La sirenita (infeliz)
El querer ser (lo que no se es), el dudar (el miedo a lo que hay más allá, a lo desconocido nos paraliza) para hacer lo correcto.
PRIMERA PARTE : El QUERER SER (lo que no se es)
“Canción de la luna” de la ópera de Dvorak “Rusalka”
Renee Fleming (Rusalka)
Orchestra and Choirs of the Opéra national de ParisJames Conlon (Director)Robert Carsen (Dirección escénica)
Opéra national de Paris 2002
Por desgracia, o quizás no, los buenos cuentos de hadas suelen ser aquellos en los que nadie acaba viviendo feliz, ni mucho menos comiendo perdices.
Rusalka es una ópera en tres actos con música de Antonín Dvořák y libreto en checo de Jaroslav Kvapil (1868-1950), estrenada en Praga el 31 de marzo de 1901. Una rusalka, antiquísima figura de los cuentos de hadas de la mitología eslava, es una duendecilla que normalmente habita en un lago o en un río. La obra esta basada tanto en los cuentos de hadas de Karel Jaromír Erben y Božena Němcová como en el de “La Sirenita” de Hans Christian Andersen (del que tiene muchos elementos) y “Undine” de Friedrich de la Motte Fouqué.
El amor (cuando no está basado en la aceptación del otro tal y como es) mata. Los cuentos de hadas, en realidad, pueden parecer pequeñas y dulces mentirijillas, pero esconden grandes ideas, nacidas de la experiencia de los mayores que a la luz de las hogueras se transmite a los más jóvenes de la tribu para que les sirva en su vida que comienza (lo tiene todo por delante). Es como un relevo en el testigo del inmenso viaje de la humanidad a través de los tiempos. Ya lo vimos la pasada semana con otro cuento: “Barbazul” de Perrault y la transformación que de él hizo Maurice Maeterlinck y que fue base posterior para que Béla Bartok (música) y Béla Balázs (texto) construyeran "El castillo del Duque Barbazul".
La historia de "La Sirenita" es, bien mirado, una de esas historias crueles y truculentas que si pudiéramos como niños rechazar lo haríamos con mucho gusto. Ya se que a alguno lo de las historias de terror les gusta desde pequeños, pero ello no me vale. Prueba de la crueldad intrínseca de la historia es la "destrucción" controlada de la misma que la factoría de Walt Disney hizo de la misma convirtiéndola en una historia ñoña (llevara a la pantalla entre canciones pegadizas y múltiples peces de colores y simpáticos personajes) y sin ningún sentido práctico más que el de entretener pero sin instruir. Pervirtiendo así la función de los verdaderos cuentos infantiles.
El destino final de la protagonista fue bien distinto al que nos contó a través de los dibujos animados la gran pantalla. Si bien conoció a un príncipe (imprescindible en un cuento de hada que se precie como tal) y logró obtener un par de piernas, convirtiéndose en una linda muchachita que enamora a un humano (obviamente el susodicho príncipe). Para todo lo demás, nada le salió bien. Ella quedó sola y muere por no tener el amor del príncipe que acabó prefiriendo a otra cuya voz y aspecto le recordaba a la sirenita de la que en un momento llegó a estar enamorado.
El mensaje del cuento es claro: no debes querer convertirte en lo que no eres con el solo propósito de agradar a otro. La poderosa metáfora de perder la voz no es más que una manera de indicarnos que quien cae en estas redes de la apariencia no puede hablar de si misma, ya que ello llevaría irremediablemente aparejado mostrarse como es realmente. Y para que toda la ficción funcione se requiere, o bien no ha más remedio, que ocultarse uno mismo detrás de la imagen proyectada.
Que no te acepten como eres no debería llevarnos a ser algo que no somos ni seremos nunca (sobre todo si es imposible e incluso inconveniente). La magia no es una solución. Acéptate tal y como eres, lucha contra el miedo de aceptarte cómo eres, has lo que debes. Ese es el verdadero viaje iniciático de la vida. Si lo consigues, serás más feliz (y comerás perdices).
Hay dos vertientes en este "querer ser otro cosa" para agradar a otros.
a) Por un lado se quiere ser una cosa que en el fondo "no se desea ser".
