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Elecciones EE UU

El papel y el trato a las mujeres en Norteamérica

El machismo está extendido y hace que el 40% de los votantes de Trump no preste atención al acoso sexual

A pocos días de que se celebren las elecciones presidenciales, Clinton va en cabeza. Desde el tercer debate hasta hoy lunes 31 de octubre, ha reducido su ventaja de estimación de voto en dos puntos, superando el margen de error de todas las encuestas: ganaría a Trump por un 5,1% de votos, de celebrarse hoy las elecciones, en el llamado voto popular. Más importante es la asignación del número de delegados en el Colegio Electoral, que es el órgano que, en última instancia, decide quién es presidente/a. Hoy Clinton obtendría 256 y Trump 126. Hillary necesita 270 delegados para ganar por mayoría absoluta. Y esto solo se consigue si, por ejemplo, gana en California y “se lleva” sus 55 delegados e, igualmente, en Nueva York y Florida, con sus respectivos 29 delegados. Sin especular, Hillary tiene a California y Nueva York en el bolsillo, mientras que Florida –como en el año 2000– es un Estado complicado donde el resultado podría ser muy ajustado.

Ambos candidatos están mostrando una gran resistencia. Se mantienen en la carrera electoral a pesar de ser los dos políticos –pensemos que Trump lo es, por un momento– menos queridos de la historia. Y superan obstáculos muy difíciles de vencer. En el caso de Donald, su principal enemigo se apellida Trump. Esta alienando a su propio campo y tras las elecciones no habrá que recoger platos rotos, sino repartirse el botín de un partido republicano destrozado: el “establishment”, por un lado, representado por Paul Ryan, versus las bases, que apoyan a Trump “porque dice la verdad”, es decir, lo que ellos quieren escuchar. Los seguidores de Trump son fieles y leales a su líder y se enfrentan con quien corresponda, con tal de defenderle. Un ejemplo público reciente ha sido el protagonizado por el ex Speaker of the House republicano Newt Gingrich quien acusó a la presentadora conservadora de la cadena Fox, Megan Kelly, “de estar obsesionada con el sexo”. Ante el asombro de Kelly –que tiene muy mala relación con Trump desde que éste la acusó, tras el primer debate electoral televisado, de que “le salía sangre de los ojos y de la nariz por odio contra mí”–, Gingrich dijo que Kelly, como el resto de medios, otorgaba 23 minutos de cobertura a las acusaciones de acoso sexual de Trump y, en cambio, un minuto “al escándalo de los emails de Clinton, que hace públicos Wikileaks”.

Cierto: con los escándalos de Trump, las revelaciones de Wikileaks pasan a un segundo plano. El motivo no es –como dice Trump– que los medios, incluidos los conservadores, apoyen a Clinton y le maltraten a él, sino que la cuestión esencial de estas elecciones es el papel de la mujer en la sociedad americana. El cómo se la percibe y el cómo se la trata en el hogar, en el trabajo, en su comunidad, etc, es lo que –trascendiendo razas y clases sociales– están protagonizando la campaña electoral. Esto es lo que Megan Kelly –conservadora y de la Cadena Fox– intentó sin éxito explicar al intransigente Gingrich, quien sabe bien de escándalos sexuales, puesto que tuvo una amante (hoy, tercera esposa) al mismo tiempo que abanderaba el proceso de impeachment del presidente Clinton por el caso Monica Lewinsky.

Los escándalos sexuales de Bill Clinton y de Donald Trump, en el contexto de la campaña electoral, son armas arrojadizas por ambos bandos. La realidad es que hay algo mucho más profundo en juego: el sacar a la luz lo que todo el mundo sabe está latente, subyacente, que existe, pero no se ve: el sexismo en la sociedad americana. Roger Aisle fue presidente de Fox News desde su fundación. Fue despedido hace unos meses fruto de acusaciones sexuales por parte de 25 presentadoras de la cadena, empezando por Gretchen Carlson, durante muchos años presentadora del programa de máxima audiencia “The real story”. De 50 años, inteligente, con estudios superiores y de buen ver (fue Miss America en 1988), fue relegada poco a poco a papeles cada vez más irrelevantes por la cadena, hasta que ella dijo basta. Y denunció a los tribunales a Roger Aisle por acoso sexual. Tan cierto era, que ella se llevó 21 millones de dólares, mediante un acuerdo de mediación previo a juicio. A ella siguieron otras siete presentadoras y, a éstas, otras 15. Es lo que se llama una epidemia y lo que demuestra que lo que está podrido es el sistema.

¿El sexismo, el machismo, el acoso sexual es algo restringido a la cadena Fox? No. Desgraciadamente, está extendido y mucho en la sociedad americana. A todos los niveles. Por eso, las masas –¡40% del electorado!– que siguen a Trump no prestan atención a las acusaciones de acoso sexual de que es objeto The Donald. Dan por supuesto que es algo que “debe ser así”. Como dirían los franceses, es el típico caso de “hombre poderoso y mujer bella. Un cliché”. Y esto, en la América profunda. En “mercados sofisticados” como Los Ángeles o Nueva York, se ven cosas increíbles: las relaciones entre sexos –no hablamos de prostitución– están sujetas a que ella sea bella (Gretchen Carlson siempre luchó por ser reconocida por su inteligencia y dos carreras y no por ser una “bimbo”) y, a cambio, él tenga mucho dinero. Es una mera transacción mercantil: “do ut des”; te doy para que me des. Tan penoso como cierto. Por eso, en el bando de Trump –que no conservador/republicano/cristiano/católico/evangélico que representa Paul Ryan– no ha extrañado que Trump haya enseñado a sus amigos empresarios 10 revistas en las que aparece desnuda en portada su actual mujer, empezando por The New York Post.

Hillary Clinton está luchando por restaurar los valores familiares. Por defender los derechos de mujeres y niños. Y cuenta con una aliada de excepción: Obama, Michelle, que levanta pasiones, que emociona y motiva: tiene carisma. Y predica con el ejemplo: familia “perfecta” de esposos y dos hijas. El presidente Obama también está echando el resto: va a hacer campaña a favor de Hillary todos los días hasta el 7 de noviembre.

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