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Columna
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El camino de vuelta de la moneda China

El yuan podría estar yendo atrás en el tiempo, independientemente de lo que diga China en sentido contrario. Ya está a mitad de camino. Una economía débil y unos precios vacilantes son suficientes indicios de que a Pekín no le importará si la moneda pierde otro 5% de su valor frente al dólar.

No es así como el Banco Popular de China quiere que el mundo interprete la depreciación. Incluso después de guiar el yuan casi un 4% a la baja en tres días consecutivos, el banco central mantiene que se limita a ajustar el tipo de cambio para reflejar mejor la demanda y la oferta. Tras vender con entusiasmo su moneda para uso internacional, será difícil que las autoridades admitan que la están devaluando. Además, el interés de China en un yuan más débil es evidente.

Debido al anémico comercio mundial, los precios de producción de China están aumentando más lentamente que los precios de la producción estadounidense orientada más a nivel nacional. Sin ninguna intervención de los responsables políticos, la desinflación podría traducirse en una descarada deflación este año. Dada enorme carga de deuda de China, permitir que los precios y los salarios caigan sería un gran error.

Dada la enorme carga de deuda del país, permitir que los precios y los salarios caigan sería un error

De ahí la necesidad de volver a 2011, cuando la pérdida de competitividad se convirtió en un problema por primera vez. Ese año, la moneda se apreció un 14% en términos reales. Dar marcha atrás requeriría una depreciación del 7% del tipo de cambio a finales de 2011. Es decir, el objetivo de 6,75 yuanes por dólar estadounidense –equivalente a un descenso de más del 5% con respecto al nivel actual–.

Aunque tal devaluación podría beneficiar a los exportadores locales, haría la vida más difícil a las empresas chinas cargadas con cerca de 963.000 millones de dólares (unos 865.000 millones de euros) en préstamos bancarios transfronterizos, por no hablar de una cantidad considerable de bonos denominados en dólares. Pero el resto del mundo se enfrentaría a un dolor de cabeza aún mayor. La disminución de los gastos extra en China haría una vez más que tuviera que confiar en el consumidor estadounidense. Que Pekín esté dispuesto a correr ese riesgo sugiere la debilidad generalizada en la economía. Las afirmaciones de estabilidad de las autoridades parecen tan huecas como sus afirmaciones de buenas intenciones en el mercado de divisas.

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