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Elecciones EE UU

Los norteamericanos acuden enfadados a las urnas

La campaña se ha convertido en una guerra sucia sin cuartel que deja a la altura de los zapatos la guerra sucia de Reagan que protagonizó el escándalo "Irán-Contra"

El presidente de EE UU, Barack Obama, en un mitin de apoyo a la candidata demócrata Hillary Clinton en Florida.
El presidente de EE UU, Barack Obama, en un mitin de apoyo a la candidata demócrata Hillary Clinton en Florida.Reuters

Lo siento. Como quien tiene un primo que te joroba las películas antes que vayas al cine, voy a desvelar quién es el asesino: los votantes norteamericanos están francamente enfadados. En Europa y, concretamente, en España, nos parece una obviedad y es de Perogrullo, porque el personal lleva enfadado desde 2007 y la inquina no ha hecho sino incrementarse conforme la población ha visto que los políticos europeos no respondían a sus expectativas (crecimiento económico, empleo, pensiones, servicios públicos, etc) y, como ha sucedido en territorios cercanos a las Coronas de Castilla y Aragón, los casos de enriquecimiento personal mediante corrupción no ha hecho sino exacerbar el mal humor.

Por tanto, decirle a un europeo que los americanos están enfadados con sus políticos, a dos días de celebrar elecciones presidenciales, provocaría, por ejemplo, una respuesta de catedrático de sociología de la siguiente guisa. “Mire, aquí pasa lo mismo y la población tiende hacia el populismo: el Brexit en Reino Unido, la extrema derecha en Francia y Alemania o el rechazo al inmigrante".

Pero Estados Unidos no es Europa. Este enfado del personal, es nuevo. El norteamericano es optimista por naturaleza. Siempre piensa en el futuro. Cree en el Sueño Americano (Bill Clinton, Barack Obama: work hard, play by the rules and you'll see your dreams come true; trabaja duro, cumple con las normas y tus sueños se harán realidad". Hasta la Gran Recesión (2007-2009) que heredó Obama cuando fue elegido presidente por primera vez, el American Dream era una realidad.

“Mujer sobradamente preparada o amenaza pública mundial”. Esa es la elección según Robert De Niro

Obama es buena prueba de ello; baste comparar su primera biografía (Dreams of my father) con el primer presidente afroamericano de la historia (él). Lo mismo puede decirse de Bill Clinton: hijo de una familia desestructurada, pobre, con una madre que trabaja tres turnos para sacarle adelante, un padrastro continuamente borracho que les pegaba a ambos, viviendo en Arkansas, estado paupérrimo del Sur…, acaba estudiando en Oxford, en Yale, es fiscal general, gobernador de Arkansas y presidente de Estados Unidos. Barack y Bill suelen decir que su historia se parece a la de ese niño de Tupelo (Misisipi) que nació en un chamizo y cantaba con voz de negro, llamado Elvis Presley, rey del Rock & Roll y que, vivo o muerto (el 10% de americanos, 23 millones de personas, cree que sigue vivo) es el segundo artista que más sigue vendiendo después de Michael Jackson (de quien se dice que sí ha fallecido).

Obama ha sacado América de la Gran Recesión y resumo. 15 millones de empleos (tasa de paro en el 4,7%, o pleno empleo) y crecimiento del 2,2% (PIB). Renta per cápita (2015), 56.000 dólares anuales. En España por poner las cosas en perspectiva, es de 18.800 euros, según el INE. Motivos para la alegría, sí, pero para el descontento también, aunque no sea culpa de Obama, cuya popularidad alcanza cotas muy altas (+54%, nivel más alto desde que fue elegido), al igual que el índice de aprobación de su gestión (+52%). Siempre me gusta recordar el contexto histórico: por estas mismas fechas, en 2008, el porcentaje de Bush Hijo, en ambos casos, no superaba el 20%.

Las desigualdades sociales, la falta de oportunidades para los jóvenes (eso es porque no saben que la tasa de paro de los jóvenes españoles es del 53%), el estancamiento de la movilidad social, la impunidad de banqueros corruptos sin escrúpulos que se van de rositas, y los escándalos continuos que acompañan a los candidatos Trump y Clinton, han acabado con la paciencia del personal y, primero, polarizado (enfrentado) a los americanos y, segundo, volverles cínicos respecto a las elecciones. La campaña empezó con un inesperado, inédito y alegre contentamiento de los electores que, en un 65% decían estar muy interesados en la campaña electoral: Clinton se enfrentaba a cuatro opositores y demostraba que sabía más que todos ellos juntos; Trump rompía records de audiencia con sus "gracias": "el mentiroso Ted", "el niño Marco Rubio", "la tortuga Bush", "la fea de Carly Fiorina", etc. Ja, ja, ja, qué gracioso.

Hasta que quedaron dos candidatos, Clinton y Trump y la campaña se convirtió en una guerra sucia sin cuartel que deja a la altura de los zapatos la guerra sucia de Reagan que protagonizó el escándalo "Irán-Contra". Ya sabíamos que los dossieres de trapos sucios de los candidatos son moneda de cambio de ordinaria administración: Bush Jr dejó caer la especie de que Mc Cain había tenido una hija ilegítima negra con una amante afroamericana. Informaron mal a Bush: la niña era adoptada y de Bangladesh; pero Bush ha prestado siempre poca atención a los detalles. Y, como éste, mil ejemplos.

Ahora bien, despertarse cada mañana con un escándalo podrá venir bien a los medios de comunicación porque aumentan audiencias, pero desmoralizan al personal. Aunque, irónicamente, no les desmotiva: ya han votado 24 millones de americanos. Es posible que la participación en estas elecciones sea alta. Es mucho lo que está en juego. Clinton, hoy, es considerada deshonesta por el 70% del electorado, debido al uso de su servidor privado cuando fue secretaria de estado, los 30.000 emails borrados, el posible hackeo de su ordenador por 5 enemigos de Estados Unidos y el pago de favores mediante la Fundación Clinton, todo ello investigado por el FBI, quien lo ha hecho público una semana antes de las elecciones. Clinton tiene el apoyo femenino, el blanco de estudios superiores, clase media y minorías. Ganaría las elecciones, "hoy", con 45% del voto popular. Trump, formidable playboy (no confundir con cowboy, son profesiones distintas) tiene 42% del voto y el apoyo de blancos de clase baja y sin estudios. Parece el mundo al revés y quienes salen ganando son los inquilinos de la Casa Blanca, que se irán a su nueva casa con el mayor índice de popularidad desde la Corte de Camelot de Kennedy.

Mientras, los americanos, según el dicho popular, tendrán que elegir al mal menor: mujer sobradamente preparada o amenaza pública mundial, en palabras de Robert De Niro. Mujer y experta = éxito asegurado.

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