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Tribuna
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¿Subirá la Bolsa? Cuidado con lo que leemos (y no leemos)

Si las tecnologías pueden hacer el análisis mejor que el ser humano, ¿podría esto representar una amenaza a parte del trabajo hecho par a los clientes?

EFE

¿Cuántos artículos de prensa has leído hoy?, ¿Cuántos blogs de finanzas? De todos ellos, ¿cuántos crees que habrán influido en tu percepción de rentabilidad o volatilidad de tus acciones? La relación entre el sentimiento –positivo o negativo– mostrado en las noticias que leemos y cómo este incide en el comportamiento futuro de nuestras acciones siempre ha generado mucho interés, con numerosos estudios constatando una correlación positiva entre ambas variables.

Ahora los autores de la prestigiosa Universidad de Columbia, Glasserman y Mamaysky, van más allá de las técnicas convencionales de conteo de palabras para evaluar el sentimiento inversor que se ha venido utilizando. Hasta ahora se consideraba que un artículo ayudaba a formar un sentimiento positivo/negativo en función del número de palabras positivas/negativas del mismo. De esta manera, si contenía palabras como colapso, recorte, recesión, se consideraba como negativo y cualquier persona al terminar de leerlo –de manera consciente o inconsciente– se cuestionaría si es buen momento para invertir en acciones. Por el contrario, artículos con palabras positivas nos influirían a pensar que estamos en un buen momento económico y que el mercado puede subir. En su reciente estudio, Glasserman y Mamaysky incorporan la variable atipicidad de palabras: la frecuencia con que una determinada palabra o frase ha aparecido previamente a la publicación del artículo que se está analizando. Pongamos un ejemplo: si analizamos las frases el colapso de Lehman y recorte en el precio objetivo, vemos que cada una de las frases contienen una palabra negativa, colapso y recorte, por lo que ambas estarían catalogadas con el mismo nivel de negatividad. Sin embargo, según los autores, además de que la palabra colapso es más atípica que recorte, el hecho de ir junto a Lehman le da mucha más fuerza, por lo que refleja así un sentimiento negativo mayor.

El estudio –repleto de modelos estadísticos, logaritmos y regresiones, y que analiza más de 360.000 artículos de prensa sobre 50 compañías financieras desde 1996 hasta 2014– constata que la interacción entre sentimiento y atipicidad funciona mucho mejor a la hora de predecir la volatilidad de una acción o del mercado global. También añaden que, además de funcionar mejor, esta interacción es mucho más potente como elemento predictivo: el sentimiento generado por las técnicas de conteo tradicionales se trasladaba a los precios rápidamente, disipándose este efecto en cuestión de días. Sin embargo, con esta interacción entre sentimiento y atipicidad, la información es absorbida lentamente por los mercados y así, la fuerza predictiva persiste durante más tiempo con efectos hasta de seis meses.

Las implicaciones del estudio se magnifican cuando incorporamos al análisis determinados sesgos conductuales que cometemos como inversores. Tenemos límites sobre la cantidad de información que podemos consumir y procesar y de hecho, cuando analizamos inversiones, una parte muy importante de ese análisis es determinar qué información es relevante y cuál no. Mamaysky y Glasserman citan estudios que muestran cómo los inversores prefieren centrarse en analizar un conjunto limitado de acciones y muestran, por ejemplo, poca atención a eventos macroeconómicos. En otras palabras, podríamos estar centrándonos en leer malas noticias de compañías/sectores e ignorar otras muchas buenas, generando así un sentimiento negativo totalmente desvirtuado por lo que los autores llaman falta de atención racional. Esta es el resultado de realizar –de manera consciente o no– un análisis coste/beneficio para decidir a qué nos compensa prestar atención y a qué no, y es que al final, nos sentimos más cómodos analizando compañías con las que nos sentimos más familiares frente a otras que no conocemos, pero que, sin embargo, podrían ofrecernos mejores resultados.

"Responsables políticos y autoridades deberían prestar mayor interés a cómo la tecnología aplicada al mundo financiero puede servirnos para anticipar y mitigar shocks sistémicos en los mercados"

Responsables políticos y autoridades deberían prestar mayor interés a cómo la tecnología aplicada al mundo financiero puede servirnos para –junto con un análisis complementario y modelos igual de robustos y contrastados–, anticipar y mitigar shocks sistémicos en los mercados financieros. Pero, además de resultar vital conocer que se avecina una nueva tormenta financiera, sería esencial para su mitigación saber dónde la prensa y otros medios están contribuyendo a ello poniendo más presión de la tolerable.

Este tipo de estudios dan a las fintech una nueva dimensión. Una parte de nuestro valor añadido como profesionales del sector es analizar e interpretar información y datos con el fin de detectar señales que nos permitan tomar mejores decisiones de inversión. Pero si tal como hemos visto, la tecnología puede hacer este análisis mejor que el ser humano, esto podría representar una amenaza a parte del trabajo de análisis que hacemos para nuestros clientes. ¿Seguro? En mi opinión no, no considero que las fintech hayan venido para quitar el puesto a nadie, sino para que de manera conjunta podamos optimizar los servicios que prestamos y, tal como ya algunos académicos empiezan a reconocer, hacer uso de la tecnología donde como humanos encontramos mayores limitaciones.

Robert W. Dannhauser es responsable de gestión de patrimonios privado en CFA Institute. Carlos de Andrés es miembro de CFA Society Spain.

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