Lanas Katia: tricotar un jersey, ahora se llama ‘Do It Yourself’
La empresa originaria fue fundada en 1951 por Ramón Castelló y Josefa Vila Apuesta por la presencia en redes sociales para dirigirse a un público joven
Procede de tiempos inmemoriales, tan lejanos que ni se conoce su origen. El arte de tejer ha acompañado a la humanidad desde la antigüedad. Entre las décadas de los setenta y ochenta en España estuvo a punto de perderse. No salía a cuenta tricotar un jersey o una bufanda, frente a la competencia de las insignias de moda barata que empezaban a instalarse en nuestras calles. Desde hace cuatro o cinco años hacer punto es cool, una actividad moderna, que se enmarca dentro de la corriente del DIY (Hazlo tú mismo por sus siglas en inglés).
Probablemente cuando el matrimonio formado por Ramón Castelló y Josefa Vila fundaron Hilaturas Génesis en 1951 no estaban pensando en contar entre su público con mujeres y, sí, hombres jóvenes que recurren al punto como afición para desconectar del ritmo trepidante de lo cotidiano. Como una especie de meditación artesanal.
Los primeros ovillos de la empresa familiar, instalada en una calle de Barcelona, estaban compuestos de lana 100% sin tratar; de aspecto tosco y colores limitados. No eran tiempos de excesivas fantasías y florituras, sino de necesidades básicas con las que combatir el frío.
Cronología
1951. Los esposos Ramón Castelló y Josefa Vila fundan Hilaturas Génesis en la calle de Caspe en Barcelona. Años sesenta. Génesis empieza a suministrar hilados a los fabricantes de género de punto. Uno de sus productos se llama Katia y da origen a una empresa independiente de la mano de los hijos del matrimonio, los hermanos Castelló.
1976. Nace el departamento de exportación y se inician relaciones comerciales con países como Japón.
1980. La empresa inaugura sus nuevas instalaciones, que cuentan con 12.000 metros cuadrados.
1982. Katia participa, por primera vez, en una feria internacional del sector textil, la Kreatief, en Utrecht (Países Bajos).
1985. La Cámara de Comercio e Industria de Terrasa (Barcelona) otorga a la compañía la medalla de honor. Años ochenta. Lanas Katia desarrolla una serie de campañas publicitarias, destinadas principalmente a las tiendas y mercerías. En esta época actúan como embajadoras de la marca las actrices Ángela Molina y Pastora Vega.
Años noventa. Esta década representa un momento de crisis para el sector de la venta de lanas. Son muy pocas las mujeres que continúan tricotando jerséis, bufandas, gorros, etcétera.
1999. La empresa abre nuevas instalaciones cerca de Barcelona.
2015. Lanas Katia está presente en más de 50 países.
En sus inicios producían tres variedades de artículos para tejer a mano: las calidades Manola, Fina y Katia. El nombre de esta última sería el adoptado, con los años, por una empresa independiente, hija de la matriz.
Los hermanos Castelló, hijos del matrimonio, crearían la compañía en los sesenta. Katia se especializaría en lanas de fantasía con hilados que se salían de lo normal por su aspecto y composición. Pelos, brillos, plumas y papel para tiempos más coloridos y psicodélicos. Estas innovaciones, alejadas de las hilaturas tradicionales, se convertirían en la seña de identidad de la marca.
Marcas identitarias que defenderían en sus campañas publicitarias de los años ochenta, antes de la crisis del sector. En esta época Katia se centró en promocionarse entre las mercerías. Frente a los contratos de exclusividad que se veían a obligadas a firmar la mayoría de estas tiendas, la empresa catalana optó por potenciar la venta multimarca con eslóganes como Katia no te ata las manos o Si quieres vender lanas, no te quedes a media.
Si otras marcas emitían anuncios en televisión, Katia prefirió tirar de actrices y otras famosas para darse a conocer mediante las apariciones públicas y entrevistas que estas concedían a los periódicos, radios y revistas del papel cuché. Dos de las embajadoras más conocidas fueron Ángela Molina y Pastora Vega.
Tampoco olvidarían el dirigirse hacia al exterior, hacia aquellos países a los que exportaban desde que, en 1976, pusieran en marcha un departamento específico para ello. Especialmente intensa fue la apuesta por el país del sol naciente. Así, llevaron a cabo una serie de exposiciones y desfiles con creaciones propias en Madrid y Barcelona, a los que asistieron unos 50 clientes japoneses. Además de en este país asiático, Katia vende hoy en día en otros 49.
Superada la crisis de los noventa y de la primera década del siglo XX, cuando solo las abuelas tejían de vez en cuando alguna prenda para los nietos, Katia se suma a la moda del knitting. El nuevo nombre, en inglés, que recibe el tejer de toda la vida. Así su última campaña publicitaria se titula Knit your multicolor story y apuesta por un lenguaje visual joven, divertido y fresco.
Las abuelas han dado paso a las nietas. Estas se reúnen en cafés para tricotar y charlar o en knitting parties, en las que las no iniciadas aprendan a desenvolverse con las agujas y conocen a gente; utilizan Youtube y grupos de Facebook para compartir patrones y enseñanzas; tiran de aplicaciones de móviles para aprender a hacer punto del derecho, del revés, inglés, de arroz, etcétera.
Todo un universo revival, en el que lo hecho a mano se llama ahora handmade, en el que los muñecos de ganchillo reciben el nombre de amigurumi y en el que las artesanas son crafters. Una manera de huir de la velocidad frenética que nos rodea y crecer en el gusto por lo sencillo, por los detalles, por la lentitud, por el slow knitting.
Una moda con un día mundial y su propia guerrilla urbana
Este 13 de junio se celebrará el décimo día mundial de tejer en público. Una iniciativa en la que participaron tejedoras y tejedores de 42 países en su última edición, la de 2014.
Desde Australia a Catar, pasando por Colombia, Francia, España, Estados Unidos o Lituania. Cientos de personas que se reúnen en parques, plazas, bibliotecas o cafeterías para hacer punto juntas.
La madre de la idea fue la americana Danielle Landes. En la página web del movimiento se cuenta el origen de la jornada.
“El tejer es un acto tan solitario que es fácil hacerlo solos en algún lugar sin pensar en todas las demás personas que están realizando la misma actividad. Podemos pasarnos toda la vida sin saber que nuestros vecinos también hacen punto”, explican. Quieren que este día sea una chispa que saque a las tejedoras a la calle.
Con un objetivo similar, pero con un carácter más político, nace, casi de manera casual, en Houston en 2005, el Urban Knitting, la guerrilla del punto o del ganchillo.
Se trata de un movimiento mundial que tiene como objetivo reivindicar lo estético y lo femenino a través de la calle. Recuperar lo ancestral.
Busca llenar la calle de color y suavidad frente a espacios duros, grises y deshumanizados.
Quieren sorprender y por ello puede encontrarse, de repente, en cualquier lugar. En los picaportes de las puertas, en los bolardos de las aceras, en los bancos de cemento e hierro, en las farolas o en las estatuas.
Los colectivos más conocidos de estas guerrilleras han tejido redes y construido otras ciudades en Madrid, Valencia, Bilbao o Barcelona.