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Tribuna
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¿El sueño americano en crisis?

Las desigualdades económicas se han convertido en un tema estrella en EE UU. Desde la publicación del libro de Thomas Piketty, El Capital del Siglo XXI, es raro leer o escuchar algún debate sobre la situación económica del país (incluido entre los Republicanos) en que no se mencione el problema de las crecientes desigualdades. Y no es una cuestión exclusiva de EE UU: las 85 personas más ricas del mundo son dueños de la mitad de la riqueza.

El problema en EE UU ha alcanzado dimensiones tan preocupantes que es casi imposible de ignorar. EEUU es hoy el país avanzado con el nivel más alto de desigualdades, que son aun más elevadas que a fines del siglo XIX y principios del XX (en la época que se conoce en esté país como la de los barones ladrones y la de los monopolios). Los ingresos de una familia típica estadounidense no han aumentado prácticamente nada desde los años setenta, y la proporción de los ingresos nacionales acumulado por el 1% más rico es más alta que al principio del siglo pasado. 

Pese al reconocimiento de que las desigualdades pueden tener un efecto positivo (por ejemplo, pueden proporcionar incentivos; y los periodos de expansión también contribuyen a crear empleo, reducir la pobreza, y mejorar la calidad de vida) y que las políticas para reducir las desigualdades pueden afectar negativamente al crecimiento económico, ahora hay conciencia creciente de que las desigualdades han llegado a tal punto que están teniendo un impacto en la pobreza, están suponiendo una pérdida importante de capital humano, y están afectando a la cohesión social y contribuyendo a la polarización política.

También hay cada vez mayor conciencia de que este aumento no es casual ni accidental, sino el resultado de la política y de decisiones políticas: desde los impuestos más regresivos que favorecen al capital, hasta la erosión de la solidaridad, pasando por las distorsiones crecientes en los mercados (como los crecientes oligopolios), y la generalización de incentivos perversos (como el apoyo financiero público a las corporaciones y los vacíos flagrantes que explotan en el sistema impositivo corporativo). En particular, Piketty ha enfatizado el efecto pernicioso de los salarios/compensación de los superdirectivos aumentado porque los rendimientos del capital son aún mayores que el crecimiento económico.

Al debate sobre la desigualdad se ha unido ahora el de la movilidad económica y la creciente pérdida de oportunidades. Por un lado, se reconoce que reducir la desigualdad disminuiría la diferencia entre los ricos y los pobres; pero, por el otro, se enfatiza que aumentar la movilidad supone subir el nivel de vida de los pobres lo más rápidamente posible. Y pese a la obscenidad de la riqueza del top 1%, hay cada vez más reconocimiento de que el problema fundamental para las clases medias ha sido el estancamiento de sus ingresos y la caída de la movilidad y la productividad: si la productividad hubiese mantenido el ritmo previo a 1973, una familia típica ganaría hoy unos 30.000 dólares más al año.

En este debate entra ahora Robert Putman, el profesor de Harvard y uno de los politólogos más influyentes del país, que acaba de publicar Our Kids: The American Dream in Crisis (Nuestros Hijos: El Sueño Americano en Crisis). En él, analiza la brecha cada vez mayor que se ha abierto entre los jóvenes en EE UU y la creciente pérdida de oportunidades para las clases más desfavorecidas, y hace un estudio devastador de lo que está pasando en el país de las oportunidades, donde las perspectivas económicas y sociales de las familias de bajos ingresos son cada vez peores, mientras que las de las más pudientes son cada vez mejores.

Para explicar esta creciente brecha, se centra en cuatro factores: el papel de la familia, la crianza y la labor de los padres, la escuela, y la comunidad. Putman explica con ejemplos reales (y conmovedores) y con evidencia empírica cómo las diferencias de renta están influyendo en esas cuatro áreas y determinando dramáticamente las perspectivas económicas de futuro de nuestros hijos. A menos que se resuelva este problema (y él propone soluciones con reformas educativas, impositivas, subsidios, incentivos, etc.), EE UU se va a convertir en una sociedad estratificada con dos niveles sociales y económicos, en la que los más ricos triunfan por su acceso a la educación y por las oportunidades económicas que tienen, mientras que los más pobres cada vez tienen más dificultades para salir de la pobreza y para subir en la escalera social. Es un libro de obligada lectura para entender la nueva América, y que también proporciona lecciones para otros países, como el nuestro, en que la crisis económica ha abierto una brecha aún mayor en las desigualdades,

La urgencia es innegable, pero las perspectivas no son muy halagüeñas: en nuestra historia reciente necesitamos de la Gran Depresión y la Segunda Guerra para implementar políticas de verdad efectivas que lograron reducir las desigualdades y aumentar la movilidad. Por lo menos es reconfortante que este problema este en el centro del debate económico (al menos en EE UU). Es de esperar que nuestros líderes entiendan el peligro de esta encrucijada y actúen para atajar este grave problema.

Sebastián Royo es viceprovost y catedrático en Suffolk University en Boston. Afiliado al Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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