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Tendencia

Las empresas aflojan el nudo a la corbata

Compañías como Mercadona dan libre albedrío al uso de esta prenda

Thinkstock
Pablo Sempere

Lo que comenzó como una costumbre importada de los países anglosajones, con el casual friday, ha ido evolucionando poco a poco hasta trastocar todos los códigos y conductas de vestimenta en la alta dirección de las empresas. A los viernes en los que los ejecutivos y el resto de los empleados podían dejar en casa la corbata, le siguió la irrupción de las firmas tecnológicas, recuerda el socio director de Alemany & Partners, Carlos Alemany, “mucho más desenfadadas en lo que respecta a la indumentaria”. Más tarde, el auge de las startups y las compañías innovadoras terminó, incluso, tumbando el uso de los trajes y corbatas. Y recientemente, empresas de sectores mucho más tradicionales se han sumado a esta tendencia. La última, el gigante de distribución Mercadona, que la semana pasada anunció que permitirá a sus directivos acudir a la oficina con o sin corbata, al gusto de cada uno. Eso sí, siempre y cuando no tengan que abandonar la oficina o reunirse con profesionales de otras empresas.

 Esto, sin embargo, no supone ningún avance para este directivo especializado en la búsqueda y selección de altos ejecutivos. “Me parece más una medida pensada para aparentar, ya que las corbatas hoy están mucho menos de moda que hace unos años”, explica. Aunque no tanto. Para este experto, el problema radica en que todavía “muchos profesionales cambian su conducta dependiendo de la indumentaria que lleven, y lo que hay que fomentar es la coherencia; es decir, demostrar que alguien puede y debe trabajar igual sin importar su aspecto.

Japón marcó tendencia en 2005

Cualquier cambio de código de vestimenta obedece a una razón. Una de las primeras veces que ocurrió fue, hace más de diez años, en Japón, cuando una ola de calor asoló la isla.

 

Para combatir la situación, además de para ahorrar energía, el Gobierno nipón puso en marcha una campaña, bautizada como Super cool biz. El objetivo era sustituir trajes y corbatas por pantalones vaqueros y camisetas, con el fin de reducir el uso de aire acondicionado en las oficinas.

La cuestión, dice, es que en España se ha pecado de un exceso de formalismo en lo que respecta a esta situación. “La vestimenta tiene que ir evolucionando y, por el momento, ha de ir acorde a cada labor. En reuniones en las que alguien vaya a relacionarse con el cliente, sigue siendo necesario guardar unas formas concretas en lo que a esto se refiere. También por respeto”, añade. Esto cambia, sin embargo, en los momentos menos formales, “como reuniones poco serias o situaciones en las que no hace falta estar de cara al público”, como es el caso que baraja la compañía de distribución valenciana.

Porque, tal y como comenta Alemany, el uso de la corbata y el resto de apartados del código de vestimenta ya no dependen de ningún protocolo. Ahora todo lo rige la posición que se ocupa en cualquier relación. “Si tienes que ir a vender un producto, te amoldas a este código por educación. Si a lo que vas es a comprar, pasas a ser el que rige las normas”, señala este experto, quien calcula que a la corbata le quedan en torno a los 15 años de vida como complemento obligatorio en la empresa.

Más allá de estas normas no escritas, el talento y la capacidad no los condicionan la forma de vestir. De hecho, cuanto más a gusto se encuentre el profesional, mejor llevará a cabo sus labores. “Es importante que la ropa que escojamos esté en sintonía con nuestro cuerpo y con nuestra mente”, afirma la profesora de Sociología de la Moda de la ISEM Fashion Business School, de la Universidad de Navarra, Sandra Bravo. De hecho, señala, la libertad en la indumentaria en el trabajo puede incrementar la productividad. “Si un profesional se siente cómodo será un factor favorable para facilitar el éxito en el ámbito laboral, aunque por supuesto tiene que primar también el sentido común y tener en cuenta el contexto y el entorno donde se desarrolla la actividad”, ya que, recuerda, España es uno de los países que tienen un protocolo más antiguo.

No conviene ir muchos pasos por delante de la sociedad. Mucho menos en el ámbito laboral. “Por eso las empresas deben contar con un código de vestimenta, incluso aquellas más innovadoras y creativas, porque también existen reglas para ser informales”, apunta Bravo.

“Obviar los protocolos de vestimenta en el trabajo puede dar lugar a un mayor acercamiento y comunicación entre los departamentos, así como a una mejoría en la relación entre trabajadores de diferentes puestos”, opina Sandra Bravo. La jerarquía, continúa, es algo que se está diluyendo en las empresas, y así como los espacios diáfanos han irrumpido en muchas de ellas, la tendencia también se está trasladando al código de vestimenta.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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