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El Foco
Tribuna
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Lo que hay que saber para invertir con éxito en China

Los inversores temen el riesgo de los mercados emergentes, pero hay más prejuicios que realidad

Ceremonia de clausura del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
Ceremonia de clausura del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China.EFE

La opinión de consenso tiene una visión poco halagüeña sobre los mercados emergentes: los considera ineficientes, volátiles y una fuente de riesgos. Y con razón. Pero ese pesimismo visceral podría llevar a los inversores a infravalorar lo que se ha convertido en un universo de inversión atractivo para aquellos que se tomen el tiempo de analizarlo con una mirada libre de prejuicios.

Hablando en plata: definitivamente, hoy en día los inversores no pueden dar la espalda a los mercados emergentes. Según un reciente análisis de Bank of America Merrill Lynch, en los seis principales mercados alcistas de las últimas cuatro décadas, la renta variable emergente se revalorizó de media hasta triplicar el nivel de la renta variable del mundo desarrollado. Y, según los analistas, estas fases alcistas tuvieron una duración media de entre tres y cuatro años. No cabe duda de que esta evolución meteórica debería llamarnos poderosamente la atención, especialmente en un contexto en el que la renta variable emergente está empezando a recuperarse tras cinco años a la zaga de la de las economías desarrolladas.

Las especulaciones sobre las cuestiones técnicas subyacentes siempre se traducen en debates que resultan tan animados como poco concluyentes. Los puntos de vista difieren de forma significativa en aspectos como las valoraciones de mercado (ya que el crecimiento real de los beneficios es, en última instancia, el criterio fundamental), el riesgo de una subida marcada de los tipos de interés en EE UU (la historia demuestra que estas fluctuaciones tienen una repercusión limitada en los mercados emergentes) y las perspectivas de apreciación del dólar (¿quién sabe?).

Por el contrario, el análisis de los fundamentales sugiere que las economías emergentes han recuperado por fin su atractivo para los inversores mundiales tras verse ninguneadas desde finales de 2010.

China, entre otros, ofrece actualmente magníficas oportunidades para los inversores de cara a beneficiarse de un crecimiento sólido y duradero. No obstante, si bien los expertos están concentrados en el XIX Congreso del Partido Comunista chino que se ha celebrado estos días y que debería servir para perpetuar las políticas de la era Xi Jinping, las noticias relevantes para los inversores son otras. Lo que importa desde su punto de vista es que el proceso de reforma económica sigue su curso.

Numerosas empresas estatales –el núcleo de la antigua economía china–, que se ven azotadas por un ingente exceso de capacidad y por un apalancamiento excesivo, están inmersas en un proceso de reestructuración. Algunas se han visto abocadas al cierre, mientras que otras están reduciendo de forma considerable su capacidad de producción. Esto desembocará en márgenes de beneficios más elevados y en menores niveles de endeudamiento. Pero, aunque no lo parezca, estos fabricantes –actualmente en una situación muy delicada– no son la mejor opción de inversión hoy día.

Por lo general, las reformas de gran calado resultan dolorosas a corto plazo, como el caso de Argentina deja meridianamente claro. Han tenido que transcurrir dos años desde que el presidente Mauricio Macri fuese elegido y llevase a cabo reformas cruciales, tales como el desmantelamiento de las subvenciones inefectivas, para que la economía argentina empiece a levantar cabeza. (Los inversores de los mercados europeos deberían tomar buena nota de este ejemplo).

En China, la principal ventaja de la mejora de las perspectivas para la vieja economía es la reducción del riesgo sistémico y la disminución progresiva de la excesiva carga de la deuda del país, que muchos consideran como una auténtica bomba de relojería. Pero las mejores oportunidades de inversión a largo plazo se hallan en las empresas del sector consumo que no están endeudadas y poseen tanto unos cómodos márgenes de beneficios como un marcado potencial de crecimiento.

Hace veinte años, hablar de mercados emergentes era hablar de materias primas, Sudáfrica y mano de obra barata. Hoy en día, la combinación de una clase media (cada vez más) numerosa y el uso incipiente de nuevas tecnologías en los sectores de distribución y consumo está generando unas oportunidades de crecimiento espectaculares. Alibaba y Tencent, los gigantes chinos virtuales del momento, ya valen en conjunto tanto como toda la capitalización bursátil de Latinoamérica. Las economías que tienen un gran número de sectores infrapenetrados (por ejemplo, banca, salud, seguros, transportes, seguridad y ocio, según el país) ofrecen un número incalculable de posibilidades para la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la gestión de datos y el segmento fintech. Además, los modelos de negocio impulsados por plataformas web y efectos de red generan mercados en los que el ganador se lo lleva todo y que dividen claramente a los competidores entre vencedores y vencidos. Esto implica que es necesario realizar análisis exhaustivos y contar con una pericia considerable para identificar a los primeros y evitar a los segundos. Sea como fuere, las oportunidades están ahí.

A la postre, podría decirse que lo que lleva a tantos inversores a recelar de los nuevos mercados sectoriales o geográficos es una comprensión inadecuada de la situación. Del mismo modo, estos mercados ofrecen un terreno extremadamente fértil para aquellos inversores que se tomen el tiempo de prepararlo y cultivarlo.

Didier Saint-Georges es miembro del comité de inversiones de Carmignac.

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