Trump juega al Monopoly con Europa
El enfrentamiento con Qatar pone en peligro las importaciones de gas natural licuado de Europa
Cuando, supuestamente, el presidente Donald Trump asiente ante la solicitud de permiso del rey saudí –junto con Egipto y otros países del Golfo– para cerrar las fronteras y las relaciones diplomáticas con Qatar, causando así una crisis de consecuencias aún impredecibles, el todopoderoso mandatario estadounidense sabe que en el tablero de su particular juego de Monopoly están yuxtapuestos no solo los países del Golfo sino también todos los países europeos y asiáticos.
En su motto de America First, Trump piensa que es una bendición poder perjudicar a Europa si su país saca un beneficio tangencial, aunque sea a corto plazo y a costa de poner en peligro la seguridad de suministro energético de una multitud de países. Trump necesita el caos, es el aire que respira y, si no lo tiene, lo inventa. En un principio, parecía que la provocación a Qatar era para el consumo pasivo del Golfo, pero si se desencadena una crisis, su contenido será tan original como explosivo.
De la nada, o mejor dicho de tensiones tribales de un pasado cercano, Trump ha creado una tirantez política en un área del mundo con un tráfico repleto de buques de petróleo y gas. Ha acusado a Qatar de terrorismo de Estado, cuando todo el mundo sabe que la mayoría de terroristas del 11S eran saudíes. Cuando salgan las primeras chispas políticas y militares, ya nos sentaremos a negociar precios de petróleo y gas del gusto de la OPEC. Mejor que entendamos ya que este proceso va a generar, de verdad, un gran peligro.
El control de la situación ya no está en manos del conservador y siempre prudente departamento de Estado de EE UU, sino de los príncipes saudíes, con un deseo transparente de venganza por la arrogancia que siempre ha exhibido la dinastía catarí de Al-Thani. Nunca perdonarán a Qatar la creación de Al Jazeera, una estación de TV totalmente controlada en cuanto a los asuntos cataríes, pero relativamente libre y progresista cuando informan sobre el resto de países de la zona. Los Emiratos y Baréin tampoco olvidan el intento de anexión de Qatar tras de la salida de los británicos en 1968. Es la hora de venganza.
El problema para los europeos es que Qatar es el primer exportador de gas natural licuado (GNL) del mundo con 80 billones de metros cúbicos (bcm) en 2016, además de tener una de las mayores reservas de gas natural.
En 2016, España importó 13 bcm de gas natural licuado, de los cuales más de un 20% procedían de Qatar. Para Reino Unido e Italia, más del 90% de sus importaciones de gas natural licuado provienen de Qatar. Cualquier movimiento político militar en el Golfo crearía un efecto dominó que se dejaría sentir en todo el mundo, aumentando los precios de la energía y destrozando la seguridad de suministro del mundo occidental.
Por otro lado, Estados Unidos tiene un excedente de gas que en el año 2025 será de 140 bcm, una tercera parte del consumo de gas natural de la Unión Europea. Este excedente solo significa el 15% de su producción, pero su exportación en forma de gas natural licuado tendrá una importancia vital en los mercados europeos. ¿Y qué mejor manera de abrir las puertas de un mercado como el europeo que anulando, o por lo menos creando una crisis sin precedentes al suministrador principal? Toda una jugada maestra.
No en vano, los alemanes, en solo cuatro meses, han bajado a la mitad su nivel de percepción de fiabilidad y honradez de EE UU. La causa no está clara, se ve no más allá de las mismas narices de su presidente.
Lo que sí debemos entender los europeos, y actuar en consecuencia, es que mientras que las empresas norteamericanas son tan fiables como hace 10 o 20 años, en la Casa Blanca hay un presidente revisionista que nos valora, no desde el punto de vista de nuestra aportación al comercio, a la paz o a la estabilidad mundial, sino desde cómo podemos, en su más restrictiva visión, hacer que América nos gane al Monopoly. El tema es de vital importancia. No olvidemos que más del 60% del consumo de gas en España corresponde a la industria. Ese coste energético determina en muchos casos la competitividad, o lo que es lo mismo, que sean o no viables esas empresas industriales. Cuanto antes lo internalicemos sin contemplaciones, mejor nos irá. El gas está en el tablero de Trump.
Juan Vila es presidente de GasINDUSTRIAL.