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La UE, del revés
Columna
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Sólo Merkel puede derrotar a Merkel

La canciller alemana llega a las elecciones sin rivales que le disputen su cuarto mandato Su parsimonia y las crisis a medio cerrar son su única amenaz por el momento

La canciller alemana, Angela Merkel agradece al refugiado sirio Mohammad Hussan su discurso durante una conferencia regional de la CDU.
La canciller alemana, Angela Merkel agradece al refugiado sirio Mohammad Hussan su discurso durante una conferencia regional de la CDU.AXEL HEIMKEN (EFE)

Merkel I (2005-2009). Merkel II (2009-2013). Merkel III (2013-2017)... Y Merkel IV, con toda probabilidad, porque ninguno de sus potenciales rivales, ni a derecha ni a izquierda, parece en condiciones de disputarle la victoria en las elecciones el próximo mes de septiembre.

A 10 meses de la cita con las urnas, la canciller alemana sólo tiene de momento un enemigo temible: ella misma y la retahíla de amenazas internas y externas que ha logrado contener a duras penas y que podrían estallarle en cualquier momento. O en el peor momento.

Canciller de plomo

Desde que llegó al poder en 2005, Angela Merkel ha hecho gala de una piel de elefante como la que tanto admira en Mariano Rajoy. La canciller ha sobrevivido a todos los embates, desde la crisis del euro a la de refugiados. Pero su táctica ha sido dejar madurar los problemas y sólo adoptar una posición in extremis, cuando ya resultaba inaplazable. Esa parsimonia puede volverse en su contra si en la recta final de su mandato se desencadena alguna crisis grave. Merkel deberá reaccionar contrarreloj porque las elecciones de septiembre están a la vuelta de la esquina. Y la velocidad no parece la mejor especialidad de la canciller de plomo.

Merkel ha demostrado resistencia pero escasa velocidad. Las crisis en ciernes pueden desafiar su capacidad de reacción a 10 meses de las elecciones

En manos de Erdogan

Merkel logró en marzo contener la marea de refugiados que amenazaba con poner fin a su carrera política. Pero fue a costa de impulsar un acuerdo entre la UE y Turquía que deja en manos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, la posibilidad de abrir de nuevo la espita y provocar una riada humana con destino a Alemania. El acuerdo, de momento, ha funcionado, y las entradas desde Turquía vía Grecia se han reducido en un 97% y han pasado de 1.740 diarias a unas 81, según los datos de la Comisión Europea. A cambio, Erdogan ha aprovechado para llevar a cabo una purga política en su país sin que Berlín y Bruselas apenas rechisten a pesar de que hay más de 36.000 personas detenidas y 150.000 funcionarios públicos suspendidos.

El diplomático y cómplice silencio de la UE puede resular insoportable en los próximos meses. La semana pasada, el Parlamento Europeo ya aprobó una resolución contra Erdogan y exigió la congelación de las negociaciones para el ingreso de Turquía en la UE. Un castigo simbólico, pero Erdogan amenazó de inmediato con abrir las fronteras. Merkel podría verse abocada en 2017 a elegir entre aceptar una nueva crisis de refugiados o resignarse a una Turquía autocrática.

Peligrosa relación con Rusia

El presidente ruso, Vladimir Putin, es otra de las amistades peligrosas de Merkel. La canciller mantiene una relación ambigua con el inquilino del Kremlin. Por un lado, mantiene el pulso para defender a Ucrania de la agresión rusa y por otro estrecha los lazos energéticos entre Alemania y Rusia para inquietud y disgusto de Polonia y de los países bálticos. Putin, de memento, está volcado en la guerra de Siria, donde defiende al gobierno de Bachar El Asad. Pero si ese frente se calma podría intentar de nuevo desmembrar Ucrania y colocar a Merkel en una delicada situación.

La bestia negra del BCE

Dentro de Europa Merkel también tiene varios frentes abiertos. La economía de Alemania llega a 2017 en una envidiable situación. “Los alemanes nunca han vivido mejor”, aseguró Merkel el pasado jueves ante el Bundestag en un discurso interpretado como su carta de presentación para las próximas elecciones. Pero a la banca alemana, y los ahorradores y pequeños inversores, les rechinan los dientes desde que el BCE colocó los tipos de interés en negativo y lanzó sus planes de compra de deuda.

Bancos, aseguradoras y fondos de inversión alemanes presionan para que Mario Draghi ponga fin a una política expansiva que daña a sus intereses. Y la impaciencia de esos grupos de presión empieza a repercutir en el Gobierno de Merkel, que también ha redoblado las críticas hacia el presidente del BCE. En marzo de 2017, Merkel se puede encontrar entre dos fuegos si, como parece probable, el BCE prolonga su plan de compra (quantitative easing).

Siempre Grecia

La crisis del euro estalló en Grecia en 2010, cuando Merkel acaba de comenzar su segundo mandato. Alemania ha sido uno de los pocos países que ha salido beneficiado económicamente de la crisis, pero el Gobierno de Merkel ha tenido que mantener una incesante batalla con Atenas, para arrancar ajustes, y con su opinión pública, para justificar los multimillonarios préstamos a Grecia. El conflicto parece llamado a reabrirse ante las medidas de alivio de la deuda que reclama el gobierno griego de Alexis Tsipras. Berlín quiere aplazar esa negociación hasta 2018. Pero parece difícil que se retrase tanto.

Renzi se juega el cargo el 4 de diciembre

Llegó al poder sin ganar unas elecciones y podría abandonarlo sin llegar a perderlas. El primer ministro italiano, el socialista Matteo Renzi, afronta el próximo domingo (4 de diciembre) un decisivo referéndum sobre una reforma de la Constitución que podría costarle el cargo.

El proyecto comenzó como una inocente maniobra para restar poder al Senado y, de paso, permitir a Renzi legitimarse indirectamente en las urnas después de las artimañas florentinas con las que arrebató la jefatura del gobierno a su compañero de partido Enrico Letta. Pero la maniobra de Renzi se ha complicado por la corriente de voto de protesta que parece sacudir todas las economías occidentales.

El resto de partidos ha husmeado sangre y se han ido alejando de la reforma propuesta por Renzi. El ex primer ministro Mario Monti ha anunciado a bombo y platillo que votará No en el referéndum, a pesar de que en su pasado tecnócrata abogó por modernizar el sistema político italiano. El también ex primer ministro Silvio Berlusconi, aliado inicialmente de Renzi, ha asegurado que los cambios de la Constitución propuestos suponen una amenaza para la democracia italiana y podrían facilitar el atrincheramiento del poder ejecutivo frente a un parlamento impotente.

El torbellino ha descolocado a Renzi, que arrancó el proyecto dispuesto a dimitir si perdía el referéndum pero luego retiró la oferta. En la recta final, consciente del envite, ha vuelto a admitir que una derrota provocaría probablemente su caída.

El resto de la zona euro observa con inquietud una consulta que podría fragilizar aún más a la cuarta potencia económica europea. Y aunque la situación no es tan delicada como durante la crisis del euro en 2012, la prima de riesgo ya ha repuntado ligeramente.

Renzi todavía confía en superar la prueba. Y a su favor soplan dos factores. Los sondeos auguran una victoria del No y a la vista de los precedentes recientes en Reino Unido y EE UU, donde el resultado final desmintió los pronósticos, el error podría salvar al primer ministro italiano. Además, The Economist ha recomendado a los italianos que voten en contra de la reforma. En Reino Unido, la revista británica apostó en contra del brexit y en EE UU a favor de Clinton. Con los resultados ya conocidos.

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