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Tribuna
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La Diada y la posverdad en Cataluña

La sociedad catalana está dividida, y eso en una democracia nunca es motivo de celebración

Manifestación independentista previa a la celebración de la Diada.
Manifestación independentista previa a la celebración de la Diada.PAU BARRENA (AFP)
José Carlos Díez

Este lunes se celebra la Diada en Cataluña. Lamentablemente la sociedad catalana está dividida y eso en una democracia nunca es motivo de celebración. Dicen que la posverdad son mentiras que los que las cuentan acaban creyéndoselas. Trump es el mayor exponente, pero la posverdad es tan antigua como la condición humana. Rajoy es el único presidente de la democracia que ha tenido que pedir un rescate internacional pero pretende pasar a la historia como el presidente que evitó el rescate.

En Cataluña, los catalanes están sometidos a posverdad tanto desde los independentista como de los no independentistas. Pero la posverdad independentista se aproxima mucho a Trump. Trump ha demostrado que la posverdad es un instrumento eficaz para ganar elecciones. La pretensión de este artículo es aplicar la primera lección que aprendí en la Universidad de Alcalá cuando comencé a estudiar economía; que las ideas y las opiniones estén basadas en hechos. Lo mismo que ahora enseño a mis alumnos.

La principal posverdad independentista es que pertenecer a España ha sido un lastre para Cataluña y que los catalanes van a vivir mejor desde el primer día de la independencia. Nadie conoce el futuro y los economistas envidiamos a los que nunca se equivocan. Nosotros somos conscientes que nos equivocamos cuando hacemos previsiones. Pero cuando los ciudadanos tienen que tomar decisiones en condiciones de elevada incertidumbre, como es el caso de la independencia, conviene tener un modelo teórico contrastado empíricamente para apoyar tu decisión.

Desde hace un siglo en las facultades de economía enseñamos que los procesos de integración económica donde los efectos de creación de comercio superan a los efectos de desviación del mismo mejoran el desarrollo económico y el bienestar humano. Este fue el fundamento teórico que se usó para justificar la integración de España en la Unión Europea en los años ochenta y se ha cumplido. España tiene hoy el doble de empleo no agrícola que en 1986 y hemos triplicado la renta por habitante y el gasto social por habitante.

En Cataluña el empleo no agrícola también se ha doblado desde 1986 y ha crecido cuatro veces más que en Alemania y ocho veces más que en Francia. Si Cataluña hubiera concentrado el 70% de sus ventas y producción en Francia y Alemania en vez de en España la creación de empleo y el aumento de renta por habitante y gasto social habría sido significativamente inferior.

La burbuja inmobiliaria y la crisis bancaria en Cataluña, gestada y gestionada por catalanes, fue mayor que en el resto de España y Europa. Por eso la destrucción de empleo y la crisis ha generado tanta infelicidad. Pero la recuperación está siendo de nuevo más intensa que en el resto de Europa. Los independentistas dijeron en 2012, durante el rescate y los recortes, que pertenecer a España era una limitación para que Cataluña saliera de la crisis. En 2017 con aumento del gasto y empleo público y una política monetaria del BCE favorable al crecimiento, el empleo crece en Cataluña próximo al 3,5%, el triple que en Francia y en Alemania. El debate debería estar centrado en la calidad del empleo y los salarios y lo que nos enseña la teoría y la historia económica es que la independencia y la desintegración económica no sólo no es la solución para esos problemas sino que puede agravarlos.

Otra posverdad fácilmente demostrable es la tesis independentista que Cataluña ha sido sistemáticamente agraviada por la inversión pública. Disponemos de estadísticas del Ministerio de Fomento desde 1991 que incluyen la inversión de: Adif en ferrocarril, Aena en aeropuertos y Puertos del Estado.

Las ideas son libres pero los hechos son únicos y Cataluña ha sido la comunidad autónoma que más inversión pública ha recibido del Estado. Desde 1991 el Estado ha invertido en Cataluña 15.500 millones de euros, el 15% del total y el doble que han recibido Madrid o la Comunidad Valenciana.

Los independentistas dicen que el Estado ha invertido menos que su porcentaje en el PIB. Pero en los datos del ministerio de Fomento hay un 10% de inversión no regionalizable. Si suponemos que se ha cumplido las leyes de la probabilidad en esa inversión no regionalizable Cataluña estaría próxima a su peso en el PIB. Además de ser falso, asignar inversión pública bajo el criterio del peso de cada comunidad autónoma por el criterio de su peso en el PIB es una aberración tanto desde el punto de vista de la eficiencia y como el de la equidad entre los ciudadanos.

Tras el gran esfuerzo en inversión pública de la sociedad española durante los diferentes Gobiernos desde 1986 y con la solidaridad de todos los ciudadanos europeos a través de los fondos estructurales y de cohesión la prioridad para complementar el modelo radial es el arco Mediterráneo.

Este corredor concentra la mitad de la población española. Si se acomete este gran proyecto, Cataluña durante esos años recibiría más inversión que su peso en el PIB de España, como sucedió durante las Olimpiadas de Barcelona de 1992, cuando se construyó el AVE hasta Cataluña o la ampliación del aeropuerto de El Prat.

Hoy debería ser un día de celebración en Cataluña por todo lo logrado juntos en los cuarenta años de democracia. Mi deseo sería, como John Lennon, imaginar un mundo sin países donde todos los ciudadanos podamos vivir en paz. Pero para conseguirlo es condición necesaria acabar con la posverdad. Lamentablemente los catalanes están sometidos a la misma exposición de posverdad que los estadounidenses con Trump.

José Carlos Díez es profesor de economía de la Universidad de Alcalá

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