La envidia puede arruinar su carrera
Este sentimiento es propio de quienes no logran sus objetivos y buscan que otros tampoco lo hagan
Soy la envidia, un sentimiento más presente de lo que parece en la vida profesional o en la política. No se suele hablar de mí, pero estoy muy presente”. Si destacamos en algo, la envidia de alguno o algunos puede llegar a truncar nuestra carrera profesional o política, sin que sepamos muchas veces por qué motivo no conseguimos ciertas metas. Por ello, es recomendable que gestionemos la envidia a modo de prevención y de protección. Como no podemos controlarla en los demás, tenemos que aprender a convivir con ella y, si puede ser, evitar a los envidiosos. El tiempo que dedicamos, por no decir malgastamos, en compararnos con los demás o a criticarlos probablemente estaría mejor invertido si lo dedicáramos a nuestra propia mejora personal. Un indicador de la envidia es la presencia de críticas reiteradas e injustificadas.
Por desgracia, la realidad es que la envidia, ese deseo, natural, de lo que no se posee, ese sentimiento negativo, de inferioridad, dañino, resultado de una baja autoestima (poco amor propio), del miedo, de la frustración, de la comparación constante con los demás o de convicciones negativas, es una pasión inconfesable, más presente de lo que pensamos y causa de infelicidad.
La envidia puede llegar a ser patológica, destructiva y fuente de resentimiento: “Si yo no puedo conseguirlo, tú tampoco lo conseguirás”. La envidia no solo es generada por personas sino por la publicidad. Es un recurso frecuente para aumentar el consumo. Un tipo de publicidad cuyos métodos son como mínimo discutibles.
Quien destaca suele generar envidia, en menor o mayor grado, en lugar de admiración. Los envidiosos suelen atribuir los resultados de los demás a la suerte, y no al esfuerzo, cuando la mayoría sabemos que el éxito (siempre relativo) no suele llegar por casualidad. En general lo alcanzamos después de mucho esfuerzo y de más de un fracaso previo.
La envidia suele ser propia de mediocres, de personas que no consiguen alcanzar sus objetivos y que quisieran, o se esfuerzan, para que otras personas tampoco alcancen los suyos. Los envidiosos son personas que, en el fondo, no se sienten bien consigo mismas. La envidia puede agravarse cuando los envidiosos confluyen en un proyecto común contra alguien: “Dios los cría y ellos se juntan”.
Una manera de intentar reducir en lo posible el surgimiento de la envidia hacia nosotros es ser humildes y discretos, evitar ser ostentosos o vanidosos. También ayuda comunicar, cuando sea necesario, que el progreso conseguido lo hemos alcanzado después de grandes esfuerzos.
Siempre que podamos tendremos que evitar que personas envidiosas formen parte de nuestro círculo. Como no siempre es posible, más si cabe en entornos empresariales o políticos, tratemos de ignorar al envidioso. Cuando el envidioso sobrepase ciertos límites, intentemos dialogar con él para procurar solucionar la situación y, si no es posible y son acciones graves, deberemos emprender acciones legales. En todo caso, tendremos que estar tranquilos, reconocer que el envidioso tiene un problema y justamente lo que suele querer es desequilibrarnos, hacernos perder la serenidad, el dominio de nosotros mismos, sacarnos de quicio.
Como dijo Antoine de Saint-Exupéry, “lo esencial es invisible a los ojos”. Lo esencial (la amistad, el amor, nuestra reputación, imagen, credibilidad, capacidad de generar confianza e influencia, etc.) no deberíamos dejarlo al azar, sino que habría que gestionarlo. Aunque no sea algo urgente, la gestión de lo intangible termina siendo determinante en la vida profesional o política. Gestionemos nuestra percepción social, aquello que nos hace o nos deshace en la sociedad. Porque, nos agrade o no, el éxito suele depender de cómo nos perciben los demás. Por ello hay que ser auténticos y conscientes del efecto que causamos e intentar mejorarlo mediante la formación adecuada y la gestión de la propia percepción…, aunque si progresamos o triunfamos, algo tendremos garantizado, posiblemente: la presencia de envidiosos… más o menos cerca.
Francesc Domínguez es socio de Barton Consultants.