Los países del sur de Europa, queriendo agradar a no se quien, han querido desde los años 80's ser una cosa que en el fondo no quieren ser: una sociedad moderna en donde el merito y la eficiencia económica (entre otras cosas) sean la base de su desarrollo. Han encontrado su forma de perder la cola de pez y aparecer unas lindas piernas a base de deuda y aparentar ser ricos cuando en el fondo son una sociedad pobre. El resultado es una situación dentro de la UME insostenible para sus parámetros reales de actuación (que no sé si están dispuestos realmente a cambiar) y el último recurso que se les ha ocurrido es convertir al príncipe en sirena. No creo que funcione.
Con un discurso plagado de referencias a la crisis de refugiados, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) consiguió este pasado los mejores resultados de su corta pero meteórica carrera en el panorama político germano. El partido pasó de la inexistencia absoluta al 12,6% en la región de Renania-Palatinado, 15,1% en la de Baden-Württemberg y a un sorprendente 24,1 % (y segunda fuerza política tras la CDU) en la región oriental de Sajonia-Anhalt, ponen de manifiesto que el príncipe desde luego no quiere ser sirena y mucho menos perder su voz.
Mucho se ha hablado de la política de refugiados de Merkel como elemento favorecedor de este resultado, pero es más que un factor de apoyo a sus reivindicaciones claves, que una razón de ser. Es un elemento aglutinador muy potente, pero sería conveniente que recordar que este es un partido que nació al calor del euroescepticismo, que apostaba porque Alemania se desligue del proyecto de la moneda única, o que deje atrás a los países del sur.
El partido "Alternativa para Alemania" dice defender la UE, pero no el euro, ya que proponen , entre otras medidas, que España, Grecia y Portugal salgan del euro (o que los socios fuertes den paso a una nueva moneda sin estos últimos), como única alternativa para que estos páises puedan salir de la crisis que sufren. El siguiente paso sería reconocer la incapacidad de estos estados de afrontar sus deudas, lo que conllevaría fuertes quitas con sus acreedores. "España necesita salir del euro y recuperar su moneda nacional para poder mejorar su competitividad, vía devaluación" (externa se entiende y no interna como se ha hecho hasta ahora), argumentaba hace años Joachim Starbatty, cabeza de lista por Berlín de Alternativa para Alemania.
De menos a más, las críticas en Alemania a los sucesivos planes de resolución de la crisis de la UME (MEDE, OMT,...) han venido de instituciones como el Bundesbank (con una estrategia de silencio controlado), de personalidades como Hans-Werner Sinn, presidente del think tank IFO, y Hans Michelbach, de la CSU (aliado de la CDU de Merkel) y de partidos como "Alternativa por Alemania". Todos ellos han sido muy activos en los sucesivos recursos que a estas medidas se han interpuesto ante el Tribunal Constitucional Federal alemán.
La respuesta en los países del sur a todo esto, es más clara. Pero todo parte del artificio cruel de no reconocerse y querer ser lo que realmente no se quiere ser, para agradar a no se quien (posiblemente el ego desmedido de unas élites que no han sabido conocer el limite y contradicciones que anidan en sus propios deseos).
b) otra alternativa, a veces la peor, es querer ser una cosa que "no se puede ser".
La hiperactividad de los bancos centrales intentando ser la única respuesta/herramienta a la crisis es bien prueba de ello. No me alargo pues ya todos saben lo que pienso al respecto. Lo que es verdad es que, como el cuento de la sirenita, no acaba bien.
SEGUNDA PARTE : El DUDAR (el miedo a lo que hay más allá, a lo desconocido nos paraliza) para hacer lo correcto.
“Hamlet” (Acto III escena I) de W. Shakespeare.
Fragmento de la película Hamlet dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh en 1996.
Sin salirnos de Copenhague, donde se encuentra "La Sirenita" (en danés Den lille havfrue) o estatua de bronce sobre unas rocas que se adentran en el Mar Báltico y próxima también al Real Palacio de Amalienborg, nos acercamos a otro "símbolo" danés: el príncipe Hamlet.
