Pilares para invertir en una fase alcista avanzada
De cara a 2018, conviene apostar por la gestión activa, la diversificación y la flexibilidad Para alternativos, la característica más deseable es la opcionalidad
Se acerca el final de año y como siempre, las casas de análisis y medios especializados nos inundan de informes y artículos con sus perspectivas para el próximo ejercicio. Resulta enriquecedor hacer de vez en cuando un análisis con algo más de perspectiva y alejándonos del día a día. Como dicen los ciclistas, levantar la cabeza del manillar para mirar por dónde va la carretera. No termino de comprar el hecho de que sea siempre en estas fechas, como si el mundo de gestión de activos terminara el 31 de diciembre y volviera a empezar el 1 de enero, pero el ejercicio es positivo en cualquier caso.
En este artículo no vamos a tratar de predecir la evolución de las Bolsas, tipos de interés o el dólar durante 2018, siendo nuestras probabilidades de acierto, como las del resto, limitadas. Lo que sí vamos a hacer es dar unas pautas útiles, dada la situación de los mercados, para establecer una estrategia o incluso seleccionar un fondo de inversión.
Tanto el ciclo económico como las Bolsas se encuentran en una fase avanzada del ciclo alcista, pero mientras la inflación se mantenga controlada y tengamos un sólido crecimiento económico como el actual, no damos por agotado el actual ciclo alcista.
Por supuesto que las valoraciones son ajustadas, los tipos de interés están en niveles ridículamente bajos y las políticas monetarias serán algo menos expansivas de ahora en adelante. Por esas razones, debemos invertir aun asumiendo riesgos, pero unos riesgos controlados y adecuados para el perfil de cada inversor.
En esta fase avanzada del ciclo alcista recomendamos basar nuestra estrategia de inversión en cuatro pilares: gestión activa, diversificación, flexibilidad y opcionalidad.
Gestión activa, porque en la última fase de los ciclos alcistas se incrementa la dispersión entre los sectores y compañías que lo hacen mejor y los sectores y compañías que lo hacen peor. Esto es un hecho estadísticamente probado, pero se sustenta en algo tan simple como que cuando se termina el todo vale, se incrementan las diferencias entre ganadores y perdedores y determinadas fortalezas o debilidades se hacen más relevantes.
En cualquier caso, igual que la forma más segura de no batir a los índices es replicarlos cargando una comisión por ello (gestión pasiva), la gestión activa tiene un periodo de maduración más largo, por lo que no la recomendamos para inversiones puramente tácticas.
Diversificación, incluso de nuestras propias decisiones. En esta fase de ciclo es más sencillo cometer errores y, por eso, es importante lograr el equilibrio entre carteras de convicción y carteras diversificadas. La forma más adecuada de hacerlo es lograr una combinación de varios gestores, cada uno de ellos con sus propias convicciones y opinión de mercado, porque si todas las decisiones las toma el mismo, para que haya convicción podemos terminar en eso que decía Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan… tengo otros.”
Flexibilidad, porque en esta fase el fondo de mercado puede cambiar más rápidamente que en otras y debemos tener el plan B preparado para implementarlo de forma casi inmediata en caso de llegar al escenario para el que lo preparamos. La posibilidad de estar cerca de un punto de inflexión otorga gran valor a la flexibilidad y capacidad de adaptación a nuevos contextos de mercado, si bien es cierto que dichos puntos de inflexión suelen identificarse a posteriori.
Opcionalidad, entendida como búsqueda de asimetría en los retornos. Dicho de forma más sencilla, que el perjuicio que un error pueda tener sobre la cartera sea menor que el beneficio que pueda aportar un acierto.
Los mismos cuatro pilares se pueden aplicar a la hora de elegir uno u otro fondo de inversión, con independencia de su clase de activo o categoría. Los tendremos muy presentes tanto para seleccionar un fondo de renta variable europea, como si buscamos un fondo mixto o uno de retorno absoluto, si bien según la categoría o clase de activo unos serán más relevantes que otros.
Al buscar fondos mixtos, de cara a 2018 será realmente importante la flexibilidad. Un gestor no es flexible por intención, sino por vocación y por mandato. En este caso, los mandatos suelen dar la flexibilidad suficiente al gestor, pero en la mayoría de los casos esa flexibilidad apenas es utilizada. Asegurémonos de que el gestor del fondo seleccionado ya haya demostrado que es capaz de incrementar o reducir significativamente su exposición a renta variable, y de que si su posicionamiento neutral sea del 40%, no se mueva siempre entre el 35 y el 45%.
Para fondos de renta variable, destacamos como deseables de cara a 2018 la gestión activa y la convicción. Buscamos gestores que construyan su cartera de acciones partiendo de una hoja en blanco, no de un benchmark, y que no tengan acciones que no les gustan por el mero hecho de formar parte de un índice. Esto, que podría parecer de Perogrullo, deja fuera al 75% de los fondos de renta variable.
Para alternativos, la característica más deseable es la opcionalidad, que debe diferenciarse de la descorrelación. La frecuente promesa en estas categorías de fondos de “ganar dinero con independencia de la evolución de los mercados” suele terminar en decepción, pero los buenos gestores sí que han demostrado, en el tiempo, que participan más en la evolución de los mercados en las fases alcistas que en las bajistas y eso da una opcionalidad muy interesante en el medio y largo plazo.
Una vez dadas las principales características a buscar de cara a 2018, no puedo dejar de recordar la importancia de una gestión o asesoramiento profesionales y, en esta fase avanzada del ciclo, esto toma si cabe aún más relevancia.