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A Fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una bola de cristal para la economía en 2019

Las predicciones apuntan a una recesión en EE UU a final de año y una convergencia de las Bolsas mundiales

REUTERS

Es un buen momento para revisar los acontecimientos más importantes del pasado año, y también para mirar hacia el futuro y tratar de anticipar las tendencias que dominarán en 2019. Los economistas somos mejores explicando que prediciendo, pero tiene su justificación. Algunos hechos –como la Bolsa de valores– no son predecibles y responden a hechos sobrevenidos. A lo más que llegamos es a anticipar cómo responderán los distintos agentes económicos ante un suceso determinado no predecible.

Desde hace bastantes años la revista británica The Economist publica, por estas fechas, un número especial al que titula El mundo en… seguido del número del año que se inicia. El recién publicado –El mundo en 2019– presenta las tendencias económicas, y también sociales, para el próximo año.

Como es fácil imaginar, su aproximación no tiene nada que ver con la de la bola de cristal. Lo que hace es tomar como referente el pasado, lo conocido, para proyectarlo hacia el futuro. Por eso, su primera apuesta es la ralentización de la economía. Eso es bien conocido porque todos los organismos internacionales llevan tiempo apuntando en la misma dirección. Pero, siendo más precisos, apuesta que a mediados de año EE UU superarán su etapa más larga de crecimiento ininterrumpido, y que lo más probable es que, para finales de 2019, entren en recesión.

Anticipa, también, que el crecimiento de China se ralentizará. En Europa el problema será Italia, amenazada por una crisis financiera que puede poner, de nuevo, en riesgo al euro. Con los datos que tenemos hasta ahora, todo indica que el crecimiento de la economía norteamericana se ralentizará conforme se vayan agotando los estímulos fiscales, la Reserva Federal suba los tipos de interés y los aranceles estén plenamente operativos. El 1 de enero de 2019 los aranceles que ha puesto Trump a los bienes y servicios chinos aumentarán del 10% al 25%, y se da por descontado que la Reserva Federal aumentará, a partir de mediados de año, los tipos de interés en 0,25 puntos porcentuales al menos en dos ocasiones. Hasta ahora las subidas de tipos se han notado más en los países emergentes, pero sus efectos sobre la economía norteamericana ya se están dejando sentir, especialmente en las Bolsas. Estados Unidos tiene el paro por debajo del 3,8%, lo que indica que la economía no está necesitada de estímulos monetarios adicionales.

Un hecho curioso es que se atreve a apostar que las Bolsas mundiales convergerán. Si se exceptúa el nerviosismo de estos días, en los últimos años la Bolsa norteamericana ha crecido bastante más que las del resto del mundo. Lo que The Economist se atreve a pronosticar (y hay que insistir en el se atreve porque a lo que más se parece el comportamiento de las Bolsas es al de un casino) es que la convergencia se producirá como consecuencia del crecimiento de las Bolsas del resto del mundo, incluidas las Bolsas europeas.

La pregunta es qué hará Trump en estas circunstancias. Está claro que con Trump puede pasar cualquier cosa, aunque va a tener las manos más atadas al controlar los demócratas la Cámara de Representantes. Una primera posibilidad es que tome la deriva agresiva que acostumbra para desviar los problemas. Como la mayoría de los políticos le preocupa más el corto que el medio plazo. Lo urgente y no lo importante. También son probables los ataques a los movimientos migratorios que tanto le gustan a sus votantes. Pero, con lo aficionado que es a hacer lo contrario de lo que se espera de él, también puede tomar otro camino.

Por ejemplo, puede hacerle carantoñas a los demócratas, proponiéndoles estímulos fiscales para potenciar la economía. Puede rescatar el ambicioso plan de infraestructuras que anunció a bombo y platillo en la campaña electoral. También puede venderles rebajas de impuestos a los trabajadores, en lugar de a los ricos que es lo que ha hecho hasta ahora. Y por supuesto, lo que termine pasando con la economía, y no solo la de EE UU, dependerá de política exterior, de lo que haga con China.

En la guerra comercial entre EE UU y China nos jugamos todos mucho. Las subidas arancelarias de 2019 afectarán negativamente al crecimiento de la economía mundial. Pero, seguramente, el principal efecto será sobre la confianza empresarial. La mayoría de las empresas exportadoras están preocupadas, y las empresas preo­cupadas invierten menos. Además, aunque llegara a un acuerdo comercial con EE UU, China tiene otros problemas. Está cerrando el grifo del crédito tras los excesos del pasado, y la burbuja que afecta al mercado inmobiliario es muy alarmante. La deuda de las familias supera el 110% de los ingresos, una cifra más alta que la de EE UU, Japón y Francia. Y con esta deuda tan elevada no pueden tirar del consumo mundial como se esperaba.

Por otra parte, en 2019 la tecnología va a seguir revolucionando el mundo, y por tanto también la economía. No parece que haya escapatoria: ni nosotros podemos escapar de los avances tecnológicos ni la tecnología puede escapar de las regulaciones. Esto implica que Silicon Valley podría estar enfrentándose a problemas serios porque se está estrechando el cerco a los gigantes tecnológicos. Ya están, pero van a seguir estando todavía más, en el punto de mira de los organismos reguladores, tanto en EE UU como en la UE.

Respecto a España, el titular del artículo que le dedica resume muy bien la situación: Una España dividida necesitada de una nueva fase de reformas. Yo añadiría que no es tiempo de contrarreformas –como parece que plantea el Gobierno con el mercado laboral– dando marcha atrás a una reforma que ha creado mucho empleo, aunque de calidad manifiestamente mejorable. Su conclusión es que España necesita un partido reformista fuerte, porque la recuperación empieza a flaquear, la educación y el sistema de pensiones necesitan una reforma urgente, y el tiempo no va a solucionar por sí solo el conflicto catalán. Así que habrá que ir pensando en arremangarse.

Matilde Mas es Catedrática de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y directora de proyectos internacionales del Ivie

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