" (este monologo) no es solo la duda planteada por un joven y culto príncipe entre la agonía de la vida y la liberación que supondría el suicidio, después del desengaño sufrido ante el vergonzoso comportamiento de sus progenitores (todos hemos pasado por eso en la adolescencia), sino la exposición de un asunto más espinoso. Si se está en este mundo, afirma Hamlet, no es porque lo que nos ofrezca sea agradable, sino porque tememos aquello que no conocemos, y es precisamente ese temor a lo que haya después de la muerte lo que nos roba el coraje suficiente para quitarnos la vida y dejar de aguantar las calamidades de este. Y es que, para Hamlet, que no es capaz de cerrar los ojos ante la evidencia desgarradora de que el fantasma de su padre le describe –de cómo le dio muerte su propio hermano para heredar al tiempo corona y esposa– el deber moral le supone un conflicto que ha de resolver con las armas de las que dispone, la connivencia con una compañía de cómicos en la revelación del crimen.
Porque estar en este mundo sin hacer caso a su propia conciencia y al ruego del espectro de su padre, eso, Hamlet ni siquiera lo contempla. Y por si esto fuera poco, la denuncia pública implicaría no solo acusar a su padrastro, aquél a quien su traidora madre ha elegido como compañero de tálamo, sino acusar al rey de regicidio, y esto, para el tiempo de Shakespeare, era una posibilidad lejana.
De la salud del rey depende la salud del reino, y de sus súbditos, se creía. John de Salisbury ya había hablado de la cabeza del ‘cuerpo político’, que era el rey, y el propio autor no deja lugar a dudas, cuando pone en boca de Laertes, hermano de infortunada Ofelia, las siguientes palabras: “el príncipe no tiene voluntad propia, pues se halla sujeto a su nacimiento, y no le es permitido, como a las personas de humilde categoría, pretender para sí mismo, pues de su elección dependen la salud y la prosperidad de todo el reino”. Duda moral y duda política se funden, pues, en esta frase que nos ha dejado para la historia esta tragedia shakespeariana en la que, como en casi todas las tragedias, mueren casi todos (Hamlet, Claudio, el Rey, Gertrudis, la Reina, Laertes, Polonio, Ofelia, Rosencrantz y Guildenstern) y queda apenas el pobre Horacio para contarlo, que eso sí que es un papelón.
Shakespeare, que supo analizar como pocos las consecuencias del uso y el abuso del poder (aunque desgraciadamente sea más conocido ahora por su Romeo y Julieta, un romance que duró tres días y se cobró seis muertos, por cierto), escribió las desventuras del joven príncipe atenazado por la pena y el sentido del deber en el periodo cumbre de su carrera, cuando ya había afilado su pluma en varios Enriques y algún Ricardo, y habiendo ya acuñado frases memorables como la famosa ‘Mi reino por un caballo’, de Ricardo III, a cuyo repertorio habría que añadir, además de este ‘Ser o no ser’, aquél ‘Algo huele a podrido en el Reino de Dinamarca’, que tan poca justicia ha hecho a pueblo tan generoso, tanto que el propio H.C. Andersen tituló una de sus novelas para adultos con el comienzo del monólogo hamletiano, que, por cierto, en labios de Hamlet, en danés, hubiera sonado algo parecido a At være eller ikke være."
Susana Torres Prieto. Profesora Asociada del área de Humanidades, IE University
Esta parálisis hamletiana ante los conflicto la resumió elocuentemente Juncker, como presidente del Eurogrupo, cuando dijo aquello de que "Sabemos que hacer para salir de la crisis; pero no sabemos es como ganar las elecciones después".
Frase que no es más que una "bomba de neutrones" lanzada contra la democracia (interpretada esta como un excelente mecanismo de decisión sobre las alternativas que la sociedad tiene ante los problemas que se le presentan) ya que desgraciadamente todos los políticos , como Hamlet en su eterno aplazamiento de las cosas, optan siempre por ganar las elecciones. Esta puede ser una buena ocasión para ver el "Hamlet" que se está representando en el Teatro de la Comedia de Madrid en una excelente versión/adaptación de Miguel del Arco.