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Teléfono rojo, volamos hacia Karlsruhe

El fiscal sería Jens Weidmann, presidente del Bundesbank (y por ello consejero del BCE) y ex asesor de Angela Merkel en la cancillería [no es el demandante, pero la posición del banco contraria al programa es la fuente principal de legitimidad de la demanda]. El abogado defensor, Jörg Asmussen, también es miembro del consejo del BCE y ex número dos del ministerio de Finanzas. El acusado es el programa de compra de deuda anunciado (que no puesto en marcha) por Mario Draghi: el OMT.

Pese a su nombre (Outright Monteray Transactions), el programa es fácil de explicar: Si un país de la zona euro pide un rescate, y el BCE considera que los tipos de interés a los que se financia se deben al riesgo de que dicho país salga del euro, el banco comprará toda la deuda que sea necesaria para corregir ese desequilibrio, puesto que el euro es irreversible.

Ha sido este mecanismo, más que cualquier otra medida, lo que ha devuelto la calma a los mercados financieros e impedido el rescate de España. Y es este programa del que el tribunal va a evaluar su constitucionalidad (alemana). Dejando aparte la paradoja de que, mientras España cambia su Constitución en agosto a petición del BCE, en Alemania lo que se examina constitucionalmente es la actuación del BCE, ¿qué implicaciones tiene esta vista?

 

Aunque casi ningún experto prevé que la corte rechace de plano el programa (el veredicto llegará en otoño), hay riesgo de que, como sucedió con el fondo de rescate, imponga condiciones en su aplicación, como un límite máximo de compras de deuda o una aprobación previa por el Parlamento. Ahora bien, en este caso los condicionantes serían de mayor trascendencia: la eficacia del OMT se debe, precisamente, a su poder disuasorio. El BCE no ha tenido que gastar ni un euro en compras de deuda porque el inversor sabe que podrá gastar todo lo que quiera, y bajo estas condiciones cualquier especulador sabe que llevar al extremo sus apuestas contra la deuda española o italiana es arriesgarse a perder todo su dinero.

Ya usé (no fui el único) el símil de la disuasión nuclear: si no sabemos qué acciones desatarán la represalia nuclear del enemigo ni el alcance de ésta, la existencia del arma tiende a limitar los enfrentamientos directos. Más que nada, para no ser bombardeado por imprudencia.

La disuasión es mucho menos efectiva si, por anticipado, el inversor conoce los condicionantes del BCE. El mercado está más que acostumbrado a lidiar con este tipo de situaciones; se dedicará a apretar y aflojar la correa en función de los acontecimientos políticos (cumbres, votaciones del Bundestag, etc.), probando y forzando el umbral de dolor en Berlín, Fráncfort y Bruselas en los ataques a la periferia. Es lo que ha sucedido desde el principio de la crisis hasta la llegada del OMT. Volviendo al símil del botón nuclear, si en una confrontación quien tenga armas nucleares detalla los términos de su uso, la disuasión pierde gran parte de su eficacia.

Por decirlo de una forma más cruda; los condicionantes al OMT son el principal factor de ruptura del euro hoy en día. Queda, la duda de por qué el Bundesbank, con Weidmann a la cabeza, encabeza la ofensiva. Según el siempre recomendable Yannis Varoufakis, hay dos opciones: que el Buba no sepa nada o que lo sepa todo. Que no sea consciente del riesgo de romper el euro o que, precisamente, éste sea su objetivo. La vuelta al marco (o a un marco con Alemania y un puñado de países virtousos del Este del Rhin) es la meta, según Varoufakis.

Yo creo que es otra cosa. Creo que el Bundesbank echa mucho de menos la tensión financiera vivida de 2010 a 2012. La asfixia de la periferia es lo que ha permitido a Berlín y Fráncfort imponer al resto de Europa una determinada política económica (que sea equivocada es otro cantar). Sin asfixia, la capacidad de imponer las decisiones, desde la reforma de las pensiones a la estructura de los rescates bancarios (comparen el irlandés con el chipriota), queda muy diluida. Realpolitik. Weidmann es muy claro en esta entrevista con el Bild. Quinta respuesta: "Me preocupa que los acontecimientos positivos en los mercados fiancieros y, en particular, los bajos tipos de interés que se aplica a los bonos soberanos, reduzca la determinación de combatir las causas de la crisis". Más claro, el agua.

El problema es que, aun dando por buena esta tesis, el mercado es poco controlable, y si el tribunal pone cortapisas al BCE, Europa no tiene muchas más balas. Es una cuestión de lógica: si el botón nuclear no tiene fuerza disuasoria, nada la tiene. Por eso, una decisión “sí, pero…” del constitucional dejaría al euro más cerca de la ruptura de lo que puede parecer a priori. Recordemos, una vez más, que en la película Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, el Apocalipsis nuclear no lo desata una junta de expertos militares, sino un grupo de paracaidistas desequilibrados que temen que la Unión Soviética contamine los “fluidos corporales” de los estadounidenses. 

Música contra la crisis. Kraftwer, The Robots

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