Más gasolina al fuego independentista
Con el discurso del presidente Quim Torra resulta difícil que las empresas vuelvan a Cataluña
La abstención de los cuatro diputados de la CUP en la segunda votación de investidura celebrada el lunes ha permitido el nombramiento de Quim Torra como president de la Generalitat, desbloqueando así la formación de un Govern en Cataluña, tras más de medio año de aplicación del tan famoso 155. Sin embargo, Torra, el elegido por el propio Puigdemont para sustituirle y portar el estandarte de la lucha independentista, ya ha manifestado abiertamente su intención de echar más gasolina a un fuego con el que dinamitar los puentes por los que las empresas huidas de Cataluña podrían regresar si en algún momento se reestableciera la normalidad.
Y si desde el punto de vista político, parece que no se augura un desbloqueo de la situación, desde el punto de vista económico da la impresión de que nos encaminamos hacia una nueva fuga de empresas, dado el fanatismo que parecen demostrar los futuros dirigentes de la región, y antes de que el barco termine de hundirse por completo.
Desde la celebración del referéndum ilegal del 1-O, más de 4.500 empresas parecen haber abandonado Cataluña. Y entre ellas se encuentran todas las del grupo AXAWinterthur, en las que Torra fue directivo y apoderado. Las alarmas se dispararon y desde entonces no han dejado de sonar. De hecho, la insistencia del nuevo inquilino de la Generalitat en construir una república catalana no hace sino agudizar el miedo y la tensión. Y es que, al margen de las consideraciones políticas, resulta evidente que el éxodo empresarial que está sufriendo Cataluña no solo va a producir una pérdida de competitividad y un sobrecoste económico adicional para estas compañías que se marchan –que tendrán que financiar su implantación en otro territorio–, sino que también afectará al conjunto de los trabajadores de la comunidad autónoma, así como a los propios ingresos fiscales de la Generalitat y de los municipios de los que se hayan fugado estas empresas.
Mucho nos tememos que con el nombramiento de Torra lo más probable es que la salida de compañías de Cataluña continúe creciendo, al incidir el nuevo presidente en seguir los pasos de su predecesor y seguir avivando la llama de la independencia, lo que podría terminar quemando el tejido empresarial de la región.
El miedo a la independencia ha llevado a miles de compañías a aplicar el dicho de que más vale prevenir que curar. Sin embargo, con un president como Torra, para quien es “un honor ser un radical y defender a Cataluña radicalmente”, resulta difícil esperar el regreso de las compañías que han abandonado la comunidad catalana.
Es más, dos de las principales empresas que tenían su sede fiscal en Cataluña pero que decidieron trasladarla, La Caixa y Sabadell, ya han dicho públicamente que con el actual discurso de Torra “no es posible volver a contar con la sede en Cataluña”. Y si eso piensan las que en su día fueron las grandes enseñas de la región, ¿qué no pensarán los pequeños empresarios que se juegan el pan de sus familias y el de sus empleados?
Es evidente que las arcas públicas de la Generalitat se resentirán significativamente con esta desbandada empresarial, puesto que el domicilio fiscal es determinante para establecer la competencia tributaria y cuantificar el alcance de la cesión de ciertos tributos y, por lo tanto, en la capacidad de recaudar tributos con los que financiar el pago de las competencias asumidas.
La Generalitat catalana y muchos municipios ya están sufriendo una sensible merma de sus ingresos, lo que no es más que el primer paso que provocará un incremento del déficit público y/o una reducción de la calidad de los servicios a prestar a los ciudadanos.
Es decir, más allá de ampliar la brecha social, la investidura de Torra podría propiciar el desmantelamiento del Estado del Bienestar catalán y el deterioro de los servicios públicos más básicos. Si, como se dice, la pela es la pela, el coste de la amenaza soberanista puede salirle caro al pueblo catalán, y más que se encarecerá de continuar por los mismos derroteros.
Abel García es socio de Life Abogados