Cómo influye la longevidad en nuestro esfuerzo de ahorro para la jubilación
La esperanza de vida continúa alargándose y cada vez vemos más noticias sobre personas centenarias. Esta buena noticia -que viviremos, de media, más años en mejores condiciones- tiene implicaciones en múltiples áreas, desde la salud hasta la economía (de la ‘macro’ a la familiar).
Vivir más años requiere planificar cómo vamos a financiar nuestra jubilación (que será más larga que la actual), teniendo en cuenta que, con los datos que ya manejamos y las proyecciones de futuro, es probable que los recursos públicos con los que vayamos a contar sean bastante inferiores a los actuales.
Cuando se creó el actual sistema de pensiones, hace aproximadamente un siglo, la esperanza de vida al nacer era de 40 años. Solo el 25% de la población llegaba a la edad legal de jubilación (65 años) y de media vivían nueve años tras llegar a esa edad. Hoy, como acabamos de ver, la esperanza de vida supera los 80 años y el 25% de la población alcanza los 90. Con estas cifras, podemos comparar los 80 años actuales con los 65 de hace un siglo. Pero la edad de jubilación apenas ha variado.
La diferencia de ahorro entre generaciones distintas, teniendo en cuenta la esperanza de vida y las previsiones sobre la pensión pública, son importantes.
Pongamos un ejemplo sencillo, para una misma situación de sueldo y nivel de vida deseado durante la jubilación y una cartera de inversión idéntica (el ejemplo está hecho con un salario que se incrementa hasta alcanzar los 70.000 anuales y para un nivel de vida durante la jubilación que requiera 40.000).
Alberto tiene 71 años y su generación tiene, precisamente, una esperanza de vida media de 71, dado que la Seguridad Social en su caso cubre el 82% de sus necesidades para la jubilación y que tiene un plan de empleo que cubre el 13%, su esfuerzo de ahorro durante la etapa laboral para haber vivido sus años de jubilación como quería, debería haber sido del 0,3%. Si Alberto supera la edad media de vida de su generación en 10 años, para mantener durante esa etapa su nivel de vida, debería haber hecho un esfuerzo de ahorro del 2,8%.
En cambio, Carlos, que nació en 1996 y se va a incorporar ahora al mercado laboral, para conseguir el mismo nivel de vida durante su jubilación, va a tener que ahorrar más. Para empezar las estadísticas nos dicen que vivirá más años jubilada, por lo que el capital que acumule deberá durar más tiempo. Además, con los datos que conocemos hoy podemos decir que recibirá una pensión bastante inferior a la de Alberto. Y no tiene un plan de empleo. Así, tendrá que ahorrar un 20,7% de su salario neto al año para alcanzar el objetivo.
Por eso, conviene que nos planteemos cómo vamos a vivir esas dos o tres décadas de jubilación para calcular si nuestros recursos y capacidad de ahorro nos permitirán mantener el nivel de vida que deseamos. Y en este análisis, podemos plantearnos varias opciones. Por un lado, podríamos continuar trabajando más allá de esa edad que hasta ahora hemos establecido como barrera para ahorrar más (prolongamos la etapa de generación de rentas) o, por otro, podemos buscar obtener mayores rentabilidades por nuestro dinero, lo que implica aceptar mayor volatilidad, o podemos incrementar el ahorro reduciendo nuestro nivel de gasto actual, por ejemplo.
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