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Irán, más allá de mitos y prejuicios

Sin aparente interés por parte de las autoridades, la república islámica empieza a abrirse al turismo La parte vieja de Yazd es un laberinto de pasadizos que parecen conducir a lugares secretos

Turistas en la mezquita de Yazd.
Turistas en la mezquita de Yazd.Marce Redondo (Cinco Días)

Es una sociedad orgullosa de su cultura y de su historia que acoge a los visitantes con una hospitalidad desbordante, un país todavía libre del turismo de masas con un extraordinario patrimonio y un bagaje histórico envidiable... Irán, la antigua Persia, no es lo que nos han venido contando en los últimos años.

Por eso, antes de emprender el viaje conviene dejar atrás prejuicios y recelos sobre esta tierra –como el sambenito de lugar peligroso–, paso imprescindible de las principales rutas comerciales entre el Lejano Oriente y Europa y donde, a pesar de los ayatolás, pervive el culto al dios Sol, el zoroastrismo.

Poco a poco, sin prisas y sin aparente interés por parte de las autoridades, la República Islámica de Irán comienza a abrirse al turismo. Los iraníes desean atraer turistas, quieren mostrar las particularidades de su país y mejorar una imagen muchas veces simplificada.

Teherán es nuestra primera parada. Situada a los pies de los montes Alborz, la cordillera que se extiende desde los límites de Armenia hasta el mar Caspio, la capital iraní, con más de 12 millones de habitantes, es un auténtico hervidero. Más que en los monumentos, su atractivo se encuentra en su vitalidad, en el ajetreo de los bazares, en su ambiente.

Isfahán alberga el que quizá sea el conjunto arquitectónico más bello y fascinante del mundo islámico

Entre enormes murales, a mayor gloria del ayatolá Jomeini o de los mártires de la revolución, se abren camino avenidas abarrotadas de coches y transeúntes, plenas de actividad. En las calles, dominadas por la tradición y la religión impuestas, los iraníes se ven obligados a guardar las apariencias. Mientras, en privado, las mujeres se desprenden del velo, se bebe alcohol, se leen libros prohibidos o se ven canales de televisión de todo el mundo con antenas parabólicas no permitidas pero que muchos teheraníes se han instalado.

La capital iraní esconde algunas joyas en las que conviene reparar. El bazar es una de ellas. Históricamente, el gran mercado de la capital ha sido un importante centro de poder comercial y político (las huelgas de los bazaaris, la casta comercial que durante siglos ha sido decisiva en la historia de Persia, lograban paralizar el país hace apenas unas décadas) y, aunque haya perdido influencia, sigue siendo el corazón de la economía iraní.

Tampoco hay que perderse museos de interés, como el Arqueológico y el de las Joyas, o el espléndido palacio de Golestán, Patrimonio de la Humanidad, obra maestra de la arquitectura y artesanía persas, iniciado en el siglo XVI.

Rumbo al sur

Dejamos Teherán para adentrarnos en las zonas desérticas del sur, donde descubriremos ciudades míticas, fabulosas ruinas o milenarios poblados de adobe. Kermán, parada obligada en la Ruta de la Seda, la ciudad de los afamados pistachos y el cobre, ya era un importante punto de la ruta comercial que conectaba el golfo Pérsico y Asia Central cuando Marco Polo llegó en 1271.

Hoy es la menos atractiva de las ciudades del sur, pero tiene algunos puntos de interés, como la encantadora plaza Ganj Ali Khan, en el corazón del bazar. Es muy recomendable perderse por sus callejuelas, en las que se respira un ambiente genuino y tranquilo que invita a pasear.

Kermán es también base para acercarse a las milenarias ciudadelas de adobe de Mahan, Rayen y Bam, y al jardín de Shahzed, que forma parte del conjunto de jardines persas Patrimonio de la Humanidad, auténticos oasis que milagrosamente se nutren todo el año de las aguas subterráneas del desierto.

