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Qué aprender de la danza

El ballet ayuda a ejercitar la capacidad de concentración El cuerpo es un canal fundamental para desarrollar una buena comunicación

 ¿Debería el buen directivo dedicar unas horas a la semana a bailar? Sí, sin dudarlo. La danza puede favorecer el desarrollo de las habilidades de un directivo y su equipo.

Tres de las Bellas Artes utilizan el cuerpo para expresarse, en orden creciente: música, teatro y danza. Siendo la expresión corporal, no se entiende la danza sin el cuerpo. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana y en la empresa, el cuerpo se utiliza poco como herramienta de comunicación. Aunque las personas somos alma, mente y cuerpo (entendiendo por cuerpo toda nuestra forma externa: rostro, gestos, movimientos…), vivimos en gran parte desconectados de nuestro cuerpo. ¿En qué consiste esta desconexión? Los ejecutivos tendemos a compartimentar nuestro comportamiento: durante la jornada laboral estamos en modo pensante, trabajamos con nuestra mente. Después, si disponemos de tiempo, pasamos al modo físico, utilizamos nuestro cuerpo. Y por último, al llegar a casa y reunirnos con la familia o amigos, entramos En el modo emotivo. Nuestras vertientes mental, física y emotiva interactúan de forma limitada. Los bailarines aúnan estos tres ejes del ser humano para comunicarse con el público. Los no bailarines en cierto sentido desaprovechamos nuestro cuerpo, nos comunicamos a expensas de él. Concentramos nuestros esfuerzos como comunicadores en el texto del mensaje, en redactar informes, preparar transparencias, planificar la agenda … y olvidamos que a través de nuestro cuerpo podríamos transmitir tantos pensamientos y sentimientos que no sería necesario hablar tanto. Nuestro cuerpo es nuestro gran desconocido, no somos conscientes de que, queramos o no, él se expresa. Sólo por cómo andamos, por cómo nos sentamos, cómo saludamos, cómo entramos en nuestro despacho, cómo miramos a nuestro colaborador… estamos comunicando. Los bailarines conocen su cuerpo y saben exactamente qué expresa en cada movimiento. Nosotros no, y por eso nuestro cuerpo nos traiciona. Nuestro rostro, nuestra postura, nuestros gestos… transmiten muchas veces mensajes que nuestras palabras niegan. Sin embargo, nuestros interlocutores primero nos ven, y sólo después nos escuchan. Si lo que ven no les convence, no escucharán o no creerán lo que escuchan.

La danza como disciplina podría ayudar a los ejecutivos a conectar con su cuerpo, conocerse mejor, entender qué expresa su forma y canalizar sus sentimientos y pensamientos para que su cuerpo les ayudara a comunicarlos. Fruto de ese conocimiento, el directivo aprendería a comunicar con su cuerpo y discernir el poder que como comunicador eso le confiere. Podría sustituirlas palabras por un gesto, una mirada, una forma de andar, de entrar en una reunión o salir de ella, de saludar a un colaborador, de sentarse a negociar..., y disfrutar de ello. Lo interesante de este proceso es que a través del entrenamiento corporal los no bailarines pueden aunar mensaje verbal y mensaje no verbal y lograr la coherencia. Así lo que piensan, sienten y dicen se alineará con lo que su cuerpo expresa, y éste no les traicionará expresando emociones e ideas diferentes de las que su voz transmita.

El baile puede también ayudar al directivo a ejercitar la capacidad de concentración. El bailarín sale a escena y se entrega con todo su ser. Sería impensable estar bailando y tener la mente focalizada en otro tema. Esa capacidad de concentración y de abstracción de todo lo demás puede ser muy necesaria para el directivo en determinados momentos. Bailar, a cualquier nivel, desde el principiante amateur hasta el primer bailarín de una compañía, es una actividad que se ejercita con los cinco sentidos.

Otras variables importantes de la danza son la disciplina y el esfuerzo, todas ellas virtudes necesarias en el mundo empresarial. Y si no hay tiempo para bailar es siempre recomendable experimentarla como espectador, ya sea ballet clásico o danza moderna. La danza es pasión, diversión, creatividad, ingenio, emoción. Todo buen espectáculo de danza es un estímulo para los sentidos, y un impulso para la imaginación. Al no estar delimitada por el texto, como el teatro, la danza necesita de la interpretación del espectador, es una invitación constante a la decodificación y por tanto, un acicate para innovar, crear.

El líder de una organización puede despertar la cultura de la innovación en sus equipos simplemente invitándoles a disfrutar de una buena coreografía con la mente abierta, sin cortapisas, permitiéndose viajar a donde esa danza les lleve

Mercedes Segura es profesora del Departamento de Dirección de Personas y Organización en Esade y autora de ¡A escena! Lo que el teatro aporta a la comunicación empresarial 

 

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