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Relevo en EE UU

Trump abandona a Europa a su suerte ante la globalización

El nuevo presidente de EE UU coloca a la UE entre los rivales con quienes ajustar cuentas Berlín y París responden con promesas de unidad europea, pero mantienen el club paralizado

El presidente electo de EE UU en la víspera de su toma de posesión.
El presidente electo de EE UU en la víspera de su toma de posesión.MIKE SEGAR (REUTERS)

La toma de posesión de Donald Trump como presidente de EE UU dejará este viernes a Europa huérfana de sus estrechos lazos transatlánticos o, en el menos grave de los casos, con un padrastro en la Casa Blanca proclive a maltratar al Viejo Continente, a juzgar por sus incesantes tuits y sus primeras declaraciones.

EE UU apadrinó la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial y la creación de la UE y de la OTAN como garantías de prosperidad, estabilidad y seguridad en el continente más sangriento y fratricida del planeta.

Pero tras 70 años de tutela y pax americana, el 45 presidente de EE UU, hijo de un emigrante alemán, se muestra dispuesto a dejar a Europa sola ante un siglo XXI marcado por la globalización de la economía, las comunicaciones y el conocimiento, pero también, del terrorismo, los riesgos medioambientales o los movimientos migratorios incontrolados.

Desde su victoria electoral el 8 de noviembre de 2016, el presidente in péctore de EE UU no ha colocado a Europa entre los aliados a los que cuidar sino entre los rivales con los que ajustar cuentas, una lista de potenciales damnificados de la era Trump en la que también figuran China o el Protocolo de París, las reivindicaciones del pueblo palestino o México.

El histórico giro de EE UU sorprende a la UE paralizada y con Berlín y París incapaces de pactar una refundación del club europeo

Los eurooptimistas confían en que la sacudida de Trump, unida al trauma del brexit (la primera escisión en la historia de la UE), sirva de acicate para un nuevo impulso al proyecto de integración política del continente europeo.

El destino de Europa está ahora en manos de los europeos”, proclamó el lunes la canciller alemana, Angela Merkel, en respuesta al último ataque de Trump contra el futuro de la OTAN y de la Unión Europea.

Las promesas de unidad repetidas en las últimas horas desde Berlín y París contrastan, sin embargo, con la parálisis de la Unión Europea como consecuencia, en gran parte, de las fricciones en el eje franco-alemán. Y Bruselas, la capital teórica de la UE, está tan desarmada que ni siquiera se ha atrevido a responder a los exabruptos de Trump.

La versión oficial, sotto voce, atribuye el silencio de las instituciones comunitarias a la necesidad de esperar a la toma de posesión del presidente estadounidense. La realidad indica que la Unión Europea no puede responder a Washington porque su propio proyecto lleva varios años sumido en una profunda crisis económica y de identidad. Un estancamiento que pone en duda la capacidad europea para afrontar en solitario el escenario mundial que se vislumbra tras la revolución (o contrarrevolución) anunciada por Trump y sus principales colaboradores.

El nuevo presidente de EE UU llega al despacho Oval cargado de promesas electorales tan vagas como tajantes, pero con un evidente denominador común: romper con los cánones políticos de las últimas décadas en torno a las bondades del libre comercio, la necesidad de combatir el cambio climático o la convivencia con una dictadura comunista al frente de la gran fábrica mundial.

Trump parece también dar por finalizado el consenso que ha dominado las relaciones entre EE UU y la Unión Europea, dos bloques que suponen 50% del PIB mundial y un tercio de los flujos comerciales de todo el planeta. EE UU es el principal socio comercial de la UE, y viceversa. Y las inversiones europeas en el mercado estadounidense ascienden a 2,5 billones de euros.

A pesar de una relación comercial tan potente, Trump no ha dudado en arremeter contra la orilla occidental del Atlántico, poniendo en duda la continuidad de la OTAN y apostando por una progresiva desintegración de la UE tras la salida del Reino Unido.

El nuevo presidente amenaza, de entrada, con enterrar definitivamente las negociaciones del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP), un pacto impulsado por Bruselas y Washington que aspiraba no sólo a consolidar el mayor espacio económico del mundo sino también a convertirse en la inevitable referencia en estándares económicos, sociales o medioambientales para el resto del planeta, muy en particular para China.

Pero Trump se muestra más interesado en proteger el mercado estadounidense frente al impacto de la globalización que en aliarse a la UE para moldear esa globalización de acuerdo con valores e intereses occidentales.

El magnate incluso amaga con aranceles a la industria europea para reducir una balanza comercial favorable a la UE en más de 122.000 millones de euros en 2015, un saldo positivo que se ha multiplicado casi por tres durante los ocho años de la administración Obama. En el punto de mira de Trump, industrias europeas como la automovilística, cuyas exportaciones a EE UU en 2015 superaron los 50.000 millones de euros.

’Guerra’ transatlántica

Los ataques de Trump contra la UE han sido interpretadas como “una declaración de guerra” por el ex primer ministro francés, Manuel Valls. Y en el Parlamento Europeo se han oído voces, desde la minoritaria bancada liberal, a favor de adoptar ya represalias diplomáticas.

Algunos socios europeos, como España, confían en cambio en que la agresiva retórica del magnate estadounidense se atempere a partir del viernes, tras su juramento del cargo en Washington. “Creo firmemente que la UE es un proyecto esencial para EE UU”, señaló el jueves en Madrid el ministro español de Exteriores, Alfonso Dastis.

Pero Trump no da señales de contención. Y la primera víctima de su inquina ha sido Alemania. La canciller Angela Merkel fue la única líder europea que osó recordar al magnate neoyorquino, tras su victoria electoral, que las relaciones transatlánticas se basan en el respeto a valores de igualdad y libertad. Un comunicado que parecía dirigido al sátrapa de un régimen autoritario más que a un presidente de EE UU.

Trump, que a sus 70 años mantiene una tendencia casi infantil a la rabieta, se ha vengado de Merkel con un zambombazo directo a su línea de flotación. A ocho meses de las elecciones alemanas, Trump ha concedido su primera entrevista en Europa al tabloide alemán Bild, el más leído del país. Y ha aprovechado ese altavoz paran acusar a la canciller de cometer un catastrófico error con su política de refugiados y minusvalorar a la canciller en comparación con el presidente ruso, Vladimir Putin. Toda una declaración de intenciones sobre la voluntad de Trump de abandonar a su suerte no sólo a Merkel sino a toda la Unión Europea.

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