Las empresas de EEUU y Canadá ya notan el efecto de la guerra comercial
El fabricante de componentes de automóvil Magna prevé una bajada de producción Alcoa pide a Trump una exención de impuestos
Las empresas norteamericanas empiezan a notar los efectos de la guerra arancelaria iniciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El fabricante canadiense de componentes para automóviles Magna pronosticó que su producción de vehículos ligeros en Norteamérica caerá de los 17,3 millones a los 17,2 millones, debido a los efectos de la subida de aranceles impuesta por Trump.
Las compañías de la región también están a la espera de cómo siguen las negociaciones por el acuerdo de libre comercio entre México, EEUU y Canadá, el NAFTA. Desde Magna aseguraron el pasado mayo que son “cautelosamente optimistas” respecto a dichas renegociaciones.
Otra compañía que ha pedido a Donald Trump que rectifique su política arancelaria, ha sido la empresa norteamericana Alcoa, una de las mayores productoras de aluminio del mundo. La empresa ha solicitado al departamento de comercio de Estados Unidos que se le conceda una exención de impuestos para poder importar 40.000 toneladas de aluminio desde Canadá. Este material tiene un gravamen del 10%. Desde la compañía explicaron que este pedido es solo es el comienzo de un esfuerzo para tratar de hacer retroceder las tarifas de la administración Trump sobre las importaciones canadienses de aluminio.
Alcoa es el principal productor de aluminio de Estados Unidos. Posee tres fundiciones de esta metal en el estado canadiense de Quebec; y otras tres en EEUU. La compañía dijo el pasado mes de julio, que por culpa de los aranceles al aluminio proveniente de Canadá (su principal proveedor), incurrirá en gastos adicionales de hasta 14 millones de dólares por mes.
Otra empresa de EEUU que ha reaccionado a las medidas comerciales de Trump ha sido el fabricante de vehículos eléctricos Tesla. A principios del mes de julio, la compañía firmó un acuerdo con el Gobierno de Shanghái para abrir una fábrica en esa ciudad china, en la que pretende producir 500.000 coches al año. Su entrada en funcionamiento está prevista para 2020. Con esta estrategia, Elon Musk, presidente y director general de Tesla, quiere evitar pagar los impuestos que el Gobierno chino impuso a los vehículos importados desde EEUU.
A la fábrica en el país asiático se le sumaría una megafactoría de la compañía en Europa. La automovilística está negociando con las autoridades de Alemania y Holanda esta posibilidad. La empresa ya tiene su sede en los Países Bajos, aunque el presidente de la firma aseguró a través de Twitter que Alemania es una opción “líder” para acoger la primera planta de Tesla en el viejo continente.