Draghi también derrota al Constitucional alemán
El Tribunal Constitucional alemán ha aceptado hoy a regañadientes el programa de compra de deuda que el Banco Central Europeo (BCE) anunció en 2012 para frenar las primas de riesgo que condenaban al rescate a España e Italia. La sentencia leída en Karlsruhe rechaza los recursos de inconstitucionalidad presentados ante la corte alemana.
El Constitucional alemán sigue en su fallo las directrices marcadas por el Tribunal de Justicia europeo, que revisó el caso en junio de 2015. El caso era tan polémico y sensible que, por primera vez en la historia, el Tribunal alemán dirigió una consulta prejudicial a la corte de Luxemburgo para saber su opinión sobre la legalidad del programa del BCE.
Los magistrados europeos fallaron que el programa del BCE no violaba el Tratado de la UE (que prohíbe la financiación de los estados a través del banco central) ni desbordaba sus competencias. Los magistrados europeos aceptaron las condiciones ofrecidas por Fráncfort, que se comprometía a no comprar los títulos de deuda nada más emitirse y a no anunciar las operaciones por adelantado para no generar una expectativa en los vendedores.
Los jueces alemanes han seguido esa misma línea muy a su pesar. La sentencia de Karlsruhe acepta el plan del BCE pero le lee la cartilla a los jueces del Tribunal europeo, a quienes reprocha no haber analizado a fondo los hechos y haberse limitado a dar por buenas las explicaciones del BCE sin verificarlas. Karlsruhe también echa en cara al Tribunal de Luxemburgo que no haya respondido a su pregunta sobre las implicaciones democráticas que supone la independencia del BCE, y la necesidad de someter a un organismo de esa naturaleza a una vigilancia judicial muy estricta.
El veredicto supone la confirmación definitiva de la legalidad del “whaetever it takes” (lo que haga falta) que prometió el presidente del BCE, Mario Draghi, para salvar el euro. Las palabras del italiano se tradujeron en el llamado OMC o programa de operaciones monetarias de compraventa por el que el BCE se comprometía a adquirir en el mercado secundario y en ciertas condiciones los bonos de países en dificultades.
El programa nunca se llegó a poner en marcha. Pero su mero anunció bastó para relajar unas primas de riesgo que rondaban los 500 puntos en el caso de España y los 400 en el de Italia. El BCE reconoció que la mitad de esas primas no se correspondía con la situación real de la economía de esos países y se debía, en cambio, al riesgo de desintegración del euro que percibían los mercados. La OMC disipó esa amenaza y rebajó drásticamente las primas de riesgo.