Cómo fue el intento del rescate de Abengoa y cuál será el futuro
La huida hacia adelante de Abengoa se remonta a años atrás. Ahora, y hasta que resuelva el preconcurso, es una multinacional con presencia en 20 países. Pero su crecimiento ha sido a costa de haber disparado su pasivo un 900% en los últimos 10 años, desde los alrededor de 2.000 millones con los que cargaba en 2005 hasta los más de 20.000 millones actuales.
La familia Benjumea, con Felipe Benjumea Llorente a los mandos del grupo desde 1991 como presidente ejecutivo, fue el artífice de la conquista de Latinoamérica y EstadosUnidos, en su momento aplaudida. Hace una década facturaba poco más de 2.000 millones de euros anuales y en su último ejercicio completo logró 7.000.
La carrera de endeudamiento fue posible por la luz verde de las entidades financieras españolas, con la excepción de BBVA, que siempre se ha mantenido al margen de la compañía andaluza. En la refinanciación del préstamo sindicado de 1.400 millones de euros firmado en octubre del año pasado participaron Santander, HSBC, Société Générale, Bank of America, Bankia, CaixaBank, Citi, Credit Agricole, Natixis, Popular y Sabadell.
La plana mayor de la banca patria e internacional no vio el problema de deuda de una compañía que nunca ha podido dar flujo de caja positivo. Lo que no quiere decir que el mercado desconociera que había puntos que no cuadraban. La primera alerta roja se vio justo hace un año, tras presentar las cuentas entre enero y septiembre de 2014. La compañía había computado como deuda sin recurso a la matriz –con la garantía exclusiva de los proyectos que finanza– unos 1.600 millones de euros. Pero en realidad esa deuda sí estaba respaldada por el núcleo duro de la empresa;el matiz estaba en que esos créditos se asignarían a proyectos concretos. El consejero delegado en esas fechas, Manuel Sánchez Ortega, puesto que ocupaba desde octubre de 2010, salió a dar explicaciones y convenció al mercado. Simplemente creó un nuevo concepto: el de deuda sin recurso en proceso. El mercado se calmó, después de que la acción cayera un 16% entre el cierre del 22 de julio y el del 27 de ese mismo mes.
Pese a ese momentáneo final feliz, la duración de Sánchez Ortega en el cargo fue efímera. Dimitió el pasado mayo “por razones estrictamente personales”. Sin embargo, unos meses después, en julio, fichó por BlackRock, la mayor gestora de fondos de inversión del planeta.
Santiago Seage, en la compañía desde 2005 y hasta ese momento presidente de la filial estadounidense Abengoa Yield, tomó las riendas de la matriz a mediados de mayo. Pero la puesta de largo del nuevo directivo ante la comunidad inversora tuvo un arranque francamente negativo. El 23 de julio, en un lujoso hotel madrileño, Seage avisó a los analistas de la compañía de que no era el momento para amortizar el bono que vence en marzo de 2016. Las dudas sobre la liquidez real del grupo estallaron. Para más inri, el propio consejero delegado reconoció que los 3.000 millones de euros de efectivo reportados no eran reales, pues 1.400 estaban asociados a pagos de proveedores y otros 250 millones también estaban bloqueados.
La convulsión en el mercado fue total. Los seguros de crédito sobre la deuda de Abengoa se dispararon y arrastraron a los bonos. Pero el golpe más duro estaba por llegar. El 3 de agosto anunció una ampliación de capital de 650 millones de euros en la que Inversión Corporativa, la sociedad controlada por los Benjumea y otras familias andaluzas de postín, se comprometía a acudir, aunque no especificó con qué cantidad. La compañía comenzó un road show por todo el mundo con el objetivo de convencer a inversores en Estados Unidos, Europa y Asia. El presidente ejecutivo, Felipe Benjumea, y el consejero delegado, Santiago Seage, se fajaron en la búsqueda del capital. Pero había dudas. El nombre de las entidades financieras que asesoraban a Abengoa para lograr el dinero no se hizo público hasta mucho después. Y entre ellas no estaban ni Citi ni Merrill, bancos de cabecera del grupo y que habían sacado a su filial Abengoa Yield al Nasdaq en junio del año pasado.
