Las complejas celdas de Bourgeois, en el Guggenheim
El deseo de recordar y olvidar a un tiempo. Porque, según Louise Bourgeois (1911-2010), una de las artistas más influyentes del siglo XX, “tienes que contar tu historia, y tienes que olvidarla; olvidas y perdonas, eso te libera”. A través de su obra escultórica liberó todos sus traumas personales. Todos sus miedos y obsesiones están encerrados en sus particulares celdas, repletas de referencias y de miradas al pasado. Por ejemplo, las agujas, los hilos y husos que se mezclan en las obras, tienen una clara referencia al oficio de su madre Josephine, tejedora de profesión, representada en su conocida y famosa araña. Una de ellas, Mamá, de casi nueve metros de altura, se encuentra en la orilla de la ría de Bilbao, es un homenaje a su madre y pertenece a la colección del Museo Guggenheim de Bilbao. Y es precisamente, en este centro de arte moderno donde se exhibe, hasta el 4 de septiembre, la muestra Louise Bourgeois. Estructuras de la existencia: las Celdas, que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA.
Se trata de 28 piezas, de las 60 que componen la serie que la artista de origen francés pero afincada una buena parte de su vida en Nueva York, inició en 1986 con la pieza Guarida Articulada, y que hablan de abandono, traición y de pérdida, en parte a causa de la tensión que se vivía en su familia. Louise estaba obsesionada con las infidelidades de su padre con la institutriz de la familia, que convivió con ellos durante cerca de una década. La artista, por otra parte, tuvo que cuidar de su madre enferma. Esta pidió a su hija ocultar su deterioro físico ante el progenitor. Murió cuando Louise todavía estaba estudiando matemáticas en La Sorbona.
De esta manera se vio envuelta en un entorno familiar que le originaba emociones encontradas, entre la admiración, la solidaridad, la furia y la impotencia.
Las impresionantes salas del Guggenheim dan cobijo a todo este tormento en forma de celdas, que aquí cobran el significado de guarida o espacio de reclusión. Son reconstrucciones del pasado que han sido creadas con elementos arquitectónicos y muebles reutilizados, como puertas, ventanas, mallas de alambre, contenedores industriales e, incluso, una cabina de ascensor.
En su interior hay objetos, en muchos casos procedentes del contexto biográfico de la artista: frascos de perfume Shalimar de Guerlain (el que siempre usó), tapices, lámparas, espejos y esferas de cristal, y también esculturas, que a menudo representan fragmentos del cuerpo humano (manos, cabezas, torsos). “Esta obra expresa cómo Louise se sentía en cada momento, un diario con todo su mundo emocional”, explicó ayer Jerry Gorovay, asistente de la artista y presidente de la Easton Foundation.