La corrupción exige renovación
El caso de corrupción de los papeles de Panamá llega en el peor momento. El crecimiento de los países emergentes ha disminuido radicalmente y todos los BRICS padecen recesiones o ritmos más lentos de aumento de su PIB.
Los países desarrollados se están beneficiando de la huida de capital de los emergentes y sus indicadores macroeconómicos son mucho mejores. Pero ya no pueden tirar solos de la economía mundial porque las economías emergentes y en vías de desarrollo generan el 45% del PIB mundial. La gran recesión de 2007-2009 se ha superado a nivel macroeconómico. EE UU crece alrededor del 2% desde 2009. España, en 2015, lideró a todas las economías desarrolladas de cierto tamaño (y a todos los miembros del G7) con una tasa del 3,2%. Generamos 577.000 empleos el año pasado, reduciendo el paro oficial al 20% y el de las comunidades autónomas más prósperas a un 10% si tenemos en cuenta la economía sumergida.
La recuperación se inició con un incremento espectacular de las exportaciones, y en 2015 el consumo, inversión y construcción se convirtieron nuevamente en motores de nuestro crecimiento, que en el último trimestre de 2015 alcanzó el 3,5%. Volveremos a batir el récord de turistas este año, la inversión extranjera apuesta por España y nadie habla ya de la prima de riesgo (diferencial del bono a diez años con el bund alemán) porque apenas supera los cien puntos. Los inversores nos cobran menos intereses por comprar nuestro bono a diez años que a EE UU, Australia, Singapur y Corea.
España crecerá a un ritmo más moderado (entre 2% y 3%) en 2016 porque la crisis de los emergentes y la ralentización del crecimiento de las economías desarrolladas provoca un menor incremento de las exportaciones y de oportunidades de inversión de nuestras multinacionales. Los excelentes datos macroeconómicos desgraciadamente dejan indiferentes a las clases medias y bajas, tanto en España como en otros países que han tenido que aplicar ajustes, reducir salarios y aumentar impuestos para recuperar la competitividad y reducir un déficit público muy elevado.
El sacrificio de la población española y el acierto del Gobierno nos han permitido recortar el déficit público del 9% a finales de la era de Zapatero al 5,1% en la actualidad. Pero dicho esfuerzo deja secuelas. Los recortes en prestaciones, disminuciones salariales y mayores impuestos lógicamente no gustan a nadie. Pero además el ciudadano normalmente no percibe la vinculación entre su esfuerzo y los indicadores macroeconómicos. Para ello hay que tener bastante conocimiento de economía, lo cual desafortunadamente no está al alcance de todos. La globalización y la recuperación lenta de la gran recesión internacional han acarreado asimismo mayores desigualdades de renta. Los salarios se han estancado, la tecnología destruye muchos empleos de baja cualificación y los ataques terroristas y llegada masiva de inmigrantes asustan a unas clases medias y bajas castigadas por la recuperación lenta.
Escándalos nuevos como la publicación de los papeles de Panamá se suman a los factores mencionados para crear un caldo de cultivo ideal para los partidos de extrema izquierda y derecha, que con demagogia cargan contra los inmigrantes, la integración europea y los partidos moderados y ofrecen soluciones sencillas pero peligrosas a fenómenos complejos.
El éxito de Donald Trump por la extrema derecha y Bernie Sanders por la extrema izquierda demuestran que incluso la primera potencia no es inmune a la demagogia. En Europa no parece que Podemos, UKIP, Frente Nacional, AfD, Fidesz o Syriza vayan a perder demasiado fuelle en los próximos años.
En España, el presidente Rajoy ha liderado un Gobierno que no solamente nos ha sacado de la crisis y dinamizado nuestra economía, sino que además ha llevado a cabo una labor de modernización y liberalización de nuestro modelo de crecimiento económico, de la Administración pública, educación, del sector energético y de la justicia sin parangón desde la transición. Los votantes del Partido Popular ahora desean un relevo, y concretamente en encuestas apuestan por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría como candidata a la presidencia del Gobierno en las elecciones que con alta probabilidad se celebrarán a finales de junio. Además de una capacidad de trabajo espectacular, Sáenz de Santamaría ha ejercido con eficiencia, acierto y elegancia las responsabilidades derivadas de la vicepresidencia única, ministra de Presidencia, ministra portavoz, presidenta en funciones durante los viajes del presidente al extranjero y coordinación de la política económica.
El Partido Popular cuenta con ministros como de Guindos, Montoro, Margallo, Alonso, Ana Pastor, el fiel y eficiente jefe de gabinete del presidente Jorge Moragas y el presidente de Galicia Núñez Feijóo para liderar España cuando el PP gane las próximas elecciones.
Pero para ello hay que asumir cambios de programa (acercarse a los partidos nacionalistas moderados) y de listas y cesar a todos los corruptos. Rajoy tiene la oportunidad de demostrar una vez más su sentido común y de Estado.
Alexandre Muns es Profesor de EAE Business School