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El Foco
Tribuna
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Trump, una hipótesis sobre una presidencia

Todo candidato que gana la presidencia diciendo que cambiará Washington, acaba cambiado por este

El presidente electo de EE UU, Donald Trump (a la derecha), junto al vicepresidente electo, Mike Pence.
El presidente electo de EE UU, Donald Trump (a la derecha), junto al vicepresidente electo, Mike Pence.REUTERS (REUTERS)

Se acabó la era Obama. Empieza una etapa nueva, tanto o más simbólica que la elección del primer presidente afroamericano. Donald Trump prometió implementar políticas que rompen con la tradición compartida por demócratas y republicanos tras la II Guerra Mundial, con el orden institucional nacido con Naciones Unidas y la OTAN y, en lo económico, una ruptura con el orden originado de los Acuerdos de Bretton-Woods. Si Trump cumple lo prometido en campaña, el cambio será de proporciones bíblicas.

Con La victoria de América (2015), culminé una serie de libros cuyo objetivo era hacer una crónica de la histórica presidencia de Barack Obama, cuyo principal logro –más que la reforma financiera Dodd-Frank y Obamacare– fue sacar la economía de la Gran Recesión de 2007-2009 y volver a la senda del crecimiento y la creación de empleo. El 7 de noviembre de 2016 publiqué el libro Hillary Clinton versus Trump. El duelo del siglo. Un día antes de las elecciones, anuncié en esta obra que Trump ganaría los comicios, con independencia de mis opiniones personales. La realidad de los datos es tozuda y, en los últimos 12 años, se ha producido un cambio sistémico sociodemográfico y socioeconómico en la sociedad americana, que explica la victoria de Trump.

Basándonos en datos (sus declaraciones, su carácter e historia personal, sus libros, en definitiva, todo lo que sabemos de él) proyectamos una hipótesis de cómo podría ser su presidencia.

Lo primero que hará Trump –tras el período de transición y el nombramiento de cargos– es desmontar el edificio Obama en todos sus aspectos. Máxime cuando, ante la oposición de un Congreso (Senado y Cámara de Representantes) en manos republicanas, Obama ha gobernado con decretos ejecutivos, fácilmente reversibles por un nuevo presidente. Los republicanos no tenían la Casa Blanca y el Congreso desde 2007. En enero serán 10 años: exactamente el período en que se produjo el cambio sistémico social que expliqué ayer en las páginas de este periódico.

"Los republicanos dejarán de lado sus diferencias para aunar esfuerzos y transformar la nación"

Norteamérica cree en el positivismo jurídico como doctrina. En consecuencia, lo primero que hará Trump será nombrar un nuevo juez para el Tribunal Supremo, que sustituya al fallecido Antolín Scalia. Escenario inédito: republicanos en los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. Los republicanos no son un bloque uniforme: evangélicos, blancos, algunos católicos, conservadores fiscales, conservadores morales, los que quieren la primacía económica y militar norteamericana en el mundo, como se propusieron Dick Cheney y Donald Rumsfeld, durante la presidencia de George Bush. Estas familias republicanas han aprendido la lección evangélica de que “una casa dividida no prevalecerá”, como anticipé aquí antes del verano. Los republicanos dejarán de lado sus diferencias para aunar esfuerzos y transformar la nación. Más divididos –social, racial, religiosa e ideológicamente– están los demócratas que los republicanos, calentitos junto a la chimenea del poder.

Trump acabará con el Obamacare, dejando 30 millones de personas sin seguro médico: volvemos a 2007 y los laboratorios se frotan las manos porque aumentará el precio de los medicamentos. Trump no tocará la reforma financiera aprobada por Obama: a nadie le interesa una nueva recesión –menos a él, si pretende ser reelegido- y, para ello, los bancos necesitan ser controlados. En el caso de la Fed, Janet Yellen permanecerá hasta 2018, pero sus decisiones no deberían ser contrarias a la política económica del Gobierno. Estaba prevista un alza de tipos de interés en diciembre. Dependerá del comportamiento del empleo, la inflación y los mercados, que anticipan el futuro, tanto en las Bolsas como en los mercados de futuros y commodities. Yellen tiene los días contados y, seguramente, espere antes de subir los tipos.

Subirán los precios del crudo, con un presidente que no cree en el cambio climático y que impulsará el carbón, el acero, el gas y el petróleo. Esperemos que eso sea bueno, al menos, para empresas españolas como Gas Natural Fenosa. En Houston y en Dallas, las empresas energéticas se frotan las manos.

Con respecto a la industria armamentística, Trump dijo que aumentará el gasto público en dos áreas: infraestructuras y defensa. Lo hizo Roosevelt (excusa: II Guerra Mundial), Truman (excusa: Guerra de Corea); Johnson y Nixon (excusa: Guerra de Vietnam), Reagan (excusa: la Guerra Fría), Bush padre (excusa, Guerra del Golfo) y Bush hijo (excusa: guerra contra el terror en Oriente Medio). Trump tiene en el ISIS la excusa perfecta, como ha repetido en campaña. Y, de paso, rompe la ortodoxia en relaciones internacionales desde 1945 y se alía con Rusia contra el ISIS, causando pavor en la OTAN y los países del este de Europa, asustados con la Rusia que invadió Georgia (2008) y Ucrania (2014).

Hay otras guerras deseadas por Trump: la comercial con China. En esto tiene mucho que ganar a corto plazo, aunque a medio plazo sea malo para la economía mundial. Denunciará a China como “manipuladora de su moneda”, en un momento en que China, como Rusia, roza la recesión y su burbuja de crédito está a punto de explotar. Trump ha prometido que obligará a Apple (por ende, a toda la industria tecnológica) a fabricar en Norteamérica, en vez de en China. Para compensar el obvio aumento de costes laborales, Trump promete una fuerte rebaja fiscal: impuesto de sociedades del 35% al 15% y 10% por repatriar beneficios. A corto plazo, se incrementarán ventas y beneficios. A medio plazo, podría ser contraproducente, porque Estados Unidos, desde 1944, depende del comercio exterior.

"Yellen permanecerá en la Fed hasta 2018, pero sus decisiones no deberían ser contrarias a la politica económica del Gobierno”

Siguiente capítulo: para ayudar a los mineros de Minesota a que conserven sus puestos de trabajo, Trump promete cargarse el invento demócrata de la globalización, hacer políticas proteccionistas y nacionalistas y renunciar a los tratados de libre comercio (NAFTA, TTP, TTIP). Titulares de toda la prensa mundial: Trump genera incertidumbre sobre el comercio mundial, amenazando riesgo de recesión. Aquí, Trump podría encontrarse con la oposición del Congreso –republicano–, partidario del libre comercio desde siempre.

Trump no es Reagan, sino una anomalía estadística en un mundo en que triunfan populistas y frikis como Le Pen. Pero la experiencia dice que todo candidato que gana la presidencia diciendo que va a cambiar Washington, acaba siendo cambiado por Washington y, del “cambio”, pasamos a “lo de siempre”.

Jorge Díaz Cardiel es socio director Advice Strategic Consultants. Autor de Hillary Clinton versus Trump. El duelo del siglo.

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