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El Foco
Tribuna
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De izquierdas o de derechas. La teoría de la alpargata

Ser de una ideología u otra es una forma de etiquetado fácil en la que unos son buenos o malos según el instante en el que se les sitúe

Getty Images

La clasificación política, de derechas e izquierdas, podría tener su origen en Francia allá por el año 1789 cuando su Asamblea Nacional Constituyente debió escoger si el Rey tendría o no veto en la aprobación de sus leyes. Los diputados que deseaban cambiar el poder del monarca, limitándolo, se situaron a la izquierda, y los que deseaban que no hubiese cambios, a la derecha. Parece que, desde entonces, se considera que las izquierdas están a favor de los cambios y las derechas del inmovilismo.

Pero desde esa fecha toda ha evolucionado de forma considerable. Un primer gran cambio lo podemos situar después de la II Guerra Mundial, cuando las derechas reconocen el Estado de bienestar y el fortalecimiento de lo público. Posteriormente, las izquierdas, en los años ochenta, se acercaban a planteamientos, como las privatizaciones de empresas públicas, la globalización económica o la flexibilidad del mercado laboral entre otras. La socialdemocracia debió aceptar el lema de las derechas de esos momentos de “there is no alternative”. En España recordaremos que, con la izquierda, se producían las grandes reconversiones en las empresas públicas y en el mercado laboral o en la Seguridad Social. Las izquierdas dejaban de hacer alusión a la clase trabajadora y a los temas económicos, centrándose en la clase media, priorizando sus nuevos mensajes en la igualdad de género, la homosexualidad, el aborto, la educación, la memoria histórica o el medio ambiente, entre otros.

En 2008, llega la gran crisis económica que, unida a la inmigración incontrolada a la Unión Europea, los ataques al euro, el problema del integrismo islámico o los movimientos nacionalistas, hacen que la economía pase a ser el principal problema de los ciudadanos europeos, abriéndose un escenario proclive al nacimiento de nuevas opciones políticas que proclaman un orden nuevo criticando a los partidos tradicionales. Estas nuevas corrientes empiezan a nacer en España, Grecia, Hungría, Dinamarca, Francia o Reino Unido, entre otros, y dan origen a lo que viene a denominarse nuevo populismo. Este se caracteriza por un fuerte liderazgo de una persona carismática, el uso de argumentos emocionales, la simplificación de complejas situaciones y la utilización de viejas recetas políticas enmascaradas, eso sí, en nuevas técnicas de comunicación.

"El nuevo populismo usa viejas recetas políticas enmascaradas de nuevas técnicas de comunicación"

Pero después de su espectacular nacimiento, estos movimientos políticos se están enfrentando a una nueva situación. Una cosa era prometer y otra, bien distinta, gobernar. Observamos cómo en Grecia han debido pasar de aquel eslogan de “sí se puede” a otro de “no se puede”. De otro lado, se observa cómo estos nuevos movimientos van moderando sus mensajes en lo económico, proponiendo medidas de leves reducciones del déficit frente a la anterior idea de no pagar la deuda pública, o de suaves incrementos en el gasto social, financiado ahora con subidas fiscales. En definitiva, se ajustan a las directrices europeas, el eje del mal para ellos hace un año, cuando sus propuestas iniciales eran de elevar, de manera espectacular, el gasto social.

Y en este mar de confusiones llegan los propietarios de los medios de comunicación, que, como siempre, buscan una clientela que les ayude a conseguir una adecuada financiación y siguen una línea política pasando a ser ellos los que piensan y los lectores, televidentes o radioyentes, los que asumen y transmiten ese pensamiento. Han conseguido, pues, que unos españoles lean, oigan o vean ciertos medios y que otros españoles escojan a otros, estigmatizándonos de ser de un color político determinado por este hecho. Es el denominado uniformismo ideológico o la hemiplejía moral definida por Ortega y Gasset. Este criticó la pertenencia a derechas o a izquierdas como una situación que limitaba nuestra forma de pensar en lo político, en un momento de confusión social causado por una dictadura del pensamiento único y una nueva forma de control de las conductas colectivas similares a las recogidas por Orwell en su obra 1984.

De este modo, ser de izquierdas o ser de derechas se ha convertido en una forma de etiquetado fácil, en la que unos son buenos y los otros son malos, según en el estante en el que se les sitúe. De ahí que podamos comprobar cómo un presidente de Gobierno de España señala que “bajar impuestos es de izquierdas”, para, pocos años después, su vicepresidente tercero asegurar que “subir impuestos también es de izquierdas”. Del mismo modo, encontramos hechos como que un Gobierno de izquierdas adopta medidas de recorte a partir del 2008 y, cuatro años después, un Gobierno de derechas copia la receta, eso sí, criticándose uno y otro de lo mismo. También nos deben hacer reflexionar las medidas económicas adoptadas por los Gobiernos autodenominados del cambio, comparándolas con las que prometían antes de gobernar. Hoy todo es un lío. Podemos encontrarnos que una infracción a la Seguridad Social deja de serlo por el simple hecho de cometerla uno de un bando determinado o que el incumplimiento de la Ley de incompatibilidades será o no grave dependiendo de dónde está situado el incumplidor.

"Ortega y Gasset criticó la pertenencia a derechas o a izquierdas como una situación que limitaba nuestra forma de pensar en lo político"

Volviendo de nuevo a Ortega y Gasset, este escribía, en el prólogo de la edición francesa de La rebelión de las masas, una frase que tiene su interés en estos momentos: “Ser de izquierdas es como ser de la derecha, una de las infinitas formas que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Si la enlazamos con aquella otra de Abraham Lincoln, para el que “se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”, ambas deben hacernos reflexionar sobre estos estereotipos clásicos del encasillamiento político, que pudieran ser una especie de espejismo premeditado y que dan razones a aquellos que hablan de la teoría de las alpargatas, da lo mismo la izquierda que la derecha.

Juan Manuel Ruiz Galdón es profesor Universidad de Málaga. Economista.

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