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Nicola-Adolf-Donald.

«Hasta entonces había estado yo convencido de que mi amigo quería llegar a ser artista, pintor, para más exactitud, o tal vez también maestro de obras o arquitecto. Pero en esta hora no se habló ya más de ello. Se trataba de algo mucho más elevado para él, pero que yo no podía acabar de comprender. Por ello fue mucho mayor mi asombro, porque pensaba que la carrera del artista era para él la meta más alta y anhelada. Ahora, sin embargo, hablaba de una misión, que recibiría un día del pueblo, para liberarlo de su servidumbre y llevarlo hasta las alturas de la libertad.»

Relato que hace August (Kubizek) de la noche en la que él y Adolf (Hitler), en aquellos momentos dos adolescentes de 17 años, vieron «Rienzi» de Richard Wagner por primera vez en Linz.

«Adolf Hitler mi amigo de juventud» de August Kubizek[1]

Obertura de la ópera «Rienzi» de Richard Wagner

Berlin Deutsche Oper Orchestra

Sebastian Lang-Lessing (director)

Philipp Stölzl (director de escena)

Deutsche Oper (Berlin) 2010

Las oberturas son siempre a “telón bajado”, pero hay ahora una moda de hacer coreografías de las mismas como preámbulo a lo que el director de escena quiere interpretar de la obra. Aquí Stölzl aprovecha la relación Hitler/Rienzi para trazar una similitud entre los que trascurría en la obra y la Alemania de los años 30. La escena se desarrolla en el “Führerhauptquartier”,uno de los mayores cuarteles militares de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y que era conocido por el nombre en clave de «Wolfsschanze» (Guarida del Lobo) con claras reminiscencias wagnerianas.

Nos presenta a un Rienzi (que podríamos equiparar al propio Hitler) con ansias de poder y sueña, escuchando la música en el gramófono que tiene en su despacho en la “Guarida del Lobo”, con dominar todo el mundo y restituir el orden que el pueblo romano se merece frente a una corrupta elite senatorial que se lo sustrae vilmente. ¿La integridad mesiánica del héroe sucumbirá ante la acción combinada de la mezquindad de sus enemigos y la miopía e inconstancia del pueblo que lo encumbró.? Eso es lo que llevan probando los mercados desde que empezó el año.

Rienzi un personaje real

A diferencia de la mayor parte de las ópera de Wagner, Rienzi esta basada en un personaje que existió realmente y narra acontecimientos históricos. Ello la convierte, como veremos más adelante, en una obra muy alejada del "canón wagneriano". El protagonista, Nicola Gabrini, más conocido como Cola di Rienzi y Cola di Rienzo, fue un notario papal y tribuno romano cuya juventud estuvo muy marcada por la lectura de los clásicos latinos. A través de estas lecturas empezó a añorar la grandeza de la antigua República romana en contraste con la decadencia con la Roma de la época dominada por el poder y las luchas entre las grandes familias patricias (principalmente los Orsini y los Colonna) a los que adicionalmente odiaba, pues había asesinado a su hermano. Lideró una revolución que acabó con la proclamación en Roma una nueva forma de gobierno inspirada en la antigua República Romana a la que llamó “El buen Estado”.

Rienzi no Lohengrin

Hay una cierta confusión sobre las óperas que más impacto tuvieron sobre en el joven Hitler. Según relata su amigo, August Kubizek, la primera ópera wagneriana que Hitler vio fue «Lohengrin» cuando apenas contaba con doce años. Le produjo tal impresión que Wagner y su obra, marco una antes y un después en la vida del futuro tirano. Quizás la decisión de viajar a Viena y convertirse en pintor fue motivada por la obra de Wagner, pero por desgracia, para él y no sé si para nosotros también, apenas tuvo éxito y no pasó de ser un mediocre artista.

El mismo Chaplin, utiliza el Preludio del primer acto de «Lohengrin», para parodiar al dictador alemán en su película «Eel gran dictador»

Sin embargo, y este es una dato menos conocido fue la ópera «Rienzi» la que le llevo al propósito de dedicarse a la política, abandonando su objetivo de ser artista. Adolf Hitler escuchó con un fuerte entusiasmo la obra por primera vez en Linz a temprana edad de 17 años y ésta admiración le acompañó durante toda su vida. La melodía que escuchamos de esta obertura a partir del minuto 1:41 (sacada del aria "Allmächtger Vater" o “Plegaria de Rienzi”) era la música favorita de Hitler para los congresos del Partido Nazi y así la utilizó de manera profusa en el famoso Congreso del partido que tuvo lugar en Nuremberg el año 1939.

El paradigma, que acabó por instalarse férreamente en la conciencia colectiva europea a partir de las revoluciones románticas del siglo XIX y que hoy, a pesar del paso del tiempo siguen plenamente vigentes se basaba en estos pilares:

- La existencia de un “pueblo/patria” pero interpretado como un sujeto colectivo (y abstracto) frente al ciudadano.

