Un mapa demográfico para el futuro
El mapa demográfico español registró el año pasado el primer repunte de la natalidad tras seis años de caídas en el número de nacimientos. En 2014 nacieron en España 426.303 niños, lo que supone un 0,1% más que en el ejercicio anterior y rompe con una tendencia descendente que ha durado casi el mismo periodo de tiempo que la crisis económica. La radiografía de la maternidad en España ha registrado un nuevo descenso de las mujeres en edad fértil, un leve incremento del número de hijos por mujer, un menor peso de las madres extranjeras –debido a la salida de inmigrantes por el empeoramiento de la coyuntura económica– y un aumento en la edad en la que las mujeres tienen su primer hijo. También la esperanza media de vida de los españoles ha aumentado y lo ha hecho tanto al nacer –que se sitúa en los 83 años– como tras los 65 años, que suma ya 21,2 más. Los datos forman parte de la estadística oficial sobre movimiento natural de población (nacimientos, defunciones y matrimonios) que elabora el INE.
El repunte de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida constituyen dos buenas noticias para la demografía de España, que arrastra un serio problema de envejecimiento y necesita recomponer su deteriorada pirámide poblacional. Los españoles también disfrutan de una de las mayores esperanzas de vida de Europa y, en el caso de las mujeres, del mundo, pero registran una de las tasas más bajas de nacimientos. Ello incide directamente en la sostenibilidad financiera de la Seguridad Social, porque mientras el escaso número de nacimientos impide el crecimiento de la base de población activa y por tanto del número de futuros cotizantes, el repunte de la esperanza de vida tras la jubilación alarga los años en los que se recibe la pensión y eleva el coste del sistema. Precisamente por ello, en la última reforma de la Seguridad Social se introdujo un factor de sostenibilidad que vinculará la cuantía de las nuevas prestaciones con la esperanza de vida. Ese factor, que entrará en vigor en 2019, recortará las nuevas pensiones al aumentar esa esperanza y las elevará al disminuir, para asegurar así el futuro del sistema.
Garantizar la supervivencia financiera de la Seguridad Social constituye una de las grandes prioridades que debe comprometerse a mantener –ahora y en el futuro– cualquier Gobierno en España, sea cual sea su signo político. Ese compromiso resulta imprescindible, pero no es suficiente para asegurar por sí mismo que las prestaciones en los próximos años ofrezcan una cuantía similar a las actuales. Para ello hay que apostar por incentivar la recomposición del mapa demográfico, pero también por estimular el ahorro privado a través de planes de pensiones que complementen la prestación pública que todo cotizante espera recibir tras el largo esfuerzo de su vida laboral.