Explosión natural en Puerto Rico
Recorrido taíno por el bosque de El Yunque y las Islas Vírgenes Españolas.
Los indios taínos veían en el dios Yuquiyú a un dios bueno. Se escondía en medio de una enorme selva dentro de un área montañosa al este de la isla. Allí acudían sus fieles para venerarlo y rogarle que bañara de lluvia sus campos.
Los españoles no tardaron en entender que este era un lugar único y sagrado y que debía ser protegido como vestigio del gran manto vegetal que antaño cubrió toda la cuenca del Caribe. A esa área la bautizaron como El Yunque.
No es fácil, pero conviene dejar un momento atrás ese Puerto Rico tan caribeño y tan latino, amante de sus raíces hispanas, aunque con ese suave barniz norteamericano. Conviene abandonar las grandes murallas del Viejo San Juan, ciudad colonial preciosa, siempre protegida por la fortaleza naval de El Morro.
Olvidémonos de su ambiente nocturno, de restaurantes que no cierran en toda la noche y de auténticos bares de salsa como La Factoría, y también del diurno en torno a sus calles peatonales, de casas de colores chillones y balcones floridos.
Nos adentramos ahora en el Puerto Rico más natural, virgen y salvaje.
Al este, el gran bosque pluvial de El Yunque abastece toda la zona como un gran corazón verde en el extremo oriental de la sierra de Luquillo. Es esta la única selva tropical lluviosa dentro del sistema de bosques nacionales de Estados Unidos, con más de 240 especies vegetales y otras tantas animales, como la coquí o rana arborícola y la cotorra de Puerto Rico, en peligro de extinción.
A lo largo de sus 28.000 hectáreas de extensión y con un desnivel de más de mil metros se conservan hasta cuatro tipos de bosques distintos que son una auténtica maravilla para descubrir en cualquiera de las rutas que atraviesan el parque, como la que llega hasta lo alto del monte Britton, la de los Picachos o la de la cascada de la Mina.
La influencia de El Yunque se extiende hasta el Atlántico al norte. En el distrito de Río Grande convergen la cordillera y la selva tropical con la costa del arrecife de coral. Se crea así un entorno de grandes playas desiertas de arena blanca inmersas en una zona donde desembocan varios ríos, como el Espíritu Santo o el Herrera, que atraviesan selva, lagos y manglares.
El Resort St. Regis cuenta aquí con una isla en la que combina un servicio hotelero de lujo con una gran labor de conservación y mejora del ecosistema a cargo de un equipo de biólogos y expertos medioambientales. En la playa de la Bahía, las tortugas marinas vienen por la noche a dejar sus huevos y las aves tropicales se pierden entre la frondosidad de las palmeras de coco regadas por más de 25 hectáreas de canales, estanques y lagos.
A la mayoría le sorprende saber que Puerto Rico no es una isla, sino tres. Frente a la costa oriental, la isla de Culebra y la de Vieques pueden enorgullecerse de haber sido las únicas Islas Vírgenes Españolas hasta que pasaron a formar parte de Puerto Rico cuando los boricuas se volvieron yanquis.
Estos dos municipios son grandes tesoros de la biodiversidad caribeña y auténticos remansos de paz. A ambos se accede por barco desde Puerto Fajardo o desde el mismo sitio y San Juan en avioneta en 20 minutos de trayecto.
Con apenas 30 km2, Culebra es la más pequeña, pero tiene la playa de Flamenco, que fue designada como la segunda mejor del mundo por Discovery Channel. Se trata de un arenal que cumple con creces todos los requisitos de playa ideal caribeña con la que soñamos en España: aguas de diferentes tonos turquesa, arena fina cubierta por un suave bosque de palmeras y cercada por montañas verdes.
A 11 kilómetros al este de Puerto Rico se encuentra Vieques, que fue base naval norteamericana hasta 2003. Es esta una isla rústica en la que los caballos pasean libres por sus caminos, donde no hay supermercados, apenas hoteles y tampoco hospitales, aunque sí un centro de salud.
Vieques se mantiene intacta desde que la dejaron los americanos, y los viequenses, de fuerte carácter isleño, así quieren que se quede.
Las dos terceras partes de la ínsula, que antes eran base militar, son hoy reserva natural. La vegetación se extiende desde la palmera típica de playa, el bosque costero y seco, el manglar y el pastizal. En la costa este se concentra el mayor refugio nacional de fauna del Caribe.
La isla nena, como la llaman aquí, está totalmente rodeada por estupendas playas, entre las que destacan la Chiva y Caracas. El buceo y el snorkel son actividades obligatorias para conocer su diversidad marina entre arrecifes de coral, bancos de peces, estrellas de mar y, con suerte, algún manatí antillano y, más bien sin ella, algún tiburón pequeño.
Al sur, la Bahía Mosquito, o bahía luminiscente, es el gran baluarte de la ínsula que atrae cada año a miles de turistas que quieren disfrutar de este espectáculo natural. En él, unos microorganismos acuáticos (dinoflagelados) resplandecen en la noche cuando son sacudidos. Este fenómeno se conoce como mar de ardora y tiene lugar por todo el mundo, aunque es en este sitio donde más brilla, según el libro Guinness.
Varias empresas organizan rutas nocturnas en kayak por la bahía con grupos reducidos para no alterar el ecosistema.
Guía para el viajero
Avión o avioneta. Puerto Rico cuenta con tres aeropuertos internacionales, aunque desde España solo se llega en vuelo directo de ocho horas al de San Juan. A Culebra y Vieques se debe volar 20 minutos más en avioneta desde San Juan o cruzar en barco.
‘Resort’ en la selva. El St. Regis Bahía Beach Resort es un lujoso complejo hotelero de cinco estrellas al pie de El Yunque, al noreste de la isla. Está compuesto por 26 mansiones de estilo tradicional en medio de la selva protegida y con una gran playa privada. El W Retreat & Spa, en Vieques, también del grupo Starwood, es un hotel moderno y sofisticado y casi el único que hay en la isla.
Comida boricua. El chef José Santaella puede presumir de tener uno de los restaurantes de moda en Puerto Rico. Los platos son deliciosos y presentan una elegante evolución de la cocina típica boricua a la moderna.