Los efectos colaterales de los tipos cero
La política monetaria de tipos cero impulsada por el Banco Central Europeo (BCE) está teniendo un considerable impacto en el mercado financiero, más allá del objetivo del regulador de revitalizar el flujo del crédito en Europa e impulsar la recuperación. Entre los efectos colaterales de la medida figura la decisión de la banca de comenzar a cobrar a los grandes grupos empresariales y a las aseguradoras por depositar sus puntas de liquidez. La barrera cuantitativa a partir de la cual se están aplicando tipos negativos a estos clientes –una medida que habría sido impensable hace poco más de un año– es de cinco millones de euros, y la tasa impuesta llega hasta el 0,30% TAE. Aunque este porcentaje puede parecer mínimo, se trata de una verdadera revolución en los tradicionales estándares de gestión de liquidez de las empresas, acostumbradas a obtener una remuneración por depositar su efectivo en las entidades financieras.
La decisión de cobrar por los depósitos es consecuencia de la difícil coyuntura que vive actualmente el negocio bancario en un mercado en el que los márgenes son cada vez más estrechos. La política del BCE de aplicar tipos negativos a las entidades por depositar su efectivo en la sede del organismo en Fráncfort –la denominada facilidad de depósito– pretende presionarlas para que movilicen sus recursos y concedan créditos a las empresas y las familias. Pero ha reducido también las posibilidades de éstas de sacar rendimiento a las importantes masas de efectivo que depositan a plazo las grandes compañías.
El cobro de los depósitos se ha convertido en el último eslabón de momento de la cadena de efectos de la política monetaria expansiva del BCE. Una estrategia que ha llevado a que la mitad de las emisiones de deuda soberana de los países europeos coticen a un tipo de interés negativo o que grandes compañías hayan dado el paso de realizar por primera vez emisiones negativas en bonos corporativos. Al tiempo, también está haciendo crecer la migración del ahorro a inversiones de riesgo, dada la escasa rentabilidad de otros productos financieros más clásicos. En ese escenario hay debates que todavía no han sido puestos del todo sobre la mesa, como la posibilidad de que las entidades financieras remuneren a los clientes por los créditos concedidos a tipo variable.
No hay duda de que la política de tipos cero constituye una medicina necesaria para una Europa aquejada de serias restricciones del crédito. Pero es un tratamiento que exige grandes dosis de prudencia y un horizonte temporal lo suficientemente acotado como para no pervertir en exceso el normal funcionamiento del mercado del crédito.