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Desafío independentista en Cataluña
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cómo Fainé y Oliu lograron derrotar a Puigdemont

Santander no anunciará en su Investor Day cambios en sus objetivos por el efecto catalán

Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña.EFE

Hace solo tres semanas que ninguna compañía catalana creía que iba a aprobar una  medida tan drástica como la de trasladar su sede social y fiscal fuera de Cataluña en octubre. Había runrún de intranquilidad, pero ni analistas ni inversores acosaban a las empresas para que abandonaran su región de origen.

La banca llevaba más de dos años amenazando con drásticas medidas si el Gobierno catalán pasaba a la acción en su objetivo de independizar unilateralmente esta comunidad autónoma. Pero en ningún momento consideraba que las tensiones entre el Gobierno central y el catalán iban a radicalizarse tanto.

Pese a ello, casi todas o todas las grandes empresas habían comenzado a montar comités de seguimiento en sus distintas divisiones a raíz de la consulta llevada a cabo el 9 de noviembre de 2014 por el Gobierno catalán para comprobar el grado de aceptación ante una posible declaración independentista. Pero las conclusiones hasta hace dos semanas no aportaban suficientes razones para indicar la necesidad de un cambio de sede social fuera de Cataluña. Eso sí, si había que abordar esta drástica medida se haría de forma coordinada, por lo menos entre CaixaBank y Banco Sabadell. Así habían quedado sus responsables hace dos años.

Banco Sabadell decidió reforzar su comité de seguimiento hace algo más de dos semanas al detectar cierta salida de depósitos de las oficinas de Cataluña hacia otras regiones, e incluso hacia otras entidades. Las fugas eran de poca cuantía, pero se iban intensificando. Las salidas no eran solo de Sabadell, sino de prácticamente todas las entidades con sucursales en la comunidad autónoma.

Su preocupación ante un posible cambio de sede, aún no previsto entonces, era más sentimental que burocrático. Su presidente, Josep Oliu, ya había llevado a junta y aprobado en 2015 una modificación en los estatutos del banco como preveía la Ley 9/2015 para trasladar el domicilio social sin necesidad de que pasase por la autorización de los accionistas. Sabadell así podía cambiar de sede en 24 horas, como así ha sucedido.

CaixaBank no había sido tan previsor. Pensó que nunca llegaría ese momento. Pero llegó y tuvo que activar su peso e influencia no solo en el tejido industrial catalán, sino español. Isidro Fainé utilizó toda su influencia, que es mucha, para desactivar la bomba de relojería que se había puesto en marcha para el empresariado de Cataluña, y por extensión para toda España. Y lo consiguió. En juego estaban la seguridad jurídica del país, la mecha había prendido en los mercados y podía afectar al conjunto de la economía del país.

El fin de semana del 30 de septiembre y 1 de octubre (día del referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña), ambos bancos intensificaron los controles sobre la salida de depósitos y las opiniones de los clientes e inversores. La conclusión empujaba a adoptar una medida traumática, pero ninguno de los dos bancos lo había decidido aún. “Pensaban que el suflé bajaría el lunes, que el discurso independentista se moderaría pese a lo sucedido el domingo, incluidas las cargas policiales”, explica una fuente conocedora de lo sucedido entre bastidores en el empresariado catalán.

“La alarma llegó el lunes, cuando toda la prensa internacional se hacía eco de lo sucedido en Cataluña, con fotos de policías cargando contra ciudadanos que iban a votar, aunque fuese un referéndum ilegal. La dureza de las imágenes mostraban una España de épocas muy anteriores a la democracia. “Parecía otro país”, afirman fuentes de una de las empresas que han decidido cambiar su sede fuera de Cataluña.

La reacción de los mercados no se hizo esperar. El 2 de octubre los fondos no paraban de pedir explicaciones, de reclamar medidas de urgencia, de vender sus posiciones sobre todo en CaixaBank y Sabadell, las dos entidades más expuestas a un hipotético proceso independentista, que supondría la salida del euro y del Banco Central Europeo, el oxígeno de la banca europea. Algunas fuentes apuntan a que responsables de la UE también llamaron el martes preocupados por la situación.

Las agencias de rating también piden explicaciones y soluciones ante el problema catalán. La amenaza, además, aunque fuese solo eso, una amenaza, de que se pudiese nacionalizar las compañías de servicios públicos catalanas, como autopistas, la banca, Gas Natural, Agbar… avivaba más la llama.

CaixaBank y Sabadell deciden así que no pueden aguantar más sin adoptar medidas drásticas, como mudar su sede social. Había que atajar el problema ya. El mercado había comenzado a extender el mensaje de que España se podía convertir en un país de una enorme inseguridad jurídica. Isidro Fainé, presidente de la Fundación Bancaria La Caixa, además de Gas Natural, y alma máter de la principal entidad financiera catalana y la tercera de España, CaixaBank, se pone en contacto con el rey Felipe VI y con el presidente del Gobierno, Marino Rajoy.

Fainé ya había consultado al tejido empresarial. El Gobierno también.

Había comenzado el desplome de las acciones de ambos bancos y la salida de depósitos se incrementaba. Se habían encendido todas las alarmas. CaixaBank y Sabadell intensifican sus medidas coordinadas y el martes lanzan mensajes similares para tranquilizar a clientes y al mercado, pero no lo consiguen.

El botón rojo se apretó el miércoles tras la intervención pública de Carles Puigdemont, quien no moderó su mensaje independentista. Fainé pide al Gobierno una norma urgente que permita trasladar la sede de CaixaBank fuera de Cataluña, lo que también beneficia al resto de empresas catalanas.

El jueves ambos bancos saben que tienen que trasladar su domicilio social. Comprueban que las posiciones de los fondos para vender crecen alarmantemente. Sabadell se adelanta y toma la iniciativa. Va confirmando a quien lo pregunta que se irá a Alicante. Puede hacerlo en 24 horas. Sus estatutos están preparados.

CaixaBank espera a que el Gobierno le confirme que habrá normativa para acelerar su salida, y que será aprobada el viernes en Consejo de Ministros. Es tras esta confirmación cuando remite a la CNMV un comunicado convocando a su consejo para el viernes con el objetivo de aprobar su éxodo de Cataluña.

No es hasta después de este comunicado cuando Sabadell remite el suyo anunciando que su consejo ha aprobado el cambio de sede a Alicante. Y dicho y hecho, el viernes ya tenía su domicilio social y fiscal allí. Otro acto coordinado. Pero el efecto de este cambio ya había tenido su respuesta en Bolsa. Los títulos de ambos bancos se habían disparado.

Tras estos acontecimientos todas las grandes empresas empiezan a comunicar su salida de Cataluña, aunque CaixaBank no lo ratifica hasta que el sábado el BOE publica la norma que le permite un traslado exprés.

El viernes, Oliu y Fainé se reunieron con Oriol Junqueras, vicepresidente económico de la Generalitat, para comunicarle su decisión. Junqueras intentó convencerles para que echaran marcha atrás, pero ya era demasiado tarde. También se lo comunicaron personalmente a Puigdemont.

La euforia vivida el lunes en el Govern ante el posible triunfo del independentismo se disolvió como un azucarillo entre el jueves y el viernes. La bomba había quedado desactivada.

Banco Santander celebra mañana martes su Investor Day en Nueva York. Parece que no habrá cambios en sus planes, ni objetivos, pero seguro que los inversores no pararán de preguntar por el efecto independentista catalán.

Según expertos y fuentes financieras, habrá que esperar aún años para que el efecto negativo independentista desaparezca de los mercados.

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