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Jaime Silos (Spainsif):“No se trata de sustituir análisis financiero por algo esotérico”

“El auge de la inversión responsable ha hecho más fácil saber qué hay debajo de las carteras”, asegura el presidente de Spainsif

Jaime Silos, presidente de Spainsif.
Jaime Silos, presidente de Spainsif.Pablo Monge

Licenciado en Derecho pero con formación financiera, es uno de los mayores expertos en inversión socialmente responsable (ISR) de nuestro país; de hecho, además de presidir Spainsif, organización que vela por difundir y potenciar la ISR, es directivo de Forética, la asociación de empresas y profesionales de la responsabilidad social empresarial.

R. La práctica totalidad del patrimonio de fondos con criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo) está en manos de inversores institucionales, ¿qué encuentran en este tipo de inversión?
R. Hay dos atributos que hacen de ella la mejor opción. El primero es la capacidad de conectar con los valores de los ahorradores, ya que estos inversores responden ante instituciones que tienen fines concretos. Tras el reciente tiroteo de Florida, los empleados públicos del sector educativo de ese estado descubrieron que su fondo de pensiones estaba invertido en compañías de armamento. Cuando tú gestionas dinero de instituciones tienes que asegurarte de que saben lo que hay dentro de la cartera para que luego no haya sorpresas. El segundo atributo es quizá la parte más egoísta, porque tiene que ver con la capacidad de generar rentabilidades ajustadas a riesgo por encima de la media. Esto se consigue porque la inversión responsable no trata de sustituir el análisis financiero por algo esotérico, sino que complementa ese estudio, que nos dice mucho sobre las compañías, con otro extrafinanciero. Si sabemos cuál es el impacto y el riesgo a nivel social, ambiental y de buen gobierno corporativo tomaremos las mejores decisiones de inversión y las carteras serán más eficientes y más rentables.
R. Recientemente, hemos visto cómo malas prácticas de las empresas han impactado severamente, caso por ejemplo de Facebook.
R. Muchos inversores responsables no tenían presencia en la red social precisamente por fallos en el gobierno corporativo dado que, por ejemplo, tiene un rendimiento de cuentas muy, muy pobre. Que una compañía tenga mal gobierno corporativo o mala calificación a nivel social o ambiental es un indicador adelantado que te dice que esa compañía probablemente tendrá problemas.
Jaime Silos, presidente de Spainsif
Jaime Silos, presidente de SpainsifPablo Monge
R. Es decir, ¿invertir con criterios ASG absorbe parte del riesgo?
R. Sin duda, y hay varios estudios que así lo demuestran. Un trabajo de Barclays de hace poco más de un año concluye que los criterios ASG mejoran el rendimiento de las carteras de renta fija, algo muy interesante porque, en teoría, ahí sabes a priori lo que vas a ganar. Sin embargo, el informe ha encontrado una correlación directa entre la evolución de las variables extrafinancieras ASG y el futuro de la evolución crediticia. Si tú tienes una mala calificación social o ambiental es muy posible que en los próximos años o meses tengas algún tipo de shock como el que ha sufrido Facebook. Todo eso está generando una prima de riesgo de atributos ASG: las compañías que peor lo hacen a nivel ASG cotizan con descuento respecto a las que lo hacen mejor.
R. ¿Y todo esto cómo afecta a la rentabilidad? Siempre se ha dicho que estos fondos logran mejor retorno, pero a largo plazo.
R. No creo que sea una cuestión de plazos. Como en todo en la vida, hay gestores buenos, mediocres y malos Y eso también ocurre en esta área. No obstante, Morningstar ha concluido que la probabilidad de encontrar un fondo bueno es más alta entre los fondos ASG que entre los tradicionales. En definitiva, no es cuestión de plazo, sino del enfoque en la gestión.
R. ¿Por qué cree que el pequeño inversor no accede a estos productos?
R. Para que haya ISR lo primero que tiene que haber es inversión, y en España menos del 15% del ahorro de las familias está en vehículos de inversión. Y, además, tenemos un perfil de ahorrador poco sofisticado, financieramente hablando. Nosotros vemos el riesgo en la prescripción ya que vemos que a muchos asesores financieros les da miedo meter a sus clientes en ISR porque aún creen que la ética te cuesta dinero, un error importante.
R. La inmensa mayoría de las ventas de fondos se sigue haciendo en la red de distribución de los grandes bancos, ¿hay suficiente formación para recomendar este tipo de vehículos?
R. Estamos viendo que las redes de banca privada están empezando a formarse, con algunos casos francamente interesantes, pero la realidad es que aún queda mucho por hacer. Es un producto que no tienen bien controlado y por eso no lo prescriben.
R. ¿Notan que las nuevas generaciones de inversores piden ese plus de responsabilidad o sostenibilidad?
R. Hay dos segmentos francamente interesantes y que generan una gran oportunidad para la inversión responsable: la mujer y los mileniales. La mujer racionalmente no ha tenido el rol de administradora del ­patri­monio financiero de las familias hasta hace muy poco, pero eso está cambiando muy ­rápido y tienen cada vez más peso en la toma de decisiones. Y resulta que las inversoras son mucho más sensibles a los atributos extrafinancieros que los hombres. El varón se centra en el binomio rentabilidad-riesgo; sin embargo, las mujeres valoran otros atribu­tos, tienen más interés en saber dónde está invertido su dinero. El empoderamiento de la mujer en los mercados de capitales es un gran vector de crecimiento. El segundo es el de los mileniales, que es más una promesa que una realidad. Desprenden un mayor interés por estos aspectos pero el problema es que no tienen dinero para invertir.
R. ¿Cree que el pequeño inversor sabe realmente en qué está invertido en su fondo de inversión?
R. Creo que no. Hasta hace muy poco ni siquiera el inversor institucional sabía qué había en sus carteras, y precisamente el auge de la ISR ha hecho más fácil saber qué hay debajo del portafolio. No me refiero a la acción, sino al comportamiento de cada una de las compañías. Pero el particular aún está lejos de desarrollar esa sensibilidad de saber qué hay debajo de sus carteras.

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