de lucha constante y hostil frente a una serie de barreras que incluyen la falta de financiación, la escasez de talento, la burocracia y el exceso de regulación. La necesidad de lidiar con estos dos últimos escollos ha impulsado la aparición de los sandbox, campos de pruebas desrregulados, aunque de forma controlada, en los que compañías y emprendedores pueden materializar nuevos proyectos y demostrar no solo sus ventajas, sino también su seguridad y su viabilidad. Aunque el entorno de las fintech se ha convertido en el principal foco de puesta en marcha de sandbox, estos constituyen una herramienta muy ventajosa para cualquier sector económico, como se recordó ayer durante una jornada sobre este tema organizada por Cotec.

El Gobierno ha elaborado un anteproyecto de ley para regular los sandbox en el ámbito de la innovación financiera y las fintech. Pese a que desde el Ministerio de Economía se confía en que el texto pueda todavía salir adelante, existe el riesgo evidente de que se quede en un cajón a la espera de ser rescatado –o abandonado– por el siguiente Ejecutivo. De confirmarse ese extremo, se trataría de una seria pérdida de tiempo en un ámbito, el de la innovación financiera, en el que existen destacados jugadores que ya están tomando posiciones. El sandbox británico, que comenzó a funcionar en 2017 y aspira a convertirse en un foco de atracción mundial de innovación financiera, constituye el modelo que España ha seguido para tratar de regular esta herramienta. Pero no es el único; ya hay iniciativas similares en más de una veintena de países. Como ha recordado recientemente la CNMV, que junto al Banco de España y la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, serían los encargados de supervisar los proyectos, participar en un sandbox no garantiza que los reguladores aprueben finalmente la idea, pero sí permite probarla y defenderla en un entorno seguro para el mercado y para los consumidores.

Además de la urgencia de regular la figura en sí misma, hay dos grandes cuestiones sobre las que es necesario reflexionar. La primera es la conveniencia de crear sandbox en otros sectores, más allá del financiero, como ocurre en distintas legislaciones y como reclaman, con razón, las empresas. La segunda, la urgencia de cortar el viejo y pesado lastre que supone para las empresas la enmarañada y desorbitada normativa española, rica en duplicidades y capaz de ahogar cualquier atisbo de innovación.

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