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El Foco
Tribuna
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Donald Trump va en serio

Cuando los populismos de derecha e izquierdas acceden al poder, caen en un activismo rayano en la locura

REUTERS/ R.S.

Tres grandes cuestiones han atraído la atención de la opinión pública y publicada mundial, en lo que a la primera nación de la tierra se refiere. Todas son decisiones de su presidente electo, Donald Trump: romper la política tradicional de Estados Unidos de solo una China, presionar a las empresas que externalizan su producción fuera de Norteamérica para que repatrien la fabricación y el nombramiento de los miembros de su gabinete.

Para muchos, son decisiones inconexas, sin relación entre sí, fruto del estado de ánimo cambiante de Trump. Lejos de la realidad. Estas –y otras decisiones importantes que está tomando el presidente electo– forman parte de un marco conceptual que el candidato Trump explicitó en innumerables ocasiones durante la campaña electoral. Lo expuse en mi obra Hillary Clinton versus Trump. El duelo del siglo, publicada un día antes de que se celebraran las elecciones en Estados Unidos. Mi corazón estaba con Hillary Clinton, pero los datos avalaban que el populismo de Trump no era sino el reflejo de lo que muchos norteamericanos piensan y quieren: América, en primer lugar, recuperar la primacía mundial en lo económico y en lo militar, crear empleos de calidad dentro de las fronteras americanas y, que, por favor, no se vuelva a hablar de China como potencia alternativa a Estados Unidos.

"Es una falta de respeto romper la doctrina de ‘solo una China’ instituida por Jimmy Carter en 1979”

Hay una cuestión que llama la atención poderosamente y es lo rápido que Trump se ha puesto manos a la obra. La historia nos muestra que los populismos de derechas y de izquierdas, cuando acceden al poder, caen en un activismo rayano en la locura. Obras públicas, infraestructuras, leyes, tratados, nombramientos..., el objetivo es mostrar a los electores que el nuevo Gobierno, como no para de repetir Trump, “se dedica enteramente a la tarea de hacer que América sea grande otra vez”. Sin embargo, las formas son importantes: ya hay un presidente en ejercicio, Barack Obama, y lo seguirá siendo hasta que Trump tome posesión en enero de 2017. Recién elegido presidente Obama, en noviembre de 2008, algunos demócratas con prisas instigaron al presidente electo para que empezara a tomar decisiones. Tanto por respeto a George Bush, como porque Obama es profesor de Derecho Constitucional, Barack respondió que “solo hay un presidente en cada momento” y dejó actuar a Bush. Obama siempre ha dicho que la transición que hizo George Bush fue ejemplar y ahora, el presidente está haciendo lo mismo con Donald Trump.

Pero Obama choca con la forma de ser de Donald, que tiene prisas por demostrar. Barack, como caballero que es, no dice nada, pero creo que es una falta de respeto y una intromisión imperdonable el romper, de buenas a primeras, la doctrina de solo una China que instituyó Jimmy Carter en 1979 y que ha sido política de republicanos y demócratas hasta el día de hoy. Lo cual no quita para que Estados Unidos tenga uno de sus mejores clientes en Taiwan, en lo que a la industria armamentística se refiere. ¿Hay alguien que crea que Trump –como él afirma– atendió la llamada de la presidenta de Taiwan, Tsai Ing-wen, solo para felicitarle por su victoria en las urnas? Por la boca muere el pez y el 11 de diciembre de 2016, Trump, entrevistado por Chris Stevens, de la cadena Fox News, decía, primero, que atendió la llamada solo por educación, para, a continuación, soltar una diatriba contra China “por los motivos de siempre: la manipulación de su moneda, la hipocresía china en cuanto al cambio climático, la competencia desleal en el comercio y los costes laborales, la agresividad militar china que construye una gran fortaleza en el Mar de China y el apoyo del país comunista a una potencia nuclear enemiga como es Corea del Norte”. Por tanto, Trump desveló sus cartas, terminando su intervención sobre la llamada de la presidenta de Taiwán con un “reconoceré –o no– la política de solo una China, si negociamos con los chinos y ellos nos dan algo a cambio”. De nuevo, el Trump negociador, que afirma que deja de lado completamente sus negocios –habiendo ya perdido, dice él– siete contratos por valor de 1.000 millones de dólares americanos– para dedicarse solamente a la presidencia. Irónicamente hay una expresión americana para definir este tipo de situaciones: Chinese Walls, como los que separan en las casas de Bolsa el área de recomendaciones con el de inversiones...

"El presidente electolanza el mensaje de que su Ejecutivo será fuerte y América pisará fuerte en el mundo"

Los nombramientos para puestos del gabinete –tras el sainete y farsa del presunto nombramiento de Mitt Romney como posible secretario de Estado– muestran que Trump va en serio con sus promesas electorales. Casi todos los puestos los ocupan personas que no vienen del mundo de la política: el uno es neurocirujano, la otra es dueña de una cadena de franquicias de lucha libre, el otro es ejecutivo de empresas de comida rápida (en América la denominan comida basura), aquel es CEO de la principal empresa petrolífera del mundo, algunos provienen de Goldman Sachs, siguiendo la tradición iniciada tras la Segunda Guerra Mundial, por la que los secretarios del Tesoro, “no se sabe muy bien por qué”, sea con Bill Clinton (Robert Reich) o con George Bush (Hank Paulson), han trabajado en ese banco de inversión: en 2012 William Cohan publicó una polémica obra titulada Money and power: how Goldman Sachs came to rule the world... Podemos seguir con personajes singulares –y cada cual más peculiar– que van a dirigir una agencia o ministerio que, supuestamente, Trump quiere desmontar. Pero nos paramos en el hecho de que ya son tres los generales de varias estrellas, todos marines con experiencia en combate, los que forman parte del gabinete. Trump lanza el mensaje de que su Ejecutivo será fuerte y que América pisará fuerte en el mundo.

Por último, Trump ha encargado que le elaboren un listado de empresas que quieren llevarse producción, manufactura, I+D y/o trabajadores fuera de Estados Unidos. Quiere hablar con cada una cinco minutos y convencerles para que se queden en Norteamérica, como hizo con Carrier y ahora con IBM. Viva la economía de libre empresa.

Jorge Díaz-Cardiel es socio director de Adivice Strategic Consultants. Autor de Hillary versus Trump. El duelo del siglo.

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