No es el sistema lo que falla en la protección social de los autónomos
Solo 4.000 trabajadores por cuenta propia cotizaban por encima de la base mínima en el ultimo trimestre
Los trabajadores autónomos, a través de su federación de asociaciones (ATA), desmontaron ayer con datos en la mano una de las grandes quejas del colectivo: el escaso nivel de protección social que les proporciona el sistema y el elevado coste que este tiene para el trabajador. Según el análisis realizado por ATA, los autónomos españoles disfrutan de una protección que está entre las más altas de Europa, aunque en algunas prestaciones lo es en términos nominales, es decir, en función de aportaciones voluntarias. Los datos apuntan a que dos tercios de los trabajadores por cuenta propia cotizan por la base mínima, un porcentaje que sube a cerca del 80% si se descuenta al autónomo societario.
Pese a que poco a poco el esquema comienza a cambiar –un total de 4.000 miembros del colectivo cotizaban ya por encima del mínimo en el último trimestre– la realidad es que existe una mayoría de autónomos atrincherados en esa base mínima, una circunstancia que parece explicarse por un desconocimiento del sistema que les impide planificar tanto el nivel de prestaciones que esperan como los gastos que estas requieren. Más allá de esa explicación, no existen motivos para arremeter contra un sistema que no solo está entre los más garantistas de Europa, sino que en algunos capítulos (jubilación activa, la reincorporación tras paternidad o maternidad o las bajas) es más protector que el de los asalariados.
Los datos que aporta la radiografía elaborada por las federaciones de autónomos apunta a que es necesario incentivar a los trabajadores por cuenta propia para que opten por una base de cotización superior a la mínima, un objetivo que en buena parte exige una campaña informativa clara y eficaz. A ese reto hay que unir otro problema al que nadie parece atreverse a poner una solución efectiva: la situación de los casi seis millones de falsos autónomos que existen en Europa, así como la elevada cantidad de trabajadores no convencionales, un colectivo que ha crecido de forma exponencial gracias a la digitalización y a la precarización laboral que ha dejado como herencia en todo el continente la crisis económica.