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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un futuro pos-Brexit que se ensombrece por momentos

Las cicatrices que dejará la salida a Gran Bretaña son lo suficientemente evidentes como para que su Gobierno las reconozca

CINCO DÍAS

Antes de la llegada del divorcio exprés, la legislación española exigía acreditar dos años de separación legal para iniciar el procedimiento con el que poner fin al matrimonio. No era un requisito arbitrario, sino basado en la experiencia, que demostraba que un significativo número de parejas reconsideraban su decisión tras esa reflexión. En el caso del Reino Unido y Europa, los dos años transcurridos desde la aprobación del Brexit no se han saldado con una marcha atrás –que buena parte de la opinión pública habría dificultado seriamente– sino con un acuerdo de divorcio que la parte más débil del contrato, en este caso Reino Unido, se esfuerza por defender en casa. Pese a ello, los fragmentos de la ruptura son lo suficientemente afilados como para que el Gobierno británico reconozca que el Brexit pactado dañará la economía, aunque menos que una salida abrupta.

En medio de una batalla en la que los golpes llegan no solo desde la oposición, sino desde las filas del propio partido, Theresa May trata de convencer a sus compatriotas de que la hoja de ruta que ha arrancado de Bruselas es la mejor opción posible para un futuro incierto. El Gobierno británico reconoce que en 15 años el acuerdo pasará una factura de al menos el 2,1% del PIB, cifra que puede dispararse hasta casi un 11% en caso de salida no negociada. Los datos aportados por el Banco de Inglaterra son aún más contundentes: el organismo anticipa una depreciación de hasta el 25% de la libra y una caída del PIB del 8% para 2023. Aunque el objetivo del Gobierno es convencer de la bondad de lo pactado al Parlamento, que deberá aprobar el acuerdo, y a los británicos, las cicatrices que dejará al país son lo suficientemente evidentes como para que el Ejecutivo las reconozca. Desde las filas torys se asume este hecho, pero también se recuerda que los británicos optaron por el divorcio por razones que incluyen la economía, pero que van más allá de esta.

Al margen de la exactitud de unas cifras que constituyen más un análisis que una previsión, el horizonte se ensombrece por momentos. Pese a los esfuerzos de May, aún en caso de ser ratificado, el acuerdo augura una primera etapa compleja de cara a las nuevas relaciones comerciales que Reino Unido quiere implementar, y que tienen a EE UU como principal destinatario. Esas barreras se sumarán al fragor de la guerra comercial y a la necesidad de sentar las bases de la relación con el primer mercado de los británicos: la UE. No se trata de un buen escenario, porque ni a las exportaciones europeas ni a la economía mundial les conviene un Reino Unido frágil o empobrecido.

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