La gran sorpresa

Mezquita en Yazd.
Mezquita en Yazd.Marce Redondo (Cinco Días)

Siguiendo la carretera del desierto de Lut, que conduce hasta el golfo Pérsico, alcanzamos Yazd, la gran sorpresa, una deliciosa ciudad de adobe y cúpulas turquesa, de las más antiguas de Irán, último reducto del zoroastrismo. De hecho, aquí se encuentra el Yazd Atash Behram o Templo del Fuego, donde permanece viva la llama sagrada prendida hace 1.500 años.

El zoroastrismo ha dejado una gran herencia cultural y patrimonial en Yazd, como las Torres del Silencio, dos enormes atalayas situadas en las afueras destinadas a rituales funerarios. Yazd es conocida también por sus badgirs o torres de viento, unas ingeniosas estructuras de adobe en forma de chimenea que actúan como sistema de refrigeración natural, creando un efecto refrescante en el interior de los edificios.

La parte vieja de Yazd es un laberinto de callejuelas y estrechos pasadizos que parecen conducir a lugares secretos. Deambular por ellas al atardecer y recabar en alguna terraza de cafés y tiendas para contemplar las torres de viento, cúpulas y minaretes teñidos de un azul intenso, nos transporta a un escenario mágico digno de Las mil y una noches.

La más bella

Puente Si-o-Seh Pol, en Isfahán.
Puente Si-o-Seh Pol, en Isfahán.Marce Redondo (Cinco Días)

A cuatro horas en coche de Yazd se encuentra “la ciudad más bella de Irán”. Cuando Shah Abbas I convirtió Isfahán en la capital de Persia, en el siglo XVI, encargó a los mejores arquitectos y artesanos de la época la construcción de Naqsh-e Jahan, la magnífica plaza de Isfahán que alberga el que quizá sea el conjunto arquitectónico más bello y fascinante del mundo islámico.

El principal destino turístico de Irán, la ciudad que, según un proverbio persa, es “medio mundo”, se encuentra en una llanura a orillas del río Zayandeh, repleta de bulevares arbolados, palacios y jardines. Es también un importante centro de artesanía, el lugar ideal para hacer compras en el gran zoco que rodea la plaza.

Isfahán tiene bellísimos puentes, adonde los viernes al anochecer acuden muchos jóvenes que aprovechan la excepcional resonancia de los arcos para cantar y tocar instrumentos tradicionales.

La ciudad de los poetas

Shiraz, la ciudad de las rosas, los poetas, las mujeres bellas y, antes, del vino, es otra de las capitales monumentales del sur. Aquí reposan los restos de Hafez, el poeta místico sufí del siglo XIV cuyos poemas recitan los iraníes; es un icono nacional.

Shiraz es la puerta de entrada a algunos de los mayores tesoros arqueológicos del mundo. Ni las invasiones ni el paso del tiempo han borrado la grandeza de la fastuosa capital del Imperio persa.

Bajorrelieve en Persépolis.
Bajorrelieve en Persépolis.Marce Redondo (Cinco Días)

Persépolis fue construida en torno al año 500 a. C. por Darío I para celebrar los festejos del Imperio y recibir a las delegaciones procedentes de todos los rincones de sus posesiones que acudían a rendir pleitesía al Gran Rey. Más de 2.500 años después, sigue impresionando: palacios, puertas monumentales, capiteles, bajorrelieves... Inolvidable la entrada por la Puerta de las Naciones, flanqueada por toros alados.

Escaparate de chadores.
Escaparate de chadores.Marce Redondo (Cinco Días)

Guía para el viajero

Normas. No hay que olvidar que Irán es un país especial debido a su régimen teocrático. El viajero que desee acercarse a la magnífica Persia debe saber que existen códigos sociales y de vestimenta estrictos, sobre todo para las mujeres, también para las extranjeras, aunque cada vez son más laxos. El alcohol está estrictamente prohibido.

Cómo llegar. Turkish Airlines es la aerolínea que más vuela a Irán desde España, vía Estambul, a muy buenos precios. Tiene conexiones con cinco ciudades iraníes, incluidas las más turísticas.

Cómo moverse. Los vuelos interiores son baratos y se reservan fácilmente en agencias de viajes locales. Otra opción es contratar un coche con chófer –las carreteras son bastante buenas–. Y para viajeros cómodos, TUI ofrece viajes organizados de 11 días que cuestan entre 1.700 y 2.300 euros, en función de los hoteles.

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