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El Foco
Tribuna
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El camino a Irán: prudencia y ‘due diligence’

Thinkstock

La entrada en vigor en enero del acuerdo nuclear y el consiguiente levantamiento gradual de las sanciones internacionales impuestas a Irán abre las puertas a un escenario de oportunidades de inversión exterior y de negocios. No en vano, poco después Airbus anunciaba el contrato de suministro de 118 aeronaves a Iran Air por 23.000 millones de euros, enmarcado en un proyecto de cooperación para modernizar la aviación civil del país.

El ascenso de los reformistas en la reciente vuelta electoral vislumbra un panorama más favorable a la apuesta del país por el deshielo con Occidente y la apertura económica. El potencial del mercado iraní es indiscutible, aunque entraña riesgos elevados y el cambio no será rápido, máxime saliendo de una etapa de férreo control (grandes compañías han tenido que reconocer ante la SEC el mantenimiento de relaciones comerciales con el régimen iraní pese al veto de EE UU).

Los perjuicios de las sanciones para la economía de Irán son prácticamente incalculables. El Servicio de Investigación del Congreso estadounidense señala que su economía se contrajo un 10% entre 2012 y 2014 y las exportaciones de petróleo, más de la mitad entre 2011 y 2013; una repercusión acentuada por el desplome global del precio del crudo.

Tampoco los efectos han sido pocos en la economía mundial. El Consejo Nacional Iranoestadounidense apunta que EE UU habría sacrificado entre 134.700 y 175.300 millones de dólares de ingresos por exportaciones a Irán entre 1995 y 2012. Alemania habría dejado de percibir ingresos de entre 23.000 y 73.000 millones de dólares entre 2010 y 2012.

En teoría, estos perjuicios podrían compensarse con las posibilidades que ahora se vislumbran para ambas partes (aunque aquí nos centremos en la actividad foránea).

La República Islámica de Irán es la segunda mayor economía en Oriente Medio y el norte de África, tras Arabia Saudí, con un PIB de 425.000 millones de dólares en 2014 (últimos datos del Banco Mundial). Este año fue la 28 economía mundial –entre Austria y Tailandia– y la previsión es que su economía avanzará a un ritmo del 6% al año en 2018, casi el doble de la tasa anual compuesta de crecimiento prevista para los países desarrollados.

Irán cuenta con una numerosa población joven, formada, con capacidad de ascender socialmente y con apetito de consumir productos, especialmente los tecnológicos y de lujo (recientemente, Roberto Cavalli abrió tienda en Teherán, y los iraníes son los segundos en compras en Turquía). Sus reservas petroleras y de gas son de las más importantes del mundo y estas industrias precisan modernizarse, así como sus infraestructuras de transporte y tecnología.

"Las empresas europeas cuentan con la ventaja de tener experiencia comercial con Oriente Medio”

Sin embargo, es importante entender que, a pesar de la retirada de las sanciones, existe un régimen jurídico lleno de complejidades y gaps, por ejemplo, para las importaciones. Tampoco se retirarán todas las sanciones. Aquellas relacionadas con el supuesto apoyo a grupos terroristas por parte de Irán seguirán aplicándose y bloqueando el acceso al sistema de financiación estadounidense, lo que dificultará la materialización de acuerdos empresariales. Igualmente, no puede obviarse la posibilidad de que algunas sanciones no se acaben retirando o de que, una vez relegadas, puedan restablecerse si Irán no cumpliese su parte del acuerdo.

Las empresas europeas cuentan con la ventaja de tener bastante experiencia comercial con Oriente Medio. Aparte, más allá de los sectores de la alimentación, medicina y piezas para el mantenimiento de aeronaves civiles, EE UU no puede hacer negocios con Irán, aunque sí sus filiales extranjeras siempre que cumplan determinados requisitos. Pero sean unas u otras las interesadas en entrar en Irán, todas deberán actuar con determinación para destinar los recursos necesarios en due diligence antes de invertir allí.

La situación geopolítica añade dificultades, especialmente por el deterioro de las relaciones entre Arabia Saudí, de mayoría suní, e Irán, de mayoría chií, agravado por la ruptura diplomática tras el atentado a la Embajada saudí en Teherán. Si sumamos la hostilidad partidista en el Congreso estadounidense –en plena campaña electoral, los republicanos advierten de que disolverían el pacto con Irán– y la disputa interna entre los extremistas iraníes, que se oponen al Gobierno de corte más moderado y al acuerdo, el futuro se muestra incierto.

El tejido empresarial iraní es opaco con respecto a las estructuras de propiedad y balances. Además, en periodos anteriores, los suministros y las empresas públicas iraníes fueron transferidos a planes públicos de pensiones, a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) o a otros organismos bajo control gubernamental. Por tanto, incluso si una empresa parece actuar de forma independiente, existe una alta probabilidad de que las fuerzas de poder ejerzan un control sobre ella.

Sin olvidar que el Gobierno está fragmentado. La Guardia Revolucionaria, bajo el mando del líder supremo, tiene su propia agenda de política exterior, en Líbano a través de Hezbolá y en Siria en particular. Este cuerpo incluso incrementó su poder en la época de sanciones al asumir el suministro al Gobierno de todo tipo de bienes, como ordenadores, piezas de avión o armamento. No cabe duda de que la Guardia Revolucionaria participará en el desarrollo de la actividad comercial de las empresas extranjeras, lo que implicará riesgos operativos y de reputación para estas, pues es difícil que el Gobierno respaldase contratos en detrimento de este cuerpo militar –especialmente de infraestructuras de transporte e ingeniería, telecomunicaciones y defensa– y suele encubrir sus intereses a través de compañías ficticias en territorios como Malasia u otros, lo que complica enormemente cualquier proceso de due diligence.

No obstante, a pesar de estos obstáculos y riesgos, sería un error que las empresas occidentales ignoraran a Irán. De una u otra manera, su actividad empresarial aumentará –véase sus lazos comerciales con China–, por lo que deberían dar el paso; eso sí, pasos de plomo, con mucha prudencia y con toda la información y el asesoramiento necesario en sus manos para disponer de una foto clara tanto de los riesgos como de las oportunidades.

Juan Valderas y José Mª Piñeiro son directores de ‘Forensic & Litigation de FTI Consulting en España.

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