_
_
_
_

Draghi, el malo de la película

El debate alrededor de las medidas del BCE adquiere tintes futbolísticos cuando Mario Draghi decide (con respaldo del consejo del banco, no lo olvidemos) tomar medidas que ataquen la debilidad económica que arrastra Europa desde hace años: falta de crecimiento y precios planchados, muy lejos del objetivo oficial del 2%. Según la Gente Muy Seria (GMS) las medidas de Draghi son o bien inútiles o bien una bomba que generará inflación de precios. O de activos. O que nos acerca a Japón (el horror). O que destroza las cuentas de resultados de la banca. O todo a la vez.

Mario Draghi es, o bien un ser omnipotente capaz de transformar (a peor) los cimientos de la mayor unión monetaria del mundo, o bien un incompetente cuyas medidas no tienen impacto. Lo que sea, whatever. El establishment alemán ha bordeado en ocasiones el racismo cuando su banquero central, además de poco obediente, resulta ser italiano. Aquí la entrevista.

Mario Draghi alteró su discurso en la convención de banqueros centrales en Jackson Hole, en verano de 2014, para que los servicios del banco no supieran por anticipado que pensaba pedir más estímulos fiscales. Lo que sea que Draghi haga, es malo. Que no se haya plegado a los dictados del Bundesbank es, al parecer, un pecado imperdonable. Para Jens Weidmann, el problema de solucionar la eurocrisis era que se debilitaba el incentivo para tomar ciertas medidas. Tan sencillo como eso. Mientras, el mandato del BCE, con la inflación en el 0%, resulta irrelevante.

Ahora, ¿tendrán efecto las medidas de Mario? Pues depende. Depende del contexto y depende de lo que asumamos como “éxito”. Draghi tiene una tasa de éxito más o menos razonable. Ha evitado la ruptura de la zona euro (whatever it takes) y ha estrechado los diferenciales tanto en la deuda soberana como en los préstamos bancarios, acabando con la fragmentación financiera.

Las medidas de ayer, por otra parte, me parecen acertadas. Los préstamos TLTRO de nuevo cuño, dinero gratis (al 0%) siempre que se preste a la economía real, y que puede venir con premio si las entidades financieras elevan el ratio de préstamos en relación a una referencia. Junto con la penalización de los depósitos (-0,4%, también), esto supone animar a la banca a que preste dinero y, aún más importante, ese tipo negativo da oxígeno a las entidades que lo hagan, compensando parte de los costes de los tipos negativos. El canal bancario es el principal transmisor de la política monetaria en Europa, y el BCE ha tomado nota.

Decir que los tipos no van a bajar más fue una sorpresa, sobre todo cuando se barajaba un -0,5% como posibilidad. La cobertura de posiciones seguramente provocó la extraña vuelta atrás del mercado. Pero es buena cosa: si el mercado percibe que los tipos seguirán bajando la bajada actual tiene menos impacto y puede ser contraproducente. Es más, Draghi ha dejado claro que futuras medidas irán por otro lado. En cuanto al riesgo de hiperinflación o japonización de la economía, en fin, el balance del BCE está aún por debajo de los máximos marcados allá por 2012. Las compras de deuda seguirán abaratando la financiación corporativa, que en todo caso es minoritaria en Europa.

Aquí, dos entradas interesantes sobre las medidas. Iturriaga y Ducrozet.

¿De qué servirá todo esto? Todo tiene sus limitaciones. Draghi ha pedido reformas estructurales que eleven la productividad de la economía (horror) y, también, algo más de gasto pública (horror). Las dos cosas. Por mucho que luego cada cual, en función de sus preferencias, destaque un aspecto o el otro. Pero hay un problema más de fondo, creo. Es la narrativa con la que arrancó la crisis: el mercado castigaba a algunos países porque habían sido malos. Y ayudar a estos países es premiar el mal comportamiento. Por eso, toda solución que no pase por el sufrimiento es sospechosa. Una pena, la verdad.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_