- Un único interprete fidedigno de las necesidades, anhelos de eses "pueblo". Le llamaremos el “héroe/líder” ya que lidera la consecución de esos objetivos colectivos y es el único con capacidad de expresar esas necesidades y deseos. Cualquiera de sus actos, por muy excéntricos que puedan parecer o se salten todos los mínimos procedimientos, si están basados en los deseos y necesidades del "pueblo/patria" que solo ellos pueden interpretar, deben ser llevados adelante.

- Frente al "pueblo/patria" existen los “enemigos" del "pueblo/patria" y por extensión, enemigo del "héroe/líder". Puede ser un pueblo extranjero, una raza, una religión, una clase social nacional (en ese caso su categoría es más negativa pues lleva asociada la acusación de "traidor a la patria") que es necesariamente corrupta y con intereses ajenos y la mayor parte de las veces opuesto, a las necesidades del "pueblo/patria" del héroe”. Por ello, oponerse a cualquiera de las interpretaciones que el "héroe/líder" haga de las necesidades del "pueblo/patria" es un acto de enemistad intolerable.

Dramáticamente siempre funciona de manera eficiente la existencia de:

- El “martirio del héroe” debido a una conspiración urdida por los enemigos del pueblo o por traidores entre sus propias filas.

- La “obra inacabada del héroe”, como un proyecto que nunca llegó a hacerse realidad y se mantiene en el terreno de lo utópico e idealizado por ese "pueblo/patria".

En la realidad, estos dos últimos factores pueden utilizarse como argamasa para presentarse al nuevo "héroe" como el personaje que si podrá acabar la obra de algún líder del pasado, de fuerte raigambre entre el "pueblo/patria", que quedó irremediablemente sin finalizar y, además, esa "obra inacabada del héroe" es la razón de la decadencia actual del "pueblo/nación".

Rienzi, el héroe

La frase “Fue entonces cuando empezó todo” pronunciada por Hitler ya como canciller alemán a Winifred Wagner en Bayreuth en presencia de su amigo de juventud Kubizek al hacer referencia a la noche en la que vieron ambos de adolescentes presenciaron la representación de Rienzi nos da una idea de lo que significó esta ópera para el Plan de Estado del dictador.

«El Canciller me presento a la señora Wagner [Winifred], que se alegró visiblemente de conocerme cuando la conversación derivó hacia el entusiasmo juvenil que habíamos mostrado siempre por las obras del maestro, recordé una vez más la representación de Rienzi en Linz. Hitler terminó el relato con las siguientes palabras: “Fue entonces cuando empezó todo”.»

«Adolf Hitler mi amigo de juventud» de August Kubize

Como anécdota, el manuscrito original de la obra le fue regalado a Hitler por la familia de Wagner, y formó parte de su colección privada en el Führerbunker. Tras los bombardeos aliados para la toma de Berlín se pierde el rastro del mismo y se supone que están entre los escombros del bunker y con ellos del “Reich de mil años”[2].

Su identificación con el personaje de Rienzi, “el tribuno del pueblo”, era total. Rienzi es un tribuno (stablishment) que lucha contra el resto de los tribunos y a favor del pueblo. Que Rienzi se enfrentase a la nobleza y a la Iglesia para liberar a su pueblo de la tiranía entusiasmaba de tal manera al joven Hitler que inmediatamente se propuso convertirse en un Rienzi [3],, en el salvador del pueblo alemán de la tiranía de un corrupto senado.

«Esta noche se representaba Rienzi. No habíamos visto todavía esta ópera de Richard Wagner, lo que nos tenía en una gran tensión.

A ello se une la arrebatadora acción, que desde un principio nos fascinó. Ahí estábamos nosotros en el teatro y presenciábamos cómo el pueblo de Roma era subyugado por la altiva y cínica nobleza; los hombres son obligados por ésta a la servidumbre, las mujeres y doncellas son deshonradas y ultrajadas por los altivos nobles. Entonces surge en Cola Rienzi, un hombre sencillo y desconocido, el liberador del torturado pueblo.»

«Adolf Hitler mi amigo de juventud» de August Kubizek

Resulta curioso que fuera precisamente Rienzi, la ópera que representara este ideario, no es una obra nacionalista alemana. Más bien todo lo contrario. La ópera primero no es un drama wagneriano (al modo de «Tristán e Isolda» o «El Anillo del nibelungo» «Los maestros cantores de Núremberg» o «Parsifal»), ni siquiera una ópera romántica (al modo de «El holandés Errante», «Tannhäuser» o «Lohengrin») de hecho, no forma parte del canon de Bayreuth ya que es una “grand opéra” o género que tuvo su apogeo durante el reinado de Napoleón III en Francia y representaría, por su derroche de medios (con su la liturgia de arias, concertantes, ballet y números corales de una gran espectacularidad y complejidad escénica) y por la enorme “pirotecnia vocal” que desarrollaba, “lo francés” frente al espíritu más aséptico y sobrio de “lo alemán”.

Para colmo el gran creador y definidor del género de “grand opéra” fue el judío Meyerbeer[4]. Músico muy vilipendiado por el autor alemán y que fue objeto de una crítica feroz en el panfleto “Los judíos en la música” escrito bajo seudónimo por Richard Wagner. «Rienzi» aunque fue mayor éxito de Wagner, renegó de ella por su aire de "grand opéra", justo lo que parecía entusiasmar a Hitler.

El 2017 será un año en el que habrá que tomar decisiones claves que determinarán nuestro futuro.

¿Por qué diantres le seguimos llamando a todo esto éxito cuando no ha logrado ninguno de sus objetivos principales?. Solo hemos logrado alargar artificialmente “lo viejo”, domesticar o suavizar sus efectos de deterioro, pero no hemos resuelto sus problemas y, mucho menos, pasar a “lo nuevo” que era lo que debía haber pasado.

Los cambios se están acelerando, lo cual representa una prueba más del fuerte deterioro al que está sometido el “viejo régimen”. Por mucho que insistan, es imposible hoy esconder la evidencia de que NO ha habido en ningún momento ninguna mejora destacable que pudiera hacer viable el mantenimiento del mismo. Hitler y los movimientos fascistas en toda Europa en los años 30's del siglo pasado, fue la respuesta de una población que se negaba a aceptar que su continente dejaba de ser el centro de poder del mundo conocido. Estaban entrando otros actores en escena mucho más importantes y decisivos. Como ayer, hoy esta volviendo a ocurrir lo mismo.

Vean lo que decía Trump en 1988 a Oprah Winfrey a Donald Trump en 1988.

Nada ha cambiado desde entonces. Solo el entorno. Si ha decidido entrar en política ahora me temo que es porque sabía que AHORA podía ganar. El entorno actual caracterizado por un enorme divorcio entre las elites (stablishment) y la población debido, a mi entender, a que ésta última no es capaz de percibir la más mínima recuperación de la ”Gran Recesión” crea un caldo de cultivo de desconfianza que Trump ha aprovechado hábilmente para sus propósitos.

«Entonces, el 30 de enero de 1933 llegó hasta mí la noticia de que Adolfo Hitler había sido nombrado canciller del Reich. Involuntariamente hube de recordar aquellas horas nocturnas vividas en el Freinberg, en las que Adolfo me había descrito cómo también él, lo mismo que Rienzi, quería llegar a ser algún día tribuno popular. Lo que el muchacho de dieciséis años había presentido entonces en su visionario éxtasis, se había trocado en realidad.»

«Adolf Hitler mi amigo de juventud» de August Kubizek

NOTAS:

  1. Adolf Hitler y August Kubizek se coincidieron a principios del siglo XX y sus relaciones fueron muy estrechas (llegaron a compartir vivienda) debido a su amor por la música de Richard Wagner. Este último escribió en 1956 el libro de memorias "Adolf Hitler, mein Jugendfreund" (Adolf Hitler mi amigo de juventud) sobre la amistad de ambos cuando eran adolescentes y que supone un gran aporte de datos personales sobre Hitler para los historiadores.
  2. Las partituras de las primeras representaciones en Dresde se perdieron en el bombardeo de la ciudad. Sólo se conserva como fuente original el manuscrito de los esbozos de Wagner en forma de partitura vocal. Dos partituras completas, copiadas en Dresde en los años 1840 bajo la supervisión del autor reflejan los severos cortes que se acostumbraba a hacer en las representaciones de la época, al igual que la primera edición impresa, hecha también bajo la supervisión de Wagner en 1844.
  3. La edición crítica (publicada por Schott Music en Mainz en 1976) parte de todas estas fuentes, y de una reducción para piano de 1844 que incluye algunos de los pasajes eliminados en las primeras representaciones. Sin embargo, no parece posible reconstruir, a partir del material disponible, cuáles fueron las intenciones originales de Wagner, que, en cualquier caso, fue introduciendo modificaciones a medida que la obra se iba representando en los años 1840. Wolfgang Sawallisch, que dirigió la obra en la Ópera Estatal de Baviera en 1983, con motivo del centenario de la muerte del compositor, llevó a cabo su propia distribución de la obra, en torno a cinco horas y media y recolocando algunos números atendiendo a criterios dramáticos.
  4. Lo malo es que el protagonista termina rematadamente mal (no se lo tomó como una premonición).
  5. También es curioso que el director favorito de Hitler durante estos años juveniles fuera otro judío, Gustav Mahler. Años después, cuando ya era el Führer, en una de sus famosas charlas en su guarida del lobo afirmara que el mejor Tristan que había presenciado jamás fue en Viena con Mahler a la batuta. Uno de los contertulios le preguntó que si no era judío y Hitler, enfurecido, le lanzó una mirada muy poco amistosa.

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