La bola de nieve que se nos echa encima
Los inversores, especialmente los que no asumen riesgos, han ido retroalimentando la compra masiva de activos en el mercado
Son muchas las dudas o preguntas que se oyen últimamente sobre por qué el mercado está “tan nervioso” o por qué hay una volatilidad “inusual” que no permite una “estable formación de los precios”… y he aquí dónde se encuentra la fatal arrogancia perfectamente ejecutada por los burócratas en la última década. Fíjense que he querido resaltar tres palabras concretas y las cuales se rodean de unas sospechosas comillas, pues verán:
No hay nervios, hay mercados sobrecomprados donde hoy día el 90% de los flujos del mercado americano ya lo producen productos oportunistas basados en la expansión cuantitativa; la indexación o (ETFs) que compran y venden indiscriminadamente cestas completas
No es inusual. El mercado es un organismo vivo y cambiante; y este constante fluir es sano para la supervivencia del mismo
La estabilidad en la formación de precios es nuestra enemiga. Lo que sigue a la extrema estabilidad es la tormenta, el caos y las avalanchas o, como también se conoce en mercados, los sucesos de cola. Solo los que entienden el concepto de incertidumbre y no de riesgos pueden posicionarse de manera que la convexidad sea su aliada; la volatilidad es y debe ser tu amiga.
Pero, ¿qué tienen estos tres elementos en común? Las políticas de Qe (Quantitative easing), NIRP (Negative interest rates policies) y ZIRP (Zero interest rates policies) ejecutadas efectivamente bajo el mantra de la liquidez, suponiendo de manera indirecta la mayor deformación de precios en la historia de las economías “no intervenidas” o, mejor dicho, de menor intervención, como han sido las occidentales (y de la propia japonesa, que no ha logrado salir de ella en más de 30 años). De aquellos polvos, estos lodos.
De esta masiva impresión indirecta de papel moneda, aquella inflación de activos; que no revalorización. La comunidad inversora, en especial aquella que no asume riesgos de mercado ni responsabilidades en la toma de decisiones, ha ido retroalimentando la compra masiva de activos: recomendación a recomendación, ETF a ETF, Qe tras Qe, caída de volatilidad tras caída de volatilidad, subida tras subida, mayor apalancamiento y cortos de volatilidad…
Y ya sabemos que sucede con el comportamiento humano gracias a Minsky en cuanto a la toma de decisiones de inversión se refiere: la baja volatilidad es traducida como un bajo riesgo y esto conlleva a aumentar los riesgos asumidos en una vorágine alcista donde, flujo tras flujo, el dinero continua entrando y se acumulan las órdenes de compra, situando al mercado en un extremo del que sin duda aprenderemos mucho los próximos años – espero que para no repetirlo – y del que aún desconocemos sus potenciales efectos: o al menos cuándo se producirán.
Traduzcamos los argumentos en datos:
En los últimos años, los principales bancos centrales de occidente y Japón han impreso unos 15 billones de dólares, mientras la entrada en fondos indexados ha sido de unos 10 billones de dólares. De estos 10 billones de dólares, aproximadamente el 90% se encuentran concentrados en tres gestoras. Las estrategias de inversión de estas tres gestoras donde se han colocado estos fondos son réplicas: ETFs sobre índices, sin discriminación ni selección de valores, estrategias compradas o long-only, cortos de volatilidad y donde la descorrelación entre activos no existe; por la propia naturaleza del vehículo. Estos productos invierten en valores muy líquidos… algo teóricamente bueno, tal y como se estudia en todas las escuelas de negocios. Ahora, ¿pagarías una prima por la liquidez? Bien, en estos momentos quizá merece la pena pagar una prima por la iliquidez porque, verán, cuándo el agua corre, la corriente siempre es más fuerte por donde solía correr: ¿Y dónde se han dirigido principalmente los flujos inyectados en estos últimos 10 años?
De hecho, como advertía Howard Marks en una de sus últimas cartas trimestrales, los niveles de endeudamiento en términos globales no han reducido, sino que han aumentado; la calificación media crediticia ha empeorado y aun así los spreads entre las diferentes calidades de deuda son mínimos históricos: por lo que el efecto compra el mercado no se ha dado solo de renta variable sino que también ha llegado a la renta fija. Algunos inversores globales, con un claro sesgo contrario a consenso, lo han calificado como la Twin Bubbles y es que la renta fija esta vez no soportará el mango y la correlación entre activos se está volviendo cada día más vertiginosa y par. Pero dejémonos de anglicismos, llamémoslo la Burbuja Gemela.
Thor Vega es analista financiero de Gesconsult