La fuga de bonistas arrastró al abismo la deuda de Abengoa
El presidente de Abengoa, Antonio Fornieles, puso negro sobre blanco la pasada semana los nombres de los fondos y hedge funds que inyectarán dinero nuevo en la compañía. Tan solo tres meses después de que el grupo de ingeniería desvelara que BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, junto a Attestor, Centerbridge, Delta, D. E. Shaw, Elliott, Eton Park, Invesco y Värde, iban a participar en su refinanciación, se constató que, tan rápido como llegaron a un preacuerdo, algunas de ellas rompieron con las negociaciones.
El grupo de gestoras lideradas por Houlihan Lokey declaró entonces controlar cerca de un 40% de la deuda cotizada de Abengoa, con un nominal total de 3.300 millones de euros. En su mayor parte, los fondos habían adquirido deuda cotizada del grupo de ingeniería sevillano a precios de derribo, con un descuento del nominal superior al 85%.
De todas ellas, solo tres se mantienen –D. E. Shaw, Elliott y Värde– y en el lugar de los otros tenedores de deuda cotizada han aparecido hedge funds como Abrams Capital, The Baupost Group, Canyon Partners y Oaktree, que aportarán el dinero nuevo que necesita Abengoa pese a no ser propietarios de su deuda.
En su estampida de Abengoa, las gestoras no solo se han echado atrás a la hora de poner liquidez nueva, sino que una parte se ha deshecho sus posiciones sobre la deuda cotizada del grupo y ello a pesar de que en marzo firmaron un crédito de urgencia que ahora deberá ser refinanciado o liquidado dentro del plan de reestructuración. Eso sí, este crédito cuenta con garantías de acciones de Atlantica Yield y que pueden ejecutar bajo determinadas circunstancias. Fuentes conocedoras del proceso explicaron que su salida vino motivada tras el análisis exhaustivo que realizaron del plan de negocio de la compañía sevillana.
Los bonos de Abengoa que vencen en 2018, los de mayor liquidez, han visto que su precio sobre el nominal pasaba de los 16,5 puntos porcentuales a mediados de marzo a los 5,1 a los que cotizan en la actualidad. La caída roza el 70%. El descenso se agravó en abril, mes en el que recibió el visto bueno del juez para que Abengoa tuviera hasta octubre para lograr la adhesión de un 75% de sus acreedores al plan de refinanciación. Es decir, al tiempo que negociaban, una parte de las gestoras optó por la retirada al vender unos bonos en los que todavía acumulaban plusvalías o con minusvalías mínimas. Por ejemplo, en un bono comprado al 10% del nominal y vendido al 15%, el beneficio sería de un 50%.
Los nuevos actores del proceso se han comprometido a inyectar casi 500 millones nuevos en Abengoa. Una liquidez que tendrá como garantías parte de las acciones de Atlantica Yield que tenía la banca como aval por el préstamo de 106 millones de diciembre.
Junto a esas acciones, también se utilizará como aval la planta que cogeneración eléctrica que tiene en México. Otros 515 corresponden a las líneas de crédito que ha recibido el grupo desde septiembre de 2015 por parte de la banca y de los fondos, que ahora habrá que refinanciar o liquidar.
Abengoa ha alcanzado por el momento un principio de acuerdo para sellar la reestructuración definitiva que cuenta con algunos flecos pendientes aún, como el reparto de los avales necesarios para poner en marcha el plan de viabilidad. Unos avales calculados en unos 250 millones que se repartirán previsiblemente los bancos acreedores –el denominado CoCom tras la salida temporal de HSBC del G6–, entes públicos como el ICO y Cesce y los tenedores de bonos.