Los fichajes fueron Santander, Crédit Agricole y HSBC. Este último fue muy reacio, pero finalmente firmó el 23 de septiembre, a cambio de quitar de la presidencia a Felipe Benjumea y a que la familia perdiera el control. Entre tanto, Lazard, contratado en septiembre, comenzó a mover sus hilos para encontrar un caballero blanco... Parecía que lo había conseguido. Era Corporación Gestamp, un gigante de la automoción y del acero con una facturación anual de más de 9.000 millones de euros, con todos los parabienes de la banca y, además, español. El grupo comenzó a estudiar la operación a mediados de septiembre. Santander, uno de los principales acreedores de Abengoa, puso un puente de plata a los hermanos Jon y Francisco Riberas y les aseguró efectivo para la compañía que iban a rescatar.
El acuerdo se anunció a todo correr el domingo 8 de noviembre, sin que el grupo vasco pudiera examinar en detalle las cuentas de Abengoa. En realidad, nunca pudo, más allá de las publicadas en la CNMV. “Es un hecho insólito que no se deje mirar los libros al que está destinado a ser tu rescatador”, explican fuentes conocedoras del proceso. KPMG, contratado a instancias de los acreedores para acceder a la información sensible de Abengoa, estuvo presente en las negociaciones para lograr la inyección de 1.500 millones de euros de efectivo. Pero los obstáculos fueron insalvables. La banca extranjera se levantó de la mesa en la última semana y fue cerrando las líneas de liquidez que mantenía con el grupo andaluz. Santander intentó una propuesta de última hora con el objetivo de lograr entre 600 y 800 millones entre la banca nacional.
Pero Gonvarri, sin saber ya qué terreno estaba pisando, se plantó. El martes 24 de noviembre por la tarde comunicó su renuncia a Abengoa, si bien la compañía andaluza no comunicó esta información a la CNMV hasta las ocho y media de la mañana del día siguiente.
Hasta marzo, los bancos tienen tiempo para encontrar algún socio que inyecte capital a cambio de quitas. Pero los proveedores, a los que Abengoa debe unos 5.500 millones, tienen muy a mano el botón del concurso, aunque la compañía, pese a que hará impagos, está protegida de él hasta marzo por la ley concursal. La única forma de arrebatarles este pulsador es que se agrupen, al menos, acreedores que tengan más de tres quintas partes del pasivo. Los proveedores convierten este escenario, que en todo caso llevaría acarreadas fuertes quitas en la deuda, en muy complicado.
La opción más probable es que fondos especializados en deuda de compañías en problemas entren en la fase de concurso. La opción de que la banca capitalice deuda todavía es posible, pero en este momento es más improbable, según las fuentes consultadas.
Claves de los problemas
El instrumento que dio alas a la especulación
En medio de las dudas sobre cómo computaba la deuda, en noviembre de 2014, Abengoa ideó otra fórmula para obtener dinero. Un método que la pondría meses después contra la espada y la pared. Comenzó a vender deuda respaldada por CDS, cuya misión es garantizar el cobro de la deuda. Una entidad financiera internacional compraba esos bonos y después los revendía a su conveniencia, incluso a particulares. Con esta fórmula logró 300 millones. La mala noticia es que la presencia de CDS provocó una espiral especulativa. Llegaron a pagarse 4,5 millones de euros para asegurar 10 de deuda.
El miedo a ampliar capital para evitar diluirse
Los Benjumea , y el resto de los accionistas presentes en Inversión Corporativa, se han resistido a ampliar capital para evitar diluir su participación. La última ampliación, por 450 millones de euros, se ejecutó en octubre de 2013 y exclusivamente en acciones B. Estos títulos, que comenzaron a cotizar en Bolsa en octubre de 2012, cuentan con un derecho de voto, frente a los 100 derechos de las acciones A. Inversión Corporativa controla el 57,5% de los derechos de voto con 272,1 millones de acciones (50,7 de las A y 221,4 de las B), equivalentes al 29% del total de títulos.
Los bancos que vieron los riesgos de lejos
Entre los bancos nacionales, BBVA ha sido siempre el más reacio a participar en la financiación de Abengoa en cualquiera de sus formas. El francés BNP Paribas, que en el pasado trabajó codo con codo con la compañía, hace años que dejó de trabajar con ella. Fuentes cercanas a la compañía explican que el banco galo no se cansó de recomendar a los Benjumea que ajustaran su deuda –algo que aceptaron en el último minuto con el plan de desinversiones por 1.200 millones de euros hasta diciembre de 2016– y que ampliaran capital. La compañía rechazó el consejo debido a que supondría diluir a los